Francisco Ibáñez. Foto cedida por Penguin Random House.

Francisco Ibáñez. Foto cedida por Penguin Random House.

Novela gráfica 25 años de El Cultural

In memoriam: Francisco Ibáñez, un maestro del gag

El padre de Mortadelo y Filemón era un as del dibujo y del humor y merece que analicemos su obra con rigor, sin dejarnos llevar por la nostalgia.

8 diciembre, 2023 01:43

Cuando jóvenes y mayores leen a un autor y durante varias décadas sus obras figuran entre las más populares, decimos que es un caso de éxito. Si además ese autor es evocado con una sonrisa, entonces, es casi un milagro. Resulta difícil decir Francisco Ibáñez y no esbozar una sonrisa como un acto reflejo. Su nombre está asociado a lecturas que nos hacen reír, que retratan una vida donde reinan los equívocos, las chapuzas y el absurdo; un mundo disparatado y a la vez profundamente real porque leyendo a Ibáñez descubrimos que bajo la coartada de la exageración se esconde un certero retrato del país en el que vivimos.

Cada cual tiene una historia que le vincula emocionalmente con Ibáñez, con esos tebeos –antes no se llamaban cómics– leídos una y otra vez, cuyas páginas se han ido deteriorando con el paso del tiempo pero mantienen intacta su capacidad para generar risas. Ibáñez es un autor leído y releído. Volvemos a viejas historietas de Mortadelo y Filemón, de Rompetechos, o del 13 Rue del Percebe como quien vuelve a ver a un amigo cuya compañía siempre es motivo de alegría.

Francisco Ibáñez

Nacido en Barcelona el 15 de marzo de 1936, Ibáñez fue uno de los historietistas más populares de nuestro país en el siglo XX. Varias generaciones de españoles crecieron leyendo las hilarantes aventuras de Mortadelo y Filemón (1958-2023), 13 Rue del Percebe (1961-1968; 2002) o Rompetechos (1964-1978 y 2003-2009), sus series más conocidas. El guionista y dibujante recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2002, aunque no llegó a recibir el Princesa de Asturias que muchas personalidades de la cultura pedían para él. Murió en Barcelona el 15 de julio de 2023.

El único problema de esta vinculación sentimental es que, paradójicamente, se acabe volviendo en contra de la propia obra. A Ibáñez debemos valorarlo por lo que publicó. La nostalgia no debe hacer que seamos condescendientes. Miremos su trabajo y analicémoslo con rigor. Entonces descubriremos que Ibáñez fue un gran dibujante, un artista gráfico capaz de dibujar cualquier cosa en las pequeñas viñetas de sus historietas. Todas llenas de dinamismo, con encuadres y composiciones perfectas; todas inteligentemente encadenadas unas a otras porque la historieta es un arte que nace de la sucesión de viñetas que, juntas, forman el relato.

Si analizamos la obra de Ibáñez veremos que además sabía elevar su dibujo hacia cotas más altas cuando era necesario, por ejemplo, en las portadas; en esos casos, como un cantante de ópera que sabe que ha llegado el momento de dar el do de pecho, sublimaba su estilo y multiplicaba los detalles, consciente de que una portada no es un cómic sino una carta de presentación que debe entrar por los ojos.

Por supuesto, Ibáñez fue también un maestro del humor, un maestro del gag, esa palabra que siempre salía de sus labios cuando le entrevistaban porque le recordaba a su querido cine cómico en blanco y negro. Sabía que hacer reír era lo más difícil y por eso lo apreciaba tanto, él que ni siquiera valoraba su trabajo como dibujante.

Autorretrato de Ibáñez junto a muchos de sus personajes, entre ellos Mortadelo, Filemón, Ofelia, el superintendente Vicente, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio

Autorretrato de Ibáñez junto a muchos de sus personajes, entre ellos Mortadelo, Filemón, Ofelia, el superintendente Vicente, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio

[Francisco Ibáñez bajo la lupa: las claves del genio del humor, el dibujo y el guion]

Un artista tiene derecho a no dar importancia a su obra. Es una prerrogativa, un lujo, que tienen los creadores hacia sí mismos y tal vez tenga que ver con su autoexigencia. Pero los lectores, los críticos y los historiadores no tenemos ese derecho. Nosotros no. Nosotros tenemos que leer, releer, estudiar y analizar su trabajo con honradez, con rigor y sin que nos traicione la nostalgia de cuando lo leímos por primera vez siendo niños.

Volvamos a abrir sus tebeos. Volvamos a reírnos con ellos. Y tras esa risa, hablemos de Mortadelo y Filemón, de 13 Rue del Percebe, de Rompetechos y de tantos otros con la misma mirada crítica y con la misma exigencia con la que valoramos a cualquier creador o cualquier película o novela que acabamos de ver o leer. Sería un enorme error referirnos a Ibáñez movidos solo por el recuerdo personal o por la emoción de esas viejas lecturas. Sería un error y además sería profundamente injusto. Y resulta terrible ser injusto con quien tantos y tan buenos momentos nos ha regalado.

Nos dejaron

Bob Kane (1915-1998). Chumy Chúmez (1927-2003). Will Eisner (1917-2005). Harvey Pekar (1939-2010). Moebius (1938-2012). Antonio Mingote (1919-2012). Víctor Mora (1931-2016). Núria Pompeia (1931-2016). Alfonso Azpiri (1947-2017). Forges (1942-2018). Steve Ditko (1927-2018). Stan Lee (1922-2018). Purita Campos (1937-2019). Claire Bretécher (1940-2020). Quino (1932-2020). Albert Uderzo (1927-2020). Miguel Gallardo (1955-2022). Calpurnio (1959-2022). Carlos Pacheco (1960-2022). Joe Matt (1963-2023)...