Image: Luisa y los espejos

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Novela

Luisa y los espejos

Marta Robles

12 julio, 2013 02:00

Marta Robles. Foto: José Aymá

Premio Fernando Lara. Planeta, 2013. 464 páginas, 21 €.



Según Luisa Aldazábal, la protagonista imaginaria de Luisa y los espejos, "es más sencillo vivir en los espejos que en la propia realidad". Esta creencia, a la que alude el título de la novela, organiza su línea argumental. La tal Luisa, recién salida de un traumático percance, decide dar un giro completo a su vida y tomar por modelo a otra Luisa, esta real, Casati, la amante del escritor D'Annunzio apodada la Marchesa. Dos épocas, una presente y otra que nació un siglo atrás, se conjugan en el libro y a lo largo de ambas se desarrolla un intrincado sistema de semejanzas entre una y otra mujer, cuyos respectivos amantes se llaman también igual, Gabriel. Por si fuera poco, las parejas emplean en su trato rebuscados alias. La historia se remata con un retorcido recurso especular más que anuda esas vidas paralelas hasta el extremo.

La periodista y narradora Marta Robles (Madrid, 1963) cuenta las biografías de estos singulares personajes en orden cronológico y capítulos alternos. Con ello busca que dicha semejanza sirva de base a dos motivos literarios tradicionales, la mujer independiente y la malcasada. Ambos valen de pretexto, a su vez, para un relato histórico que recrea ambientes pretéritos en abundancia. Un exotismo costumbrista de la Belle Époque llena numerosas páginas plagadas de nombres famosos, artistas, escritores, bailarines...

Los problemas propios del arte, su esencia y sentido, ocupan también su buen espacio. Entre todo esto trascurren las vidas de la Marchesa y de su homónima española, a quienes la autora somete a un análisis psicológico con el fin de explicar el modo de ser de personas insufladas por ansias de libertad absoluta. Pero como las figuras están determinadas de antemano, en lugar de seres humanos hondos, resultan arquetipos. A esta falta de verdad contribuyen en buena medida unas ambiciones especulativas que se manifiestan en frases en ocasiones engoladas. Pobre imagen da Gabriel D'Annunzio de sí mismo al decirle a Casati que a ella le aterroriza "la posibilidad, ciertamente remota, de no trascender".

El sistema expresivo de Luisa y los espejos abusa de afirmaciones y de adjetivos demasiado solemnes. La forma y el estilo de corrección burocrática (perlado con incontables adverbios acabados en "mente") y la excesiva prolijidad de las historias dan una más de esas novelas que tanto abundan en nuestros días.