Baselitz: ' Nylonparade [Desfile de medias]'2022. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Baselitz: ' Nylonparade [Desfile de medias]'2022. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Arte

Baselitz deslumbra en el nuevo Bellas Artes de Bilbao: una pintura de vejez después de la barbarie

La importante exposición del pintor alemán de 86 años en el Museo de Bellas Artes de Bilbao deslumbra por sus dimensiones y temáticas. 

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“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, escribió el filósofo Theodor W. Adorno en 1949. Eso –en pintura– es lo que ha hecho Georg Baselitz (Deutschbaselitz, Sajonia, 1938) tras vivir, con apenas siete años, la caída de 4.000 toneladas de bombas sobre su pueblo natal (del que tomó su nombre artístico, renegando de la militancia nazi de su padre).

Georg Baselitz. Pinturas 2014-2025. Algo en todo

Museo de Bellas Artes. Bilbao. Comisario: Norman Rosenthal. Hasta el 1 de marzo

Ha desarrollado un lenguaje –llamémoslo pintura o, como lo define su comisario, el célebre comisario inglés experto en el s. XX Norman Rosenthal, una caligrafía– salvaje, ciertamente bárbara.

Citando al crítico José María Parreño en el catálogo Baselitz 2014–2025. Algo en todo, el pintor presenta aquí su última década de trabajo. Conviene subrayar que esos diez años abarcan desde sus 77 a sus 87. No es una obra cualquiera: son las creaciones de un superviviente y de un anciano.

Imaginemos por un momento al artista, en silla de ruedas por problemas de movilidad, arrastrándose –literalmente– en su estudio de Salzburgo sobre lienzos de cinco metros para perfilar el ala de un águila o una mano dorada.

Las marcas de la silla forman parte de una composición que conjuga gesto y materia: empastes bruscos, raspados, manchas que reivindican la fealdad, la obscenidad y la blasfemia como motores de una nueva figuración.

Baselitz: 'Im Bett über dem Sofa [En la cama encima del sofá]', 2021. Foto: White Cube

Baselitz: 'Im Bett über dem Sofa [En la cama encima del sofá]', 2021. Foto: White Cube

A pesar de sus limitaciones físicas, pinta cada día y persevera en el recurso pictórico que lo hizo mundialmente conocido desde 1968: pintar las figuras del revés. Un mundo patas arriba, de infinitas variaciones, que declina desde una conciencia autobiográfica.

Una oposición a lo establecido, un manifiesto político y personal. “El sentido de la pintura es ir en contra”, afirmó el artista. Se define como esencialmente alemán, “Es el más alemán de los pintores y escultores vivos”, nos cuenta Rosenthal. Baselitz lleva cincuenta y siete años pintando los mismos motivos casi del mismo modo.

Así como otros artistas se obsesionaron con la luz en la fachada de la catedral de Ruan –Claude Monet–; con el relieve de una montaña –la Sainte-Victoire, en Cézanne–; con un bodegón que se recompone una y otra vez –Giorgio Morandi–; o con el retrato obsesivo de su esposa –Ada, en Alex Katz–; así Baselitz milita la tautología.

Su gesto se busca a sí mismo una y otra vez, para reconocerse en diferencias inquietantes y casi mínimas. No es casual que versionara sus obras más tempranas en una serie bautizada, con ironía, Remix (1995).

Baselitz: ' Überall ist etwas [Hay algo en todo], 2014. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Baselitz: ' Überall ist etwas [Hay algo en todo], 2014. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Sus motivos pictóricos son siempre los mismos: él y su mujer, Elke, casi como figuras gemelas, desnudos, del revés. No pinta del derecho para girar luego el lienzo: los concibe directamente boca abajo. Al principio se leyó este recurso como síntoma de la Alemania de posguerra, del trauma colectivo.

Hoy, la lectura ha variado: de representar un dolor nacional ha pasado a encarnar la vejez universal y la inminencia de la muerte, sin dramatismos, con una dulzura áspera. Un zumbido recorre escenas de pareja y de cuerpos ancianos.

Las imágenes de dos –él y Elke–son, a menudo, dos soledades que se tocan. La iconografía del doble –en la que insiste continuamente el artista– adquiere un pulso de un réquiem doméstico. Se diría que Baselitz pinta el espacio vacío entre sus cuerpos.

En la exposición de Bilbao –que, por cierto, inaugura la primera fase del proyecto arquitectónico de restauración y del nuevo edificio de Norman Foster y Luis María Uriarte– brillan espléndidos los lienzos en salas abiertas con paredes de seis metros, impecablemente iluminadas por una luz tamizada.

Baselitz: 'Ich kann kein Sex [No puedo tener sexo], 2024. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Baselitz: 'Ich kann kein Sex [No puedo tener sexo], 2024. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Los imponentes cuadros parecen concebidos para habitar esos espacios. También hay formatos más contenidos, como los de Sombras 2, 5 o 6, reunidos en una sala lateral –la única de paredes oscuras–, donde resalta el cromatismo vibrante y exquisito de sus abstracciones en color.

