Image: Los clamores del silencio

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Novela

Los clamores del silencio

Mercedes Salisachs

24 enero, 2001 01:00

Plaza & Janés. Barcelona, 2000. 233 páginas, 2.700 pesetas

La fuerza del relato no reside tanto en el repaso a la evolución de las mentalidades en nuestro siglo como en la creación de un modelo de mujer

ésta es la historia de una mujer dispuesta a pensar en su vida, a ajustar culpas y cuentas con el recuerdo. Pero no es una historia de reproches acumulados para componer un vaciado y construir sobre el olvido. Al contrario: desde la serenidad de la experiencia comprueba esta mujer que a través de ellos se fortalece, que con ellos defiende su soledad y de ellos aprende a medir las pasiones, a relativizar errores. Escuchando su largo monólogo cualquiera podría relacionarlo con el extenso hilván de recuerdos con que "Menchu" ocupó las "cinco horas" que estuvo frente al cadáver de "Mario". Pues también este soliloquio -dirigido a dos destinatarios- se sirve de ese esquema narrativo cuya fórmula logra un discurso intenso y eficaz a la hora de dosificar escenas que permanecen nítidas en el fondo de la memoria. De su empeño se desprende no la clara intención crítica que presidía aquella novela, sino la de componer una atmósfera, unas voces y unos rostros que den vida al retablo de mentalidades convencionales de vivir una relación que en lugar de afrontar sus escollos los evitan.

Por otra parte "Sagra" -Sagrario Martínez para más señas- sólo comparte con el personaje de Delibes la postura frente a lo que ella entiende, desde la vejez y frente a la ausencia de Jaime y Juan Luis, ya muertos, como un "balance". Eso le empuja a vomitar con coherencia y fluidez su historia de joven y eficiente secretaria a la que su jefe, un hombre mayor que ella y de muy distinto rango social, seduce y con el que contrae matrimonio; su tropiezo con ese mundo lleno de "esnobismos y veleidades", con una suegra imperativa y absorbente que le impone las exigencias de su nuevo estatus, con las culpas derivadas de su incapacidad para redondear el matrimonio con un hijo; y su enamoramiento progresivo de otro hombre que representa todo lo que le niega la relación con su marido. Pero todo esto aparece adobado con materiales bien administrados para lograr los efectos de intriga y sorpresa perseguidos por esta clase de ficciones. En tales recursos no sólo no defrauda esta autora, a quien sigue un amplio público conquistado tras una carrera larga y prolífica, y a quienes hay que advertir que esta novela es una encerrona de la que saldrán satisfechos. Por la habilidad que de nuevo demuestra al yuxtaponer, con su habitual tono lírico, narración y reflexión. Y es que la fuerza de este relato no reside tanto en el repaso a la evolución de las mentalidades en nuestro siglo como en la creación de un modelo de mujer que ejemplifica la percepción de esos cambios.
Quizá alguien recuerde no a otra mujer, sino las palabras que Antonio Tabucchi, ponía en un viejo y experimentado personaje; "hay personas que esperan cartas desde el pasado, cartas que nos expliquen un tiempo de nuestra vida que nunca entendimos, que nos den una explicación [...] que nos haga aprehender el significado de tantos años". Así le ocurre a "Sagra". Eso le permite "esperar cartas del futuro".