Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Novela gráfica

El arte a través de las revoluciones: de Jacques Louis David a Goya y del Neoclasicismo al Realismo

El dibujante Pedro Cifuentes recorre en 'Historia del arte en cómic' las grandes transformaciones desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del XIX.

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Un viaje por las revoluciones artísticas en paralelo al estallido de otras revoluciones: las políticas, las sociales, las económicas. Del Siglo de las Luces hasta casi los últimos estertores del vibrante periodo decimonónico.

Esta fase de la crónica de la humanidad es el escenario de Historia del arte en cómic. Revoluciones (Desperta Ferro), la nueva entrega de las historietas con las que el dibujante Pedro Cifuentes acerca a los jóvenes —y a los no tan jóvenes— al conocimiento de las manifestaciones artísticas a lo largo de los tiempos.

Profesor de Secundaria, actualmente en el IES Jaume I de Burriana (Castellón), Cifuentes se reintroduce en las viñetas, como guía del grupo de estudiantes que suele acompañarlo en sus aventuras. En las cuatro anteriores, publicadas por la misma editorial, se desplazaron respectivamente al mundo clásico, la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco.

Ahora, los protagonistas del tebeo continuarán topándose con los protagonistas de la historia del arte, cuyo periplo continúa en la primera mitad del siglo XVIII y concluirá a finales del XIX. Periodo revolucionario por excelencia, en todos los sentidos.

“Estos monarcas querían mantener su poder absoluto mientras implementaban reformas que mejoraran la vida de los súbditos, como la educación, la ciencia y la economía”.

Palabras con las que el profe —Cifuentes transmutado en personaje de cómic— explica la esencia del despotismo ilustrado a sus alumnos. Desde los jardines de Versalles, la chavalería observa cómo la aristocracia vivía ajena a las penurias del pueblo, una “desconexión” que “sentó las bases de la Revolución francesa”.

Y el rococó era el arte que mostraba el lujo de esa nobleza “que se siente segura porque da trabajo [a humildes artesanos], invierte en arte y el resultado es la belleza”. Eso justifica esta afirmación del profe: “Aunque no lo parezca, es un arte hecho para el pueblo”.

Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Tras el rococó llegó el Neoclasicismo, inspirado en la perfección de la antigua Grecia y Roma. En arquitectura, el cómic refleja el Valhalla (cerca de Ratisbona, Alemania), con sus ordenadas columnas que evocan la antigüedad clásica.

Pero es la pintura la principal protagonista de este cómic dedicado a las revoluciones, unas obras pictóricas de “marcado contenido político” que “reflejan las ideas de sus autores”. Y la figura central de la pintura neoclásica es Jacques Louis David.

Su obra “encarnó los ideales de la Revolución y el Imperio”, con ejemplos como el Juramento del Juego de Pelota, capítulo fundamental previo a la Toma de la Bastilla del que el artista fue testigo.

La muerte de Marat es otro de los cuadros de David que los alumnos conocen en esta aventura.

Y 'El rapto de las sabinas' que, pese a representar un episodio de la mitología romana, simboliza “el imperativo de poner fin a las profundas divisiones internas de Francia” después del “brutal Terror jacobino”.

Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Viñeta del libro 'Historia del arte en cómic'.

Fue durante la Revolución y el Imperio napoleónico cuando empezó a esbozarse el Romanticismo, aunque alcanzaría su culmen en la época inmediatamente posterior, según en qué país nos hallemos. Y aquí el profe señala a Delacroix como “figura cumbre del Romanticismo pictórico francés”.

Con sus lienzos —el cómic reproduce La Libertad guiando al pueblo y La matanza de Quíos, entre otras— marcó “una ruptura con el Neoclasicismo, pues exploraba la psique humana y la historia con maestría”. Un Delacroix que en las viñetas de este libro visita en Mallorca a Chopin y George Sand.

No se puede cerrar el capítulo romántico sin Géricault, en cuya tétrica La balsa de la Medusa figuran como pasajeros los protagonistas de la historieta. Ni sin recordar que este movimiento artístico no se asentó en España hasta el inicio del reinado de Isabel II, con visita incluida al madrileño Museo del Romanticismo y un recuerdo a figuras como Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro.

La Revolución Industrial en el arte

“El Romanticismo inglés reaccionó ante la Revolución Industrial y sus paisajes grises”, proclama el narrador. En esa época de éxodo rural masivo hacia las ciudades y sus fábricas, que dio lugar al nacimiento de la clase obrera, algunos artistas rechazaban los nuevos tiempos con la exaltación de la naturaleza que se estaba transformando.

Es el caso de John Constable, pintor de ríos, cielos y árboles. William Turner, por otra parte, pasó de pintor de batallas navales a plasmar en su madurez “barcos de vapor y trenes fusionados en paisajes dinámicos”.

Llevan la firma de Turner Lluvia, vapor y velocidad, que refleja un tren “símbolo del progreso rápido y sucio que invade el paisaje”, y El último viaje del Temerario, una vieja gloria de la batalla de Trafalgar que es remolcada al desguace por un barco propulsado a vapor: “La belleza melancólica del pasado y la eficiencia cruda del presente”.

Goya, precursor del realismo

“De la luz a las sombras. Un genio que unió lo clásico y lo moderno y que exploró la psique humana con una visión única e irrepetible”, escribe el narrador mientras el lector observa reproducciones de El aquelarre y Saturno devorando a sus hijos y una ilustración de la Quinta del Sordo, a las afueras de Madrid.

Francisco de Goya y Lucientes, aquel artista capaz de captar la esencia de cada miembro de la corte con una visión “alejada de la adulación” —en La familia de Carlos IV— y de pasar de pintor de esa corte a “cronista del horror” cuando las tropas napoleónicas invaden España.

En su cuadro de los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, el hombre de la camisa blanca, con los brazos en alto, “se alza como el desgarrador símbolo de la víctima inocente”. Goya, que se convertiría en el “primer gran reportero de guerra”, denuncia la injusticia de un conflicto que lo marcó y “cambió para siempre su estilo”.

La obra del artista de Fuendetodos influiría en románticos como Delacroix, pero también en símbolos del realismo. Manet, que pese a ser etiquetado como impresionista se definía como realista, reinterpretó a Goya con La ejecución del emperador Maximiliano.

Tras un repaso a los prerrafaelistas y una profundización en el arte realista, resaltando pinturas de Honoré Daumier y el revolucionario —también como político Gustave Courbet, concluye este viaje que promete nuevos volúmenes de la historia del arte en cómic.