Lee Ok-Sun y Keum Suk Gendry-Kim con el cómic 'Hierba' entre las manos. Foto: Keum Suk Gendry-Kim

Lee Ok-Sun y Keum Suk Gendry-Kim con el cómic 'Hierba' entre las manos. Foto: Keum Suk Gendry-Kim

Novela gráfica

‘Hierba’, el cómic que narra la tragedia de las esclavas sexuales del ejército japonés

La historietista Keum Suk Gendry-Kim recoge la memoria de Lee Ok-Sun, una de las jóvenes coreanas que fueron explotadas como “mujeres de consuelo” durante la guerra del Pacífico, en una novela gráfica aclamada por The New York Times y The Guardian

27 febrero, 2022 03:01

La mujer de la izquierda de la foto es Lee Ok-Sun. Su historia merece ser conocida, recordada, leída y contemplada. Y de eso se ha encargado la mujer de la derecha, la dibujante Keum Suk Gendry-Kim, en el cómic Hierba, finalista del prestigioso premio Eisner y mejor cómic del año para The New York Times, The Guardian y Los Angeles Times, que ahora llega a España de la mano de la editorial Reservoir Books con traducción de Joo Hasun.

Portada de 'Hierba', de Keuk Suk Gendry-Kim (Reservoir Books)

Portada de 'Hierba', de Keuk Suk Gendry-Kim (Reservoir Books)

Lee Ok-Sun pasó los mejores años de su juventud en una “estación de consuelo” y sus últimos días en la “casa del compartir”. Aunque ambos lugares tienen nombres de aire poético, el primero es un terrible eufemismo de lo que allí se ofrecía: esclavas sexuales para el ejército imperial japonés. El segundo es el hogar que compartió, ya anciana, junto a otras víctimas de aquella barbarie.

En los años treinta del pasado siglo, Japón estaba en plena fiebre expansionista. Ya controlaba Manchuria, y en 1937 inició la invasión del norte y el este de China, dando lugar a la Segunda Guerra Sino-japonesa, un conflicto que se solapó con la Segunda Guerra Mundial. Para mantener la moral de sus tropas, el ejército inventó las “estaciones de consuelo”, barracones donde mujeres jóvenes (sobre todo adolescentes, algunas casi niñas) que habían sido previamente raptadas a sus familias eran obligadas a “servir” a los soldados nipones. 

Muchas de ellas eran de Corea, que en aquella época era una colonia japonesa. No solo se les negaba la libertad y se ultrajaba su integridad sexual, sino que también se les prohibía hablar en coreano y se las obligaba a adoptar nombres japoneses, además de hacer trabajos forzados. Lee Ok-Sun era una más entre miles de víctimas, pero su historia personal ha sobrevivido al olvido gracias a Gendry-Kim, que la visitó en numerosas ocasiones en la “casa del compartir” y plasmó sus recuerdos en Hierba.

Página de 'Hierba', de Keum Suk Gendry-Kim

Página de 'Hierba', de Keum Suk Gendry-Kim

La historia de Ok-Sun comienza con su profundo deseo de ir al colegio. Vivía en el campo con su familia, pero eran extremadamente pobres y apenas tenían para comer. Sus padres, engañados (o no, la propia Ok-Sun albergaba dudas al respecto), la dieron en adopción con la promesa de que iría al colegio, pero sus nuevos padres, o más bien dueños, la obligaron a trabajar sin descanso en el restaurante que regentaban. La pequeña fue creciendo y pasando de mano en mano hasta que recaló en una de aquellas ominosas “casas de consuelo”.

“La gente suele mostrar interés por las víctimas durante las guerras, pero yo presto atención al contexto en el que nacieron”, explica por videoconferencia Gendry-Kim, que además de la pobreza de las familias señala como factores clave de la tragedia el fuerte componente patriarcal de la sociedad coreana de la época. “Por influencia del confucianismo en Corea se consideraba que las mujeres tenían que consagrarse al cuidado de sus padres y hermanos cuando eran pequeñas, y una vez casadas, al de los maridos y suegros”, explica la autora. “Además, la virginidad era un valor muy importante en esa época. Aunque las víctimas fueron forzadas a ‘servir’ a los soldados, sus familias consideraron que habían sido mancilladas. Por eso estas e incluso la sociedad en general, en lugar de abrazar a las víctimas, las repudiaron”.

En 488 páginas, la autora del cómic nos cuenta una historia de dolor, humillación y supervivencia en algo muy parecido a un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Un relato que nos llega estos días con ecos de Maus, sin duda amplificados por la censura del célebre cómic de Art Spiegelman por parte de la junta escolar de un condado de Tennessee, Estados Unidos.

