Image: La transformación del mundo

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Ensayo

La transformación del mundo

Jürgen Osterhammel

11 marzo, 2016 01:00

El autor analiza el siglo en el que nació el mundo moderno, de la industria a la religión, pasando por el trabajo y las ciencias

Traducción de Gonzalo García. Crítica. Barcelona, 2016. 1.608 páginas, 45'60€

Tomemos como referencia un lector que, sin saber nada, se topa con este libro en el escaparate o la mesa de novedades de una librería. Le sorprenderá por encima de todo las proporciones del volumen: le bastará ojearlo para cotejar que consta de más de 1.600 páginas (densas, bien aprovechadas), de las que notas y bibliografía ocupan 250, es decir, solo ellas tienen una extensión semejante a más de la mitad de los libros que hoy se publican. Si además nuestro hipotético lector es amante o aficionado a la historia comprobará con sorpresa y admiración que semejante tocho, que se presenta desde la portada como "el Braudel del siglo XIX" o "una historia global" de dicha época, está escrito por un único autor, un profesor de historia de la Universidad de Konstanz cuyo nombre, Jürgen Osterhammel (Wipperfürth, 1952) apenas le dirá nada pero que, a partir precisamente de esta publicación, habrá que mencionar como uno de los más interesantes teóricos que han propuesto una interpretación global de la historia contemporánea del mundo.

De esto se trata precisamente. Nada más y nada menos. Comienza diciendo Osterhammel que toda historia "tiende a ser historia universal" pero, pese a ello, la decisión de escribir historia universal constituye de facto tan solo "una de las posibilidades del análisis histórico". En el fondo no podría ser de otro modo, pues la construcción de una historiografía universal exige una determinada "organización central de las preguntas y los puntos de vista, las materias y las interpretaciones". ¿Puede afrontar tan hercúlea tarea un historiador individual en vez de un equipo? Osterhammel plantea de modo explícito la cuestión para dar obviamente una respuesta positiva: argumenta que es preciso dotar de sentido unitario a la mencionada interpretación global. No es indispensable para ello un narrador omnisciente sino alguien capaz de captar las proporciones y de mantener siempre una sólida base documental.

Es verdad que no es Osterhammel el primero que asume el reto. De hecho, las primeras páginas de su introducción se consagran a establecer las coincidencias y discrepancias con otro gran historiador, Christopher Bayly, autor de El nacimiento del mundo moderno (S. XXI, 2010). La comparación es cualquier cosa menos accidental. No porque sean trabajos antitéticos sino más bien lo contrario, porque este que comentamos constituye "una alternativa emparentada en su espíritu" y coincide por tanto en su ambición, en su concepción de una historia integral que supere las limitaciones y compartimentos clásicos y en varios aspectos más que, aunque no menores, no pueden detallarse en una breve reseña. En otras múltiples facetas los dos libros adoptan perspectivas disímiles y muestran intereses diferenciados: grosso modo, Bayly prima el nacionalismo, la religión y las "prácticas corporales", mientras que nuestro autor atiende más a migraciones, economía, medio ambiente, política y ciencia.

Una de las primeras cosas que sorprenderá al lector no avisado es que ni el índice ni la estructura o desarrollo de la obra se encadenan a delimitaciones cronológicas estrictas. Osterhammel rechaza el largo siglo XIX convencional (1780-1914) y aboga por unos márgenes flexibles que tienen su centro de gravedad entre 1860 y 1880. Esa peculiaridad en la concepción temporal halla su correspondencia en una alteración equivalente del espacio tradicional. No nos referimos solo a que Europa u Occidente dejan de ser el foco, sino que, más allá de cualquier veleidad eurocéntrica, el mundo que diseccionan estas páginas carece de eje reconocible. Ello le permite al historiador activar "un juego deliberado con la relatividad de los puntos de vista". El resultado para los lectores no avezados puede ser tan deslumbrante como perturbador. No es, ni mucho menos, un libro fácil. Además, un lenguaje muy elaborado, con múltiples precisiones conceptuales, se recrea en continuas comparaciones y despliega tan ingente cantidad de datos, nombres y fechas que la lectura se hace con frecuencia tan sugestiva como francamente ardua.

La primera parte de la obra, "Aproximaciones", la más breve, se articula en tres capítulos de carácter inequívocamente introductorio: "Memoria y observación de sí mismo. La perpetuación del siglo XIX en los medios de comunicación", "Tiempo" y "Espacio". Precisamente el carácter y sentido de estos dos últimos capítulos ya de por sí descolocará a algún lector, pues tratan de responder a preguntas en apariencia tan chocantes como "¿Cuándo fue el siglo XIX?" y "¿Dónde se encuentra el siglo XIX?". La segunda parte, "Panoramas", la más amplia con diferencia, consta de ocho capítulos. Osterhammel comienza con cuestiones demográficas, sigue con estándares de vida, se detiene en el papel de las ciudades, reflexiona sobre la importancia de las fronteras, disecciona los diversos imperios en su dinámica y configuración interna, analiza los diversos conflictos bélicos, traza la estela de las revoluciones "de Filadelfia a San Petersburgo pasando por Nankín" y, en fin, se zambulle en los debates sobre el papel de los Estados en un período marcado por la fiebre nacionalista. La tercera parte, "Temas", examina en otros siete capítulos cuestiones más específicas que operan como casos que ilustran los argumentos más generales desarrollados con anterioridad. Por decirlo brevemente, constituye el paso de la síntesis al análisis: los temas que aquí se tratan van de la industria a la religión, pasando por el trabajo, las comunicaciones, las clases sociales, las ciencias y los problemas étnicos. Hoy día los conceptos de globalidad y globalización están en boca de todos, sin que esta inflación se traduzca muchas veces en superación efectiva de visiones particularistas y actitudes provincianas.

El libro de Osterhammel es, en el terreno que le es propio, la historia, un ensayo espléndido que intenta llevar hasta sus últimas consecuencias esa perspectiva global, una comprensión unitaria del mundo durante un siglo crucial. Frente a las parcelaciones tradicionales y enfoques consabidos, apuesta por integrar lo heteróclito. Desconcierta porque rompe con lo establecido. Abruma con su erudición. Admira por su brillante fusión de teoría y material empírico, de reflexión general y datos concretos. Pocas veces se dirá con tanta razón que estamos ante una obra imprescindible.