Image: Sobre ascuas

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Novela

Sobre ascuas

José Luis de Juan

15 marzo, 2007 01:00

José Luis de Juan. Foto: Domenec Umbert

Destino. Barcelona, 2007. 258 páginas, 19’50 euros.

José Luis de Juan (Palma de Mallorca, 1956), finalista del Nadal 2002 con Kaleidoscopio, se adentra en Sobre ascuas, su sexta novela publicada, en el complejo tejido de las relaciones humanas y la búsqueda de identidad en un ambiente recreado en la situación extrema en que se hallan unas gentes aisladas en un lugar fuera del mundo. Es la isla de Sucre, antaño habitada por corsarios franceses, uno de los cuales hizo levantar la Torre de Montaigne, en honor del creador del ensayo moderno. En los años 40 fueron recluidos allí por el régimen de Franco algunos huérfanos de la Guerra Civil que, por su orfandad o por su minusvalía, no estaban capacitados para salir adelante en la lucha por la vida en la posguerra.

Algunos de aquellos niños y adolescentes murieron, otros tuvieron hijos en esta isla sin playas. Muchos años después un joven abogado, hastiado de su trabajo en un bufete y con vocación de escritor, acepta la plaza de director de aquel Centro de Asistidos, donde conviven antiguos huérfanos ahora ya viejos, algunos de sus descendientes y el personal encargado del funcionamiento, formado por maestras, pedagogo, médico, psicólogo y psiquiatra, además de un director de talleres y el administrador. El nuevo director es el narrador y protagonista de una experiencia inquietante que lo lleva a descubrir su propio origen.

ésta la única luz que el narrador y protagonista encuentra en aquel espacio agobiante. Todo lo demás configura un microcosmos dominado por la incertidumbre y el desasosiego. Así, en el tiempo que va desde su llegada en octubre y la catástrofe final en diciembre, el nuevo director va descubriendo en aquel tenebroso lugar, asfixiado por una atmósfera que dificulta la respiración y amenazado por bandadas de estorninos y gaviotas, una humanidad degradada que da rienda suelta a sus más bajas pasiones de modo salvaje, desde un chico que frota sus testículos contra la corteza de un peral hasta el oligofrénico que pasa su pene por la cara de las niñas.

La irrupción de la muerte y el conocimiento de algunas violaciones completan este panorama desolador en aquel microcosmos de relaciones humanas pervertidas por el sexo grotesco, salvaje o violento entre unos personajes deformados por la animalización estilística de acuerdo con sus taras físicas o psíquicas. La envoltura simbólica de la novela se intensifica conforme avanza el relato. Empieza por los elementos externos, físicos, desde la densidad del aire y el cerco de acantilados que aíslan el rocoso islote y su bosque interior hasta el ruido ensordecedor de los estorninos, pasando por el azote de tormentas. Las fuerzas de la naturaleza propician el desquiciamiento de la ya de por sí poco equilibrada conducta de estas criaturas arrastradas por sus fantasmas interiores más o menos irracionales en aquella delirante soledad. El simbolismo se com-pleta en el trágico final. Entre interrogantes y enigmas sin resolver, los viejos rencores familiares y las animalizadas pasiones desatadas por aquellos extravagantes personajes, entre los que conviven con callada violencia adolescentes y adultos, tarados psíquicos y gente normal, se desbordan las fuerzas de la naturaleza para aplicar su castigo por medio de un huracán, anunciado por la invasión de estorninos y seguido de un tornado que arrasa la isla y obliga a la evacuación de los supervivientes. Y así, del mismo modo que las tormentas infunden miedo pero limpian el aire, la novela desarrolla una monstruosa experiencia cuyo interés radica en su viaje interior por los miedos más atávicos y las pesadillas de la condición humana.