Palizas, intentos de suicidio, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, fugas, escarmientos… La historia de Ok-Sun y el resto de “mujeres de consuelo” es muy dura, pero la autora del cómic opta por evitar la violencia física y sexual explícita. Por ejemplo, la primera violación de Ok-Sun se narra con una doble página llena de viñetas completamente negras. “Si un autor dibuja una escena de violencia o una violación, está denunciando su brutalidad, pero si las víctimas vieran esas imágenes revivirían los hechos y sería como sufrir una segunda agresión por parte del autor del libro”, opina Gendry-Kim. Antes de realizar Hierba, la autora hizo otro cómic corto sobre el mismo tema donde sí mostró el cuerpo desnudo de una mujer violada, algo de lo que “se arrepintió mucho”, reconoce.

Esta consideración hacia las víctimas y ese tono delicado en el tratamiento de la historia vienen dados también por la importancia de la naturaleza en el relato y en los trazos, incluso en el título del libro. “Ok-Sun me hablaba mucho de cuánto echaba de menos su pueblo natal, sus montañas y ríos, así que decidí sustituir las escenas de violencia con naturaleza, con el paso de las estaciones, el cielo, las nubes, las estrellas y el viento”.

Doble página de 'Hierba'

Doble página de 'Hierba'

Toda la vida esperando una disculpa

A pesar de los horrores vividos, Lee Ok-Sun era en sus últimos años (o así se nos muestra en el libro) una anciana adorable, que conservaba incluso el sentido del humor. “Era una persona muy optimista, aunque me contaba historias duras y dolorosas, bromeaba mucho. Después de cada entrevista volvía a mi casa con una energía muy positiva”, asegura la autora del cómic. Pero que Ok-Sun hubiese aprendido a convivir con su pasado no significaba que lo hubiera superado ni que estuviese en paz con todas las personas que le hicieron daño. Una y otra vez repetía a su interlocutora: “Los japoneses son unos bastardos y unos degenerados. Abe [primer ministro japonés entre 2012 y 2020] tiene que disculparse. Nos debe una indemnización”.

En los años noventa empezaron a surgir los primeros testimonios oficiales de las llamadas mujeres de consuelo, y en 1993 Yohei Kono, secretario jefe del gabinete de gobierno de Japón, emitió una declaración en la que reconoció oficialmente los hechos, “pero en 2014 Abe negó esa declaración, al decir que había sido un comentario de Kono a título personal, por lo que hasta la fecha no ha habido una disculpa sincera de Japón”, sostiene Gendry-Kim. “Incluso el gobierno japonés ha llegado a decir en alguna ocasión que los testimonios de las víctimas estaban falsificados. No puedo creerlo”, se escandaliza la autora.

“En 2015 hubo un pacto entre Japón y Corea que tuvo como resultado una indemnización, pero las víctimas dicen que para ellas recibir esa compensación económica no es importante porque con ella no pueden recuperar su juventud”, explica Gendry-Kim. “Estas mujeres tienen más de 80 y 90 años, pero viven en la memoria de cuando tenían 10 o 20 años. El dolor y las heridas están grabados en sus cuerpos y sus mentes. Lo que quieren es recuperar su honor y su dignidad como seres humanos”.

Ok-Sun pasó tres años como mujer de consuelo. La autora de Hierba cree que pudo soportarlo porque “para ella esos tres años fueron como estar muerta. Debió de sentir que su espíritu estaba muerto y no le quedó otro remedio que marcarse el objetivo de sobrevivir día a día”, opina esta dibujante que emigró a Francia para estudiar bellas artes porque amaba la pintura expresionista. “Igual que Picasso se mudó a París con veinte años, yo quise hacer lo mismo”, recuerda. “Pero ganarme la vida fue muy difícil, así que empecé a trabajar como traductora de cómics coreanos al francés y así fue como descubrí que podía expresarme simplemente con papel y tinta, no necesitaba nada más”.

Sin duda, estaba en el lugar adecuado para ello, la meca del cómic europeo. Comenzó a publicar sus primeras novelas gráficas para el mercado francés, entre las que destacan Le chant de mon père (2012), Jiseul (2015) y L’arbre nu (2020). También ha ilustrado numerosos libros infantiles y traducido más de cien libros. Pero curiosamente fue este Hierba (2017), su primer libro en coreano, el que le granjeó mayor proyección internacional. Después ha publicado Jun (2019) y La espera (2021), que Reservoir Books editará en español próximamente.