Mircea Cartarescu. Foto: Sara Fernández

Mircea Cartarescu. Foto: Sara Fernández

Letras

Mircea Cartarescu: "Todos somos un relato: una pizca de sentido en el caos"

Conversamos con el autor rumano más destacado de nuestros días, eterno candidato al Premio Nobel, que lanza en España 'Los conocedores'.

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Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) ha pasado de ser un autor de culto para iniciados en España a gozar de una enorme popularidad gracias a novelas como El ruletista, Nostalgia, Solenoide, Theodoros y la trilogía Cegador. Quizá por eso para él nuestro país es tan especial.

“Sí, lo es como espacio cultural y como mundo cultural o, mejor dicho, como una mezcla inseparable entre ambos. He viajado mucho, geográfica y culturalmente entre sus portentos; he leído sus ciudades, sus gentes y sus paisajes y he recorrido con los pies sus libros, su pintura y su música, desde Salamanca a Quevedo y desde Velázquez a Córdoba", afirma el escritor.

"Es el lugar del mundo en el que más visibilidad tienen mis libros, en el que siento que más me quieren los lectores", continúa Cartarescu. "Les estoy muy agradecido por ello y espero no decepcionarlos jamás”.

Pregunta. Menciona a Quevedo, pero ¿y Cervantes? ¿No le ha influido El Quijote, una novela en la que ficción y realidad a menudo se confunden, como ocurre en muchas de sus propias novelas?

Respuesta. Yo también reescribo a Don Quijote con sus propias palabras, como el Pierre Menard de Borges, lo reescribo en cada página de ficción que creo. Porque siento que esa es su gran lección: la liberación de la imaginación. “Nuestra fe es locura para los demás”, decía san Pablo, y Don Quijote es la encarnación más pura de la fe como locura divina. Es el motivo por el que es inmortal e irreductible.

Cartarescu. Foto: Sara Fernández

Cartarescu. Foto: Sara Fernández

P. Nos visita en vísperas de la concesión del Premio Nobel, y de nuevo figura como uno de los favoritos. ¿Le obsesiona ganar el premio?

R. Yo solo estoy obsesionado con mi escritura, una obsesión real, de toda una vida. De hecho, ni siquiera podría afirmar que estoy obsesionado con mi escritura, es mucho más y algo distinto. Una pluma no está obsesionada por su escritura. Es tan solo un instrumento en la mano de alguien que escribe a través de ella. Puesto que es una pluma, escribe. Para eso fue creada.

»Los premios literarios tienen sentido y no seré yo quien los desprecie. Son maravillosos siempre que vayan acompañados de respeto y admiración. En el caso del Nobel hay dos cuestiones distintas. La primera es ser considerado digno de él, lo cual ya es un honor. La segunda es recibirlo, lo cual es buena suerte. Me temo que, como en el caso de mi Ruletista, la fortuna no es mi especialidad.

P. Hace poco pasó tres meses en Nueva York, mientras daba clases en la Universidad de Columbia. ¿Qué queda de la ciudad que usted vio por primera vez en 1990, a los 34 años, cuando pudo abandonar Rumanía por primera vez?

R. Al igual que París o Venecia, Nueva York nunca cambia de verdad. Porque, más que una ciudad, es un mandala. Sin embargo, desde nuestro primer encuentro hace treinta y cinco años, para mí ha perdido poco a poco su brillo, tanto por culpa del tiempo transcurrido, de su erosión implacable, como por culpa, sobre todo, de las personas.

» La ciudad es la misma, la gente ya no es la misma. Odio, discordia, miedo, agresividad, esa es la nueva atmósfera de Nueva York, al igual que, por desgracia, de toda Norteamérica en nuestra época. La tierra prometida para todos nosotros, durante dos siglos, es ahora la tierra de la discordia.

P. ¿Y qué permanece en su Bucarest, y en las instituciones culturales rumanas, de la dictadura de Ceausescu?

R. Mucho y al mismo tiempo muy poco. Es como la Guerra Civil en España: una herida sin cerrar para unos, un olvido profundo para otros. El tiempo parece ser un medio cada vez más opaco, un espejo cada vez más deforme en el que cada uno ve solo lo que le conviene: unos ven los horrores de la dictadura, otros sienten nostalgia por una época en la que, como en Cuba, todos tenían trabajo (pero salarios míseros), los hospitales eran gratuitos (pero morías sin remisión), se construían viviendas (que se derrumbaban con el primer terremoto).

