De izquierda a derecha: póster del estreno de 'Carmen' en 1875, Clémentine Margaine en la versión de Calixto Bieito en el Liceu (2024) y Penélope cruz en 'Vicky Cristina Barcelona' (Woody Allen, 2008)

De izquierda a derecha: póster del estreno de 'Carmen' en 1875, Clémentine Margaine en la versión de Calixto Bieito en el Liceu (2024) y Penélope cruz en 'Vicky Cristina Barcelona' (Woody Allen, 2008)

Letras

España en la mirada foránea, del exotismo al disparate: libros y películas que moldearon nuestra identidad

El romanticismo de Irving, la pasión española de Hemingway, la incursión de Woody Allen... Las visiones de los creadores extranjeros sobre nuestro país.

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Hay que remontarse al siglo XVI para situar el origen de la leyenda negra con la que desde entonces carga nuestro país. Ya en los grabados del artista belga Theodor de Bry, que nos dibujó con uñas demoníacas, los españoles comían perros, serpientes, cocodrilos y alimañas.

La interpretación extranjera de la historia de España ha sido vivero de múltiples tópicos acerca de nuestra idiosincrasia. Estereotipos en los que, hasta la actualidad, han incurrido múltiples creadores foráneos.

Hasta el siglo XIX en Europa nos siguen considerando un país atrasado y violento, la antítesis de la sofisticación intelectual que promociona la burguesía ilustrada desde el final de la Revolución Francesa.

Los escritores románticos transforman el estigma que nos asocia a la Inquisición y el imperialismo, pero no dejan de perpetuar clichés. Hans Christian Andersen (Viaje por España), Lord Byron (Don Juan), George Borrow (La Biblia en España), Théophile Gautier (Viaje por España y Militona) y Richard Ford (Manual para viajeros por España y lectores en casa), entre otros, se acercan a nuestro país fascinados por nuestra historia, pero sucumben a la mirada exotizante.

Washington Irving insiste en reflejar la impronta orientalista de la Granada andalusí para lograr la pulsión evocadora de los Cuentos de la Alhambra, mientras que Merimée se ocupa en Carmen del impetuoso carácter español a través de la gitana, sensual y volcánica, y el bandolero apasionado.

Andalucía ha sido el gran foco de interés fuera de España, pues concentra nuestras tradiciones más pintorescas

Andalucía ha estado siempre en el centro de la mirada exterior, pues concentra nuestras tradiciones más pintorescas –los toros, el flamenco, etc.–, lo que ha propiciado acercamientos a menudo simplistas. Según Operabase, cuatro de las diez óperas más representadas en el mundo están ambientadas en Sevilla: Carmen, de Bizet; El barbero de Sevilla, de Rossini; y Las bodas de Fígaro y Don Giovanni, de Mozart.

En el siglo XX, la identidad española saltó a la gran pantalla. En 1929 la revista El Cine denunciaba en un editorial el sesgo folclórico de películas producidas en el extranjero como Rosa de Flandes, Mantón de Manila, Rosita, la cantante callejera y El león de Sierra Morena. "No es ni una caricatura, ni una aproximación siquiera. Es burda invención", escribió, además, el influyente crítico Luis Gómez Mesa.

Resulta que la "españolada" no es un término incubado en nuestro país al calor del landismo –el cateto persiguiendo suecas encantadas con el sol, la playa, la paella y la fiesta–, sino que remite a la mirada esquemática –muy anterior– que sobre España se arrojaba desde fuera.

Lo demuestra una crítica de 1928 publicada en la revista La Pantalla sobre la adaptación al cine de la novela Sangre y arena de Blasco Ibáñez, dirigida por Fred Niblo: "¿Y cómo rechazar la España de pandereta de los extranjeros, si somos nosotros los primeros en producir españoladas?".

La Guerra Civil contribuyó al mito del español combativo –y, en consecuencia, rudo, fanático…–, pero del conflicto también germinaron grandes obras extranjeras –Homenaje a Cataluña, de Orwell, que inspiró el guion de Tierra y libertad (Ken Loach), y Por quién doblan las campanas, de Hemingway–, mientras que el franquismo fue responsable de que buena parte de la sociedad española asumiera las etiquetas que nos asignaban fuera.

Durante el desarrollismo de los 60, la política económica orientada al reclamo turístico –Spain is different– promovió la imagen caricaturesca de nuestro país a través de la "fiesta nacional" (toros) y la "canción española" (copla). Pasamos a producir películas como La ciudad no es para mí, que, alineadas moralmente con el régimen, trivializaban el analfabetismo desde la condescendencia, así como las protagonizadas por Lola Flores, Carmen Sevilla o Manolo Escobar, que reforzaban el tipismo andaluz.

No contribuyó esto a que la visión de España mejorara entre los creadores foráneos, habitualmente propensos a la sinécdoque –el todo por la parte– en sus retratos. Desde Hemingway, gran admirador de nuestra cultura, que no pudo resistirse a resaltar en su novela Fiesta el borboteo de vino y sangre en San Fermín, hasta el iraní Ashgar Farhadi, que en su película Todos lo saben vincula el medio rural con la crónica negra, pasando por Woody Allen, que celebró el cosmopolitismo de la ciudad condal en Vicky Cristina Barcelona, pero reservó a Penélope Cruz, la chica española del trío protagonista, un temperamento ciclotímico que nos recuerda a Carmen.

Con todo, uno de los casos más exacerbados corresponde a la segunda entrega de Misión imposible. Ethan Hunt (Tom Cruise) se encuentra en Sevilla con una procesión de Semana Santa en la que aparecen falleras, los costaleros visten como los corredores de encierros en Pamplona y las imágenes de los pasos se queman como ninots. No es el único caso en el que Hollywood ha malinterpretado nuestra cultura, desde el disparate o desde la hispanofobia.

No obstante, Gerald Brenan renunció a exprimir los tópicos en la rural Al sur de Granada. Tampoco lo hizo Colm Tóibin en su Homenaje a Barcelona ni el nobel Peter Handke en su libro de viajes Por la Sierra de Gredos. El poeta Robert Graves escribió también un puñado de textos, reunidos en ¿Por qué vivo en Mallorca?, a modo de homenaje. Por supuesto, hubo quien se acercó a España desde la conciencia de su complejidad, con absoluto respeto, afinando el trazo.