Image: Madame de Staël. Diez años de destierro

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Ensayo

Madame de Staël. Diez años de destierro

Madame de Staël

10 abril, 2008 02:00

Retrato de Madame de Staël

Traducción de Laia Quílez y Julieta Yelin. Lumen. Barcelona, 2008. 352 páginas, 19 euros / De la influencia de las pasiones. Trad. David Marín Hernández. Berenice. Córdoba, 2008. 300 páginas, 20 eu

Madame de Staël (1766-1817) es uno de esos genios literarios cuya obra queda eclipsada por su grandiosa peripecia biográfica. Puesto que sus escritos siempre trataron de esclarecer su época, conviene, con motivo de la publicación de Diez años de destierro (Lumen) y De la influencia de las pasiones. Reflexiones sobre el suicidio (Editorial Berenice) enmarcarla en un fin de siglo XVIII que preludiaba grandes cambios. Saint-Beuve la retrata como una gran oradora cuyo brillante discurso contagiaba el fluir de su pluma: "escribiendo, ella sigue conversando".

Heredera de los enciclopedistas, divulgadora del romanticismo alemán en Francia, desde niña participó en el salón literario de su madre, midiendo su talento con Diderot, D’Alembert, Buffon o Madame du Deffand. No es extraño, pues, que Anne-Louise Germaine Necker, nacida en París en 1766, hija del matrimonio suizo Suzanne Curchod y Jacques Necker, banquero y ministro de Finanzas de Luis XVI , educada en latín, griego, retórica y literatura, se moviera a sus anchas entre políticos, filósofos y escritores de toda Europa.

La imposición de una boda pactada con un hombre que le doblaba la edad, el barón Magnus de Staël-Holstein, embajador de Suecia en Francia, no impedirá a Madame de Stäel participar en los debates prerrevolucionarios con los políticos y pensadores de su tiempo, reunidos ahora en su salón de la rue du Bac y más tarde en el castillo familiar de Coppet. La joven que a los 20 años había escrito Sofía o los sentimientos secretos y las Cartas sobre las obras de Jean-Jacques Rousseau, apoyó la primera fase de la Revolución Francesa. Fue partidaria de la Declaración de los Derechos del Hombre, de la Asamblea Constituyente y de limitar el despotismo monárquico; pero en 1793, previendo el camino del terror que tomaban los acontecimientos, se instala en Inglaterra, en compañía de Narbonne, Talleyrand y Montmorency, y publica sus Reflexiones sobre el proceso de la Reina, denunciando las injusticias cometidas contra Maria Antonieta. Reabrirá su salón parisino en 1795, unida ya sentimentalmente al escritor y político Benjamin Constant. Poco faltaba para que comenzase la vorágine de un enfrentamiento continuo con el poderoso Napoleón Bonaparte, coronado en 1799 como Primer Cónsul de la República Francesa. En la biografía de Staël de Joseph Turquam se afirma que, inicialmente, el entusiasmo de Madame por Napoleón fue tan intenso, como más tarde sería su odio. Lo cierto es que Napoleón, quien sólo soportaba a las mujeres calladas, la detestaba, y quiso alejar de París a esta mujer inteligente, cultivada y muy rica, con mucha influencia en los círculos intelectuales, e involucrada en la alta política.

La intensidad de este desprecio mutuo es el entramado de Diez años de destierro. La lectura de la primera parte ofrece una idea coherente de cómo se fraguaron las relaciones entre aquellos dos seres en los vaivenes de la ascensión de Bonaparte, y de qué modo inevitable se produjo la caída en desgracia de Staël y la censura de sus libros. Madame utilizará su estilete descriptivo para realizar un retrato más que siniestro de Bonaparte: "desde siempre su talla ha sido innoble, su alegría vulgar, su cortesía -cuando la tenía- torpe, su modo de ser grosero y rudo, sobre todo con las mujeres". Traza el perfil de un manipulador sin escrúpulos, arribista, inculto, acomplejado, cruel y cínico. "Se servía de palabras pomposas en lugar de aquellas que hubiera deseado usar: sois unos miserables y os haré fusilar si no me obedecéis".

En la segunda parte, relata su exilio por diversos países de Europa. Visiones de Rusia, Finlandia, Austria o Polonia: hablará más de las sociedades que la acogen que de sí misma, con la mirada puesta en un mundo que se desintegraba para dar paso a una nueva época.

Sus reflexiones sobre la infelicidad de los seres en De la influencia de las pasiones, nos delata a una escritora moderadamente pesimista, que analiza a los individuos en relación con lo social. En los análisis que dedica al amor por la gloria, a la vanidad, o al espíritu de partido encontrará el público de hoy conclusiones aplicables a nuestros días. Se unen en esta edición sus Reflexiones sobre el suicidio, escritas diecisiete años más tarde, como "corrección" a ideas anteriores demasiado audaces sobre el sufrimiento.

Con una admirable lógica, y aunque con más sentido común que método, Staël exploró los recovecos psicológicos avant la lettre, de unos seres marcados por la Historia europea entre dos siglos decisivos.