Image: Las ninfas: el verano como elipsis

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Novela

Las ninfas: el verano como elipsis

20 agosto, 2015 02:00

Detalle de la obra Las tres Gracias (1639), del pintor Peter Paul Rubens

Las ninfas, premio Nadal en 1975, es el libro paradigmático en la evocación de la infancia y de la adolescencia vallisoletana de Francisco Umbral. En una novela volcada hacia el recuerdo, el verano se idealiza, no se concreta. La relativa omisión de la estación estival tiene un significado liberador frente al invierno, metáfora del tiempo oscuro y provinciano -los años 50- en que se desarrolla el libro.

Aupado a la bufanda, Umbral se supo a riesgo de todos los fríos. Cualquier ventolera repentina, a pesar de agosto, podría clavársele en esa nevera vacía del pecho. El frío de Umbral era real y metafórico, y así le recuerdan (me recuerda Pepe Bárcena, camarero del Café) envuelto en lanas, aun en verano, mientras que por los ventanales de un Café Gijón puesto en cerveza y horchata pasaba agosto. Daba lo mismo. El invierno imponía sus fueros. Umbral pedía que le recalentaran- una y otra vez- el vaso de leche, como si le hubiesen vedado el estío.

En toda la obra de Francisco Umbral (Madrid, 1932) el verano es una estación delicada, tierna, que viene a él a salvarle del helor de su biografía. Para Umbral, lo veraniego obedece a una poética diferente, pues el verano es hijo de un anhelo que Francisco Umbral no concreta, que casi omite, y cuya presencia/ausencia abona de poesía sus mejores páginas. Lógicamente Umbral, que es lector por ley biológica, sabe que al verano hay que darle su pátina ‘proustiana', pero esto es algo que obedece más a la pose de la tradición literaria que a la realidad. Umbral es un escritor que ha optado por glosar la vida, su vida, en un vago invierno que tiene su verdad última en el hondo frío castellano de sus pasos primeros.

Las ninfas, premio Nadal en 1975, es la obra cumbre de Umbral en el retrato de su provincia "de tedio y plateresco"; aquella Valladolid de la mitad del siglo pasado. Es importante señalar el peso de la provincia en las mocedades 'umbralianas' no sólo en comparación con su narrativa posterior, sino que hay en la evocación de Valladolid una verdad invernal y gélida que marca indudablemente al prosista. La Castilla de Umbral, en invierno, es un entrecruce de sol, de niebla y de hielo; en ella hay un río que se congela, hay un escritor con guantes amarillos que pasea su raro "dandismo" por "calles oscuras, estrechas y frías". Umbral da en Las ninfas con la medida del tiempo pinciano, que es el del blanco neblinoso del Pisuerga en los más días; y de un sol que estalla, los menos días, por las "fachadas conventuales de la ciudad". Y frente a la verdad incuestionable del recio invierno pucelano, Francisco Umbral recurre al verano y a su "noche", "en una atmósfera donde al negro se le transparentaba el azul" y "todo tenía como una embriaguez de luna, una palidez de eternidad y un perfume que venía de los innumerables huertos de los conventos, cercanos y lejanos, por encima de tapias y tejados, por entrecalles, y también de los jardines con fuente y estatuas, donde los aristócratas del barrio daban sus últimas fiestas de la temporada".

En cualquier caso, Las ninfas de Umbral es el relato del adolescente de provincias que se abre al mismo tiempo al sexo, a la literatura y a la vida. Suceden los veranos, bien en el monte, en la higuera, bien el arroyo, como ruptura a lo impuesto; entiéndase que el invierno es una metonimia evidente de la España de la época.

En Las ninfas, Francisco Umbral constriñe todos los ingredientes de lo que se ha convenido en denominar como "los libros de Valladolid"; esto es, la rememoración doliente y pucelana de su infancia y su adolescencia y la convicción de intruso en un marco asfixiante: la provincia. Francisco Umbral bambolea en esta novela los ingredientes espirituales de cuando mediaba el siglo XX en España. Hay folclóricas, jóvenes con vocación seminarista (esto ya lo vimos en aquí cuando el verano a la Malvarrosa de Manuel Vicent), bailaoras de tablao y hasta los malditos que se toleraban por aquel entonces.

De alguna manera, esta profundización en el concepto del "verano" en la producción de Francisco Umbral, y concretamente en Las ninfas, redunda en la realidad de que el suyo es un verano idealizado,epidérmico. El verano de Las ninfas es apenas una promesa de huida, la destrucción sin amor, el erotismo de la acequia.

"Llegamos a la acequia (…). Dejamos las bicicletas tumbadas en la hierba seca y caminamos de la mano. Ella iba descalza. En un punto nos detuvimos y empezamos a desnudarnos para entrar en el agua. La noche estaba enervada de grillos, del canto y el quejido de todos los seres minúsculos que la poblaban y que eran como la nervadura sonora del campo y el cielo. El susurro del agua en la acequia era una cinta suave y negra que se deslizaba a lo más negro. Entramos en el agua de golpe, con estampido de espumas, como despertando el fondo dormido de la corriente. (…)Nos besamos chorreantes y salimos a la orilla. Corrimos y nos secamos con nuestras propias ropas. Luego estábamos ambos tendidos a la orillas del agua, y yo veía el cuerpo blanco de María Antonieta, como dándole luz a la luna nueva".

Pero tras la falacia de paraíso en el verano, la vida traducida en una "triste paradoja municipal". Más un tren hacia lo desconocido bajo el primer "sol de otoño, muy claro a aquella hora de la mañana en que (el sol) hacía brillar los raíles y ponía fantasías de luz en el humo de las locomotoras".

@jesusNjurado

Dos preguntas rápidas a María España Suárez, viuda de Francisco Umbral y presidenta de su Fundación

¿Qué relación tenía Francisco Umbral con Las ninfas?
Efectivamente es un libro del que Paco quedó muy satisfecho durante toda su vida. Pero es que además es un libro que se ha venido leyendo mucho desde su publicación. Lo más sorprendente de Las ninfas es que se ha hecho una traducción al japonés, que es un idioma muy diferente del castellano.

¿Cómo cree que se recibe la novela, 40 años después de obtener el Premio Nadal?
Por las cartas a las que he tenido acceso, se ve que Las ninfas se ha leído mucho y me imagino que se seguirá leyendo. Es verdad que los lectores tienen cierta tendencia a los premios, pero a pesar de este factor, de que esta novela ganase el Premio Nadal en el 75, es incuestionable que este libro de Paco ha tenido mucho éxito. Además, siempre tuvo Paco un gran número de lectores fijos.