Image: Historia de España siglo XVIII. La España de los Borbones

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Ensayo

Historia de España siglo XVIII. La España de los Borbones

Ricardo García Cárcel (coord.)

10 julio, 2002 02:00

Vicente López, "Visita de Carlos IV a la Universidad de Valencia" (1802)

Cátedra, 2002. 411 págs., 24’75 euros. Pablo Fernández Albadalejo (ed.): Los borbones. Dinastía y memoria de nación en la España del siglo XVIII. Marcial Pons-Casa de Velázquez, 20

Renovando una fórmula que consagró como referencia Pío Zabala hace tres cuartos de siglo los Borbones vuelven a servir de falsilla para el estudio de la Historia de España, dejando ver lo lejos que empiezan a quedar los modelos analíticos centrados en fuerzas sociales y dinámicas económicas.

Si las personalidades que la historia social y económica echó por la puerta de las explicaciones estructurales entran ahora por la ventana del agotamiento de los enfoques y del individualismo metodológico, es porque con ellas se reafirma la historia política en todas sus dimensiones, y estos dos libros lo ponen claramente de relieve.

García Cárcel coordina un volumen con ambición de síntesis respecto a un período en el que una investigación constante demuestra lo mucho que tienen siempre de provisional las conclusiones de los historiadores. Los borbones españoles del siglo XVIII, padre, hermanastros, nieto, no podrían bajo ningún concepto estimarse como hombres preclaros o atractivos. Aquejados todos de inestabilidad temperamental, en Felipe V y Fernando VI gravemente patológica, sus limitadas dotes y la tendencia a la centralización y personalización del poder propia de su época, hizo que sus reinados (con excepción del contumaz viudo Carlos III) fueran auténticas diarquías como con acierto explica Virginia León respecto a Felipe V, dado lo estrecho de su sometimiento a sus respectivas esposas: Farnesio, Braganza y Parma. Desarticulado el sistema de consejos en favor del de secretarías, y sin reyes de personalidad consistente y proyectos claros, la política interna fue un infierno de intrigas para suplantar al ministro en cada momento favorecido por la confianza real, y en ello el círculo del heredero (Fernando VI, Carlos IV) jugó un constante papel perturbador. Más que echar en falta continuidad en las políticas y logros en las reformas habría que admirar que pudiera hacerse lo que se hizo en esas condiciones. García Cárcel, volviendo sobre algo de lo que recientemente ha escrito, introduce el período y traza, sobre la base de la iconografía y etopeyas, la semblanza de cada monarca, además de resumir la historiografía a él dedicada. Virginia León estudia el reinado de Felipe V, Jaime Tortella el de Fernando VI y Luís Roura los de Carlos III y Carlos IV; Tortella resume los aspectos propios de la sociedad y de la economía y Bernardo Hernández hace el balance cultural. No hay grandes originalidades de contenido o enfoque, pero sí un resumen asequible y útil para estudiantes.

El volumen editado por Fernández Albadalejo contiene las ponencias presentadas a un simposio reunido con ocasión del bicentenario de la entronización de la dinastía en 2000, una veintena de textos más o menos centrados en diferentes aspectos de aquel acontecimiento, del contexto internacional a su función de vertebración nacional y su crisis en 1808. No hay exceso en decir que entre ellos se encuentran algunos de los trabajos más inteligentes y documentados que últimamente se haya podido leer desde ángulos distintos de la cuestión del austracismo, es decir, de una visión constitucionalista dudosamente conciliable con los vientos absolutistas (o sea de expansión fiscal) de comienzos del siglo XVIII y que los decretos de Nueva Planta barrerían. Además de la frustración de las élites antiborbónicas, especialmente de la Corona de Aragón, y una cuasificción historiográfica de reciente construcción, el austracismo legó una bibliografía polémica y doctrinal que dio sus últimos frutos hacia 1725 y de la que aquí se hace abundante uso. Eso permite acercarse a uno de los varios "discursos", es decir, construcciones conceptuales y retóricas para hacer política, propios del momento y verlo en su concurrencia con otros, por ejemplo los del patriotismo y su polisemia que disecciona el propio editor o el de los primeros gérmenes del nacionalismo moderno que aísla David Bell para Francia, junto a otros más clásicos como el monarca paternal que examina Pedro Cardim para el caso de Portugal o el no siempre convencional de las alianzas internacionales de que se ocupa Ozanam. No es todo lo que cabe encontrar en este libro pero sí es de lo mejor, siendo todo excelente.