»Bucarest fue destruida por el comunismo y ha sido destruida a su vez por el capitalismo salvaje posterior. Hoy es una ciudad vitalista, llena de turistas ruidosos, una especie de Ibiza que me repele cada vez más. De hecho, he escrito mucho sobre Bucarest no para celebrarlo, sino para inventarlo.

P. Impedimenta acaba de publicar Los conocedores. ¿Qué relación tienen los tres relatos del libro con otra de sus grandes obras, la trilogía Cegador?

R. Los conocedores no es un libro independiente, sino la quintaesencia de la trilogía Cegador, una especie de tráiler que incluye lo que yo considero la parte mejor escrita de cada volumen. Lo publiqué a instancias de mi editor rumano para hacer más fácil la lectura de la trilogía.

P. ¿Y funcionó?

R. Desde luego: después de su publicación, aumentaron considerablemente las ventas de la trilogía, y también Los conocedores estuvo en el top de ventas. Tal y como he antologado yo los tres núcleos narrativos, creo que estos representan juntos (al igual que los tres quarks que forman un protón) lo mejor que he escrito nunca.

P. En los tres relatos de Los conocedores es constante la presencia de dualidades que acaban fundiéndose: el bien y el mal, hombre y mujer, ángeles y demonios, vida y muerte: ¿es su propia manera de entender la vida y la literatura? ¿Ha encontrado así, como usted mismo dijo hace tiempo “algo que necesitaba, que me dijera algo acerca de mí”?

R. Al igual que para muchas personas, toda mi vida ha sido una larga búsqueda de mí mismo. Esa búsqueda es la prueba de que ya me he encontrado. Porque nosotros no somos sino una continua búsqueda de nosotros mismos. No buscamos para encontrar. No llegamos a través de esta búsqueda a algo valioso y profundo. La propia búsqueda es esa gema del centro del nuestra vida.

»Para mí, el hilo de Ariadna ha sido siempre la huella de la tinta en el papel (quizá por eso escribo a mano). Para otros es la huella del cincel en la piedra o del pincel en el lienzo, o de las sombras en la pantalla del cine. Para otros son las mañanas y las tardes de sus vidas, los abrazos de sus amantes y otros miles de consuelos preciosos. Pero cada uno de nosotros recorre su laberinto, guiado por el hilo brillante de una pasión.

Mircea Cartarescu. Foto: Sara Fernández

Mircea Cartarescu. Foto: Sara Fernández

P. ¿Qué hay de sus propios sueños y certezas en el pequeño Vasili, en el hijo del conde polaco y en el niño del circo?

R. Cuanto más impersonal sea un texto, más lleno de personalidad estará. La vida verdadera, al igual que el sueño o la muerte verdaderos, no se manifiestan en la autoficción ni en las novelas realistas, sociales, “de tesis”, “de actualidad”, sino en la “inactualidad” siempre actual de una verdadera obra artística. Es erróneo, creo yo, expresar/imitar/calcar la realidad presentando “todo lo que se ve”. Porque igualmente importante es también lo que no se ve.

»Los autores modernos utilizaron el monólogo interior, que no se ve. Los surrealistas descubrieron la fuerza narrativa de los sueños, que tampoco se ven. La literatura fantástica y la poesía abren las puertas de cristal de otras realidades. Mis personajes no son yo, son ellos mismos, como personajes que hablan, se mueven, hacen el amor o beben vino en los sueños. Sin embargo, al igual que esos personajes oníricos, son todos creaciones de mi mente. Un novela o un poema no son sino un mundo construido en el territorio del sueño.

P. ¿También las mariposas que revolotean en los relatos de Los conocedores?

R. Son insectos específicos de la trilogía Cegador. En Solenoide los sustituyen los ácaros y en Melancolía, los escarabajos voladores. Todos los insectos son poéticos porque son autómatas de colores, brillantes y venenosos. Cegador es un libro en forma de mariposa, lleno de mariposas.

»Las mariposas han sido siempre un poderoso símbolo natural. Todo lo que tiene simetría es una mariposa (los libros abiertos son mariposas), todo lo que experimenta una metamorfosis es una mariposa. La diosa del alma para los griegos, Psique, era representada como una joven con alas de mariposa.

