Ariana Harwicz. Foto: Julián Harwicz Lupi

Ariana Harwicz. Foto: Julián Harwicz Lupi

Letras

'Matate, amor', de Ariana Harwicz: el tsunami que arrolla a una pareja tras una brutal depresión posparto

Anagrama recupera la novela de la escritora argentina, sobre una relación que se desintegra al adoptar nuevos roles tras el nacimiento de un hijo.

Más información: Remedios Zafra, Premio Nacional de Ensayo 2025 por su libro 'El informe'

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Algunos pasajes de Matate, amor me traen a la memoria Revolutionary Road (2008), la película de Sam Mendes basada en la novela homónima de Richard Yates, que retrata como pocas la pérdida de las ilusiones juveniles, la destrucción de los sueños y la decadencia de un matrimonio ante la aspereza de la vida. Nada tan conmovedor como esos dos personajes (espléndidos Leonardo Di Caprio y, en especial, Kate Winslet) que tratan de subsistir mientras los devora una realidad inmisericorde.

Matate, amor

Ariana Harwicz

Anagrama, 2025
151 páginas. 18,90 €

La obra objeto de esta reseña –Matate, amor–, también describe el ocaso de una pareja y lo hace, a veces, en términos semejantes a los que utiliza el citado filme. Pero, además, también está relacionada con la pantalla.

El texto vio la luz por primera vez en el lejano 2012 y ha vuelto a ser editado en 2025 por su actualidad. La directora Lynne Ramsay la adaptó al cine recientemente con el título Die, My Love y la presentó a la Competición Oficial del último Festival de Cannes. Lo hizo con éxito de crítica y público, sobre todo por el trabajo de la actriz Jennifer Lawrence.

Como sucede en la cinta de Sam Mendes, Matate, amor cuenta la historia de una relación que se desintegra, cuya causa, en el caso de la novela de Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977), es una brutal depresión posparto. El relato está narrado por la madre en primera persona.

Tras el nacimiento de su hijo, esta mujer descubre que vive atrapada en una prisión que la atenaza, con un marido que ya no la desea sexualmente y un bebé que depende de ella y que absorbe su tiempo y su energía. Se ha convertido en una doble de la que fue, ahora diezmada e insignificante, en alguien que se deja estar, que tiene caries, que ya no lee y que a menudo desea estar muerta. "Esto son mis días", dice, "un atascamiento continuo, una lenta perdición".

La novela se presenta como un grito feroz, como un bramido de ciervo salvaje y colérico

Su cónyuge, que ha adquirido la costumbre de escapar, se enreda en viajes que provocan sus celos y aceleran el desastre. Mientras, el niño llora y ella se desespera, el bebé respira y ella pierde el juicio, el niño está perfecto y ella está mal, como si la sola existencia de la criatura fuera el motivo de su devastación.

"Quiero ir al baño […] pero es imposible hacer otra cosa que ser madre", dice. Entreverados, aparecen otros argumentos complementarios y explicativos: la relación de sus suegros y, sobre todo, la aventura con un vecino que alivia su necesidad de sexo y de saberse perceptible y deseable.

La novela se presenta como un grito feroz, como un bramido de ciervo salvaje y colérico que se lanza ante una imagen aterradora: una mujer se arroja contra una pared de vidrio que se hace añicos sobre ella; las esquirlas se le clavan en el cuerpo mientras cae al suelo y lo impregna todo de sangre. Es la metáfora de una herida profunda que carece de cura y que amenaza con una desgracia, con una catástrofe, con una hecatombe.

Matate, amor muestra el poder arrasador de la locura puerperal, el tsunami que arrolla a una pareja que tiene que adoptar nuevos roles tras el nacimiento de un hijo, un ser dependiente que proporciona angustia y calma en partes no necesariamente iguales y que convierte a la madre en un ser esquizofrénico, consciente de su propio trastorno.

Y revela, asimismo, el arrepentimiento que sufren algunas mujeres ante la maternidad, el rechazo del niño para asegurar la propia supervivencia y para tratar, a veces en vano, de mantener la cordura. A todo ello contribuyen un lenguaje distorsionado, retorcido, surrealista, y una escritura automática y visceral, creada en estado de gracia.