Image: Vida fiel a la vida

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Poesía

Vida fiel a la vida

Mario Luzi

14 mayo, 2010 02:00

Mario Luzi

Ed. de Jesús Díaz Armas. Galaxia Gutenberg, 2010. 449 páginas. 26 euros.


Allá por 1971, cuando le hice a Eugenio Montale una entrevista en su casa de Milán, le pregunté por los poetas italianos que -en aquel momento, después de los grandes nombres, Quasimodo, Ungaretti, el suyo- merecían ser destacados. Él no dudó en darme el nombre de Mario Luzi (Sesto Fiorentino, 1914 -Florencia, 2005) para, a continuación, recordarme otros dos: Sereni y Zanzotto. Salí de aquella entrevista en busca de la poesía de Luzi y de entonces nació mi interés por ella. Le hice la pregunta a Montale no sólo para saber qué había pasado después de los grandes poetas herméticos sino para saber cómo estaba superando la poesía italiana el pasado, y que no fuera a través del mensaje de i novissimi capitaneados por Sanguineti.

Es muy útil, pues, la publicación entre nosotros de esta antología abarcadora de Luzi, resumen de cuarenta años de poesía, ya desde aquel temprano fruto que fue La Barca, libro escrito a sus 21 años, hasta Déjame, no me retengas, editado tras su muerte en 2005. Hay que destacar igualmente esta aventura traductora porque ha sido fruto de un trabajo de equipo, revisado por los participantes en el Taller de Traducción de la Universidad de La Laguna. (Estoy pensando también en la labor que, desde Alemania, está haciendo en este sentido el profesor Javier Gómez-Montero.) Se devuelve así a la traducción, con esta labor colectiva y con el debido rigor, la importancia que posee; se la convierte en una nueva forma de sugestiva creatividad. Sobre todo cuando, al traducir poesía se logra salvar la atmósfera del texto.

Dos cosas destacan, a mi entender, en la poesía de Mario Luzi. Por un lado, una fértil presencia de la cultura, tan fina, tan florentina, precisamente en esos tiempos de pre y posguerra, sacudidos por las perturbaciones sociales. No es posible aproximarse a ella sin tener presente esa "pura conciencia" que él le exigía a la palabra exacta. Así, el temprano "Canto nocturno por las muchachas florentinas" nos remite no sólo a un poema en el que ya apunta, tierna y clara, su voz, sino que recordamos el "Canto nocturno de un pastor errante de Asia" de Leopardi y las "Tres jóvenes florentinas caminan" de Dino Campana. El poema es plenamente de Luzi, pero hay en su poesía esa cultura delicada, asumida, que reencontramos en el recuerdo de los lugares florentinos, toscanos, en las resonancias de Dante y de Petrarca y, de manera muy significativa y pormenorizada, en su libro Vida terrestre y celeste de Simone Martini (1994. Hay en esta obra central, nuclear, el encuentro con esa sencillez en el decir y esa hondura en el comunicar propia de este poeta. Luzi le comenzó en su juventud a Carlo Betocchi que lo que deseaba era "construir una atmósfera" en el poema, pero lo cierto es que es el pensamiento el que va invadiendo progresivamente sus textos con lucidez.

Otra presencia notable en esta antología y, por extensión, en los libros de Luzi, es la de los símbolos. Por encima hay otra característica que acaso fructifica en todos sus libros y es la de su pureza expresiva. Tenemos que pensar en la decantación de los poemas centrales de los Cantos leopardianos para apreciar el valor de sus endecasílabos en poemas como "Aldea", o "En la inminencia de los cuarenta años". Aquí la tradición asumida con gran ductilidad no es la de los nombres propios y los ecos ajenos, sino la de una forma que puede llevar al poema a la perfección.

Y en Luzi hallamos siempre, más allá de esa pureza primordial, la ternura de un humanismo que llega a su cima en los poemas finales. En ellos la pureza deviene descenso, abandono. Ese descenso desde el que el ser humano siempre asciende.