P. El libro da una enorme importancia a lo onírico y lo fantástico. ¿Tiene dudas entre los límites de los sueños, de la literatura y de la realidad?

R. Ninguna duda. Tanto el sueño como la realidad son creaciones de nuestra mente. Como decía Calderón, el mundo es sueño. Pero también el sueño es un mundo. Lo real y el sueño son las partes opuestas de una banda de Moebius. Sin embargo, ese objeto topológico tiene una sola cara. De tal manera que el sueño fluye continuamente en la realidad y la realidad en el sueño. Nunca puedes decir dónde termina uno y empieza la otra.

P. ¿Tenía claro desde el principio el desenlace del libro, la forma en que acaban encajando los tres relatos en su propia historia, ficticia o no?

R.No, en absoluto. Las he comprendido todas sobre la marcha. Mis novelas son de hecho poemas. Empiezo a escribir sin ningún plan, sin saber y sin querer saber adónde voy a llegar. El libro se escribe solo, como quiere él. Pero tengo fe en que finalmente la historia se completará y adquirirá sentido. Si no tuviera la certeza absoluta de que la historia va a salir como quiero yo, jamás me pondría a escribir.

Cartarescu sostiene su último libro. Foto: Sara Fernández

Cartarescu sostiene su último libro. Foto: Sara Fernández

P.Uno de los aspectos más sorprendentes del libro es la importancia del sexo como desencadenante de todo. ¿Cree, como Henry Miller, que “es una de las nueve razones para la reencarnación… las otras ocho no son importantes”?

R.Le ruego que no mencione aquí a Henry Miller: se esfuma toda la magia. Miller es el menos erótico de los escritores, en pugna tal vez con el Marqués de Sade. Nuestro órgano sexual, ya seamos hombres o mujeres, o cualquier cosa entre ambos polos, es la mente, el cerebro, el sistema límbico.

»Para mí el erotismo es un motivo de asombro infinito, es una maravilla como el globo de diente de león. Y, sí, creo que el diente de león es el principal motivo para reencarnarse. La mecánica del acoplamiento es también extremadamente interesante, incluso poética, pero ella es la maquinaria de la reencarnación, no uno de sus motivos.

P. Volviendo a la actualidad, ¿entiende la actitud de Europa frente a Putin, su aparente falta de respuesta a sus provocaciones?

R. Europa es como Hamlet de Shakespeare: va aplazando durante cuatro años, con pretextos pueriles, la venganza de la muerte de su padre, pero en el último acto mata en el escenario a todas las almas. A Fortimbrás solo le queda recoger los cadáveres. El espíritu europeo es meditabundo, lento, indeciso, pero al final asoma y hace lo que hay que hacer.

»Europa es mucho más poderosa (en términos de población, economía, grado de civilización y cultura, fuerza militar) que Rusia. Ha titubeado hasta ahora porque en Europa la vida de cada individuo cuenta. Y, naturalmente, también por otros motivos: la comodidad del petróleo barato, por ejemplo, la corrupción, la propaganda, etc. Pero yo creo que Rusia debería pensárselo muy bien antes de atacar a Europa y a la OTAN (pues ya no se sabe muy bien de qué parte están los Estados Unidos).

P. ¿Teme que resucite una Europa dividida, con países dominados por Rusia?

R. Rusia ha propagado el comunismo durante décadas, hoy en día propaga el fascismo. De hecho, entre los dos movimientos hay pocas diferencias. La diferencia principal se encuentra entre ellos y la democracia. Recientemente, el eslabón más frágil de la democracia, Moldavia, ha resistido la guerra híbrida y ha votado claramente a favor de Europa.

P. ¿Confía en EE.UU. para acabar con la matanza de Gaza o la guerra en Ucrania?

R. Tal vez acaben la guerra en Gaza matando a todos sus habitantes y transformándola en un gran centro de vacaciones para superricos. Y tal vez pongan fin a la guerra en Ucrania obligando a los ucranianos a ceder todos los territorios ocupados por el ejército ruso. No me espero otra cosa del actual gobierno norteamericano.

P. ¿Sueña, como el héroe del último cuento, con ser literatura y que su vida sea “fijada en una inmovilidad inmortal”?

R. Por supuesto. En realidad, eso es lo que soy, eso es lo que somos todos: un relato. Una pizca de sentido en un infinito caótico.