Del mismo modo las manos doradas o las águilas se presentan en formatos menores respecto al de los cuerpos invertidos de los amantes ancianos.

Se pregunta José María Parreño si la vejez propicia alguna clase de excelencia, y recorre ancianidades célebres –Goya, Miguel Ángel, Beethoven–, o el propio Dylan Thomas, a quien cita: “No os adentréis apaciblemente en esa buena noche. La vejez debe arder y enfurecerse al caer el día”.

En una cultura que premia la juventud y la emergencia constante de nuevos talentos, resulta revelador que la experiencia de la vejez llene los museos, en esta ocasión, con un artista de 86 años y un comisario de 80.

Baselitz: ' Ein Bein von Manet aus Paris [La pierna de Manet desde París]', 2025. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Baselitz: ' Ein Bein von Manet aus Paris [La pierna de Manet desde París]', 2025. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Su reflexión sobre la muerte se vuelve más vívida y sus obras, más honestas, porque esas figuras desnudas parecen mirar al cielo como Cristos yacentes barrocos, tendidos sobre superficies negras, sepulcros infinitos.

Pese a esa gravedad, Baselitz mantiene el sentido del humor. ¿Hay algo más absurdo, inolvidablemente grotesco, que un águila con medias de nailon? Algunas de sus águilas las llevan, y nos miran con unos enormes ojos.

Resulta revelador que la experiencia de la vejez llene los museos con un artista de 86 años y un comisario de 80

Las medias funcionan como la “magdalena de Proust” que lo devuelve a la infancia, al fetichismo del descubrimiento; también remiten explícitamente a los collages de Hannah Höch, figura clave del dadá berlinés y pionera del fotomontaje. Baselitz toma las medias y multiplica las piernas –hasta cuatro en un mismo personaje–. ¿Capricho delirante o decisión racional?

Es el artista un gran conocedor de la tradición occidental: dialoga con los expresionistas alemanes –Ernst Ludwig Kirchner, Emil Nolde, Otto Dix–, con el arte africano y, en ocasiones, con el manierismo italiano del siglo XVI: esos cuerpos alargados parecen descendientes de El Greco.

Baselitz: 'Es war schon einmal da  [Ya estuvo allí antes]' 2020. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Baselitz: 'Es war schon einmal da [Ya estuvo allí antes]' 2020. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Hay, además, un diálogo subterráneo con la historia de la propia ciudad. En un Bilbao que se ha reinventado tantas veces, la inversión de Baselitz funciona como metáfora: mirar boca abajo para ver de otro modo lo que creíamos conocer. La repetición –figuras, manos, águilas– se convierten en un ritual.

Entre lo figurativo y lo abstracto, lo evidente y lo invocado, Baselitz desafia lo ortodoxo. Al fin y al cabo, morirse es sólo darle la vuelta al cuadro.

Norman Rosenthal: “Baselitz habla sobre estar al borde de la vida”

Norman Rosenthal en un momento de la entrevista. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Norman Rosenthal en un momento de la entrevista. Foto: Museo de Bellas Artes de Bilbao

Si alguien ha escrito la historia del arte del siglo XX, ese ha sido Norman Rosenthal. Nacido en Cambridge en 1944, de ascendencia judía, se convirtió en una célebre figura internacional tras incorporarse a la Royal Academy of Arts de Londres como secretario de exposiciones. A partir de ahí, impulsó la carrera de grandes artistas como Baselitz –a quien descubrió–, Anselm Kiefer, o los Young British Artists, junto al magnate de la publicidad Charles Saatchi, lanzando al estrellato a Damien Hirst y Tracey Emin.

Pregunta. ¿Es la pintura de Baselitz una representación de la Alemania de posguerra o significa algo más?

Respuesta. Ambas cosas. Es un artista alemán. Él mismo suele decir: “Desgraciadamente, soy alemán”.Y esa es una condición que afecta a todos los artistas. David Hockney es un artista muy británico, por ejemplo. Somos quienes somos y todo gran artista está enraizado en algún lugar y en su biografía específica: en su infancia, en su manera de ser, en su idioma. El arte es un lenguaje.

P. ¿Por qué se retrata a sí mismo y a su mujer, Elke, de un modo tan siniestro, de forma esquelética
y boca abajo?

R. Yo no creo que sean siniestros, en absoluto. Son objetivos y subjetivos a la vez; también son graciosos. Hablan de estar en el borde de la vida, entre la vida y la muerte. Esos cuadros representan un estado en el que uno se siente atraído hacia el cielo, hacia el otro lado. Es una cuestión filosófica: ¿por qué estamos aquí? Lo absurdo es estar vivo. Estos cuadros son de Elke. En cierto modo, él se identifica con su compañera de vida. Es a la vez masculino y femenino, aunque es un tipo muy masculino cuando lo conoces personalmente, pero posee una increíble capacidad para identificarse con lo femenino.

P. ¿Qué aspectos destacaría en su arte?

R. Cada ser humano tiene su propia huella, su modo de ser especial, su caligrafía, que es