Image: Retrato de un hombre inmaduro

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Novela

Retrato de un hombre inmaduro

Luis Landero

20 noviembre, 2009 01:00

Luis Landero. Foto: Antonio M. Xoubanova

Tusquets. Barcelona, 2009. 240 páginas, 17 euros


Los personajes de Landero (Alburquerque, 1948) son antihéroes de nuestro tiempo, seres corrientes condenados a la radical insatisfacción por su capacidad de soñar. El núcleo temático de su novelística se fundamenta en algo que podemos cifrar en una palabra muy polisémica: el afán. Entre las posibilidades de vida latentes en cada persona el afán representa la aventura del ser humano en la realización de un proyecto personal. Y en esta sempiterna derrota descubrimos las huellas del existencialismo literario y filosófico.

Así ha venido sucediendo en las mejores novelas del autor. Ahora, en la sexta, parece como si Landero quisiera novelar la vida sin relieve de un hombre corriente sin afán. El reto es más difícil, pues, aun aceptando la consideración galdosiana de que toda vida humana puede ser digna de ser contada en una novela, no cabe duda de que la previsible falta de interés del argumento constituye una limitación que ha de ser suplida por otros hallazgos. Landero ha superado el escollo por su maestría en el arte de novelar, haciendo de su protagonista el eje vertebrador de múltiples historias intercaladas en la narración de su existencia consumida entre la banalidad y la trascendencia. Porque si la vida del narrador y protagonista muestra una común falta de interés en su viaje a ninguna parte, al final se postula como una más entre tantas que componen "la música de la vida" (p. 233).

El presente narrativo se sitúa en una noche, la última en la existencia del anónimo narrador, quien, en la habitación de un hospital, cuenta su vida en un monodiálogo tragicómico dirigido a una mujer que lo escucha en silencio. De acuerdo con esta subjetiva rememoración del pasado la novela está compuesta en siete capítulos sin título ni numeración, divididos en secuencias también sin numerar. Lo cual favorece la natural asociación de los recuerdos en fragmentos separados por espacios en blanco que permiten pausas al lector pero sin marcar divisiones tajantes en el espontáneo fluir de la memoria. Como el pasado de este narrador de clara estirpe kafkiana no aporta grandes sucesos que contar, sus aventuras transcurren a la vuelta de la esquina en cualquier momento y lugar soñados en su vida diaria. Es un antihéroe y su destino es el fracaso. Pero en su experiencia ha conocido historias de otras vidas que va recordando. Estas narraciones intercaladas dan variedad a la novela y aportan el interés de otras peripecias que suplen las carencias del protagonista y ofrecen un trampolín para el despliegue de la comicidad y el humor. Como en los modelos clásicos (El Quijote o Niebla), las historias interpoladas ilustran momentos, ansias y sueños del protagonista, un hombre inseguro y desorientado, muy representativo de las contradicciones de los seres humanos de nuestro tiempo, condenados a una solitaria épica de la derrota. Si este individuo ha sido botones, periodista en una revista de su barrio madrileño de Chamberí y tendero con una papelería, habiendo querido ser pastor ("sin nada que guardar", pág. 152), jubilado joven u otras posibilidades sin algo que hacer, su vida resulta complementada por la de otros protagonistas de historias intercaladas, como la del nómada con vocación de sedentario en contraste con el fontanero impostor que cambiaba de barrio pero sin llevar herramientas. Otras historias descubren una explícita inspiración cinematográfica y literaria. En todas ellas, en la ductilidad narrativa con que se suceden y entretejen en la existencia gris del protagonista radica lo mejor de esta novela, escrita more unamuniano "a lo que salga", con hábil manejo de la oralidad y amplio despliegue del humor.