Novela

Ave, ciudadano

José Rodríguez Plocia

5 abril, 2019 02:00

Alianza. Madrid, 2019. 264 páginas. 18 €. Ebook: 13,99 €

Guionista jubilado y narrador, José Rodríguez Plocia (Cádiz, 1954) obtuvo la mención especial del último premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones con Ave, ciudadano, un buen relato que es ante todo una declaración de amor a su ciudad natal, apasionada, demoledora y zumbona.

Sin otra ocupación que ver películas de romanos en su casa, disfrazado con una sábana a modo de toga y haciéndose llamar Rasel Crau (así, como el protagonista de Gladiator, pero a la española), un parado gaditano arruinado y sin ingresos acoge en su casa a dos Erasmus para llegar a fin de mes. Uno de los estudiantes es romano y el otro, un chino irlandés "de la dinastía Bloom", sabe el latín suficiente como para resolver el misterio que ha acompañado a Rasel los últimos treinta años de su vida. Resulta que en los felices 80 el gaditano trabajaba a pico y pala en la demolición de una fundición cuando bajo sus cimientos se descubrió un teatro romano. Por puro azar, Rasel encontró (y robó) un cofre antiquísimo. Dentro se hallaba un texto en latín que ocultó en el mueble bar de su casa. Incapaz de entender una sola palabra, dejará que el chino lo lea y traduzca, y su asombro (y el del lector) será comprensible, pues lo que ha escondido tanto tiempo es una obra desconocida del cómico gaditano Caio Máximo Dramático sobre el origen de la ciudad.

La comedia de Caio Dramático arranca además con el mismo talento y corrosivo humor del resto del relato: "Cuando el comandante bárquida Magón salió de la ciudad, cerraron las puertas. Volvió, pero ya no le abrieron". Magón fue en realidad Magón Barca, hermano menor del general cartaginés Aníbal Barca e hijo de Asdrúbal, y lo que narra el desconocido cómico es historia con mayúsculas, pues mientras Magón combatía a los romanos, la ciudad de Gadir pactó con Roma, cambió su nombre por el de Gades y renegó de pasadas alianzas. Del siglo III antes de Cristo hasta hoy, de los Balbo a las peonadas y el PER, el autor salta con maestría y humor por el pasado y el presente de la ciudad, convencido de que tal vez hayan cambiado el origen, el acento y los modales de los nuevos amos, pero no la identidad de los esclavos, siempre los mismos, siempre malviviendo entre chirigotas, pesares y cantes.