Image: Mi idea de Europa

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Ensayo

Mi idea de Europa

Felipe González

5 noviembre, 2010 01:00

Felipe González. Por Christian Maury

RBA. Barcelona, 2010. 253 páginas, 20 euros


Reconozco que los libros escritos por políticos rara vez me atraen. Su lenguaje estereotipado que procura soslayar los problemas hace ya bastante aburridos los telediarios como para encima leerlos. ¿Será diferente en este caso? Desde la portada, la mirada incisiva y la sonrisa apenas esbozada y levemente irónica de Felipe González (Sevilla, 1942) nos recuerdan su indudable talento, pero la contraportada es como para dejar el libro en la estantería, por las banalidades que parece prometer. Expresiones como "el equilibrio entre el desarrollo económico, social y cultural" suenan decididamente a programa electoral. Una rápida ojeada al libro confirma los temores, pues es obvio que se trata de un conjunto de textos independientes ensamblados de manera que los mismos temas aparecen una y otra vez sin ser abordados nunca en profundidad. ¿A la estantería pues con él? No lo haga, pues resulta que González se enfrenta a los problemas de Europa con una radicalidad insólita en un político.

Al tratarse de una recopilación de textos en su origen independientes cabe suponer que cada lector hará su propia selección. Si acierta, puede leer algunas páginas excelentes y mi recomendación es no prescindir de los cuatro capítulos cuyos títulos aluden a los desafíos de la Unión Europea, a economía y globalización, a revolución tecnológica y educación y a política exterior. Su idea central es que, en el marco de la creciente competencia internacional que implica la globalización, las sociedades europeas han de cambiar de rumbo para hacer frente a los nuevos desafíos y que para ello la potenciación de la Unión Europea representa un instrumento esencial. El primer desafío es de carácter económico y tecnológico. Los objetivos fijados en la agenda de Lisboa en el año 2000 no se están cumpliendo y estamos perdiendo posiciones en el terreno de la innovación tecnológica, al tiempo que nos resulta difícil competir con los países emergentes, con menos costes, en el terreno de la producción industrial convencional. El segundo desafío es el energético. Dependemos de las importaciones de petróleo y gas, que probablemente se van a encarecer, somos incapaces de crear una política energética común europea, que nos daría fuerza frente a nuestros suministradores, y no reconocemos la indispensable aportación que supone la energía nuclear. Y el tercer desafío es el de la supervivencia de nuestro Estado del bienestar, que es el mejor del mundo, pero que puede resultar insostenible, por lo que, como advierte González, no sólo hay que eliminar abusos, que los hay, sino que es necesario incrementar nuestra competitividad para poder financiarlo.

El problema se complica por un factor demográfico, el envejecimiento de Europa, pero González no profundiza en el tema. Parece que preconizar una recuperación de la natalidad sigue siendo tabú. Lo cierto es que de momento sólo la inmigración ha podido paliar los problemas que el envejecimiento plantea a nuestro modelo social. Por otra parte los movimientos migratorios son inevitables en un mundo globalizado, así es que se plantea el desafío de cómo hacer compatible la integración de los inmigrantes con el respeto a su identidad cultural. Otro gran desafío se sitúa en el terreno educativo, en el que Felipe González subraya dos grandes limitaciones del modelo europeo. Por un lado el número de centros de excelencia es muy pequeño en comparación con el que ofrecen las grandes universidades americanas y, por otro, no se promociona el espíritu emprendedor como se hace al otro lado del Atlántico. Lo cual no es tanto un problema del sistema educativo como de la sociedad en general y de las familias en particular.

No menos provocativo respecto a la cultura convencional de izquierdas resulta el ex presidente al abordar los problemas de la política exterior y de seguridad europea, que sigue sin despegar. Europa no tendrá una influencia en los asuntos mundiales proporcional a su potencia económica si no se dota de una política exterior común, apoyada en una política de defensa capaz de situar cien mil efectivos en aquel lugar del mundo en que sea imperativo salvaguardar la paz. En definitiva, como le dijo en una ocasión Deng Xiaoping a González: "Ustedes, los europeos, que son tan poquita gente, ¿por qué no se ponen de acuerdo?".

Como complemento a este análisis sobre la actualidad europea, Ariel acaba de recuperar La Europa de las cinco naciones, de Luis Suárez, en el que el historiador recorre su pasado, desde la Edad media hasta finales de la segunda guerra mundial, a través de los avatares de Inglaterra, Francia, Alemania, España e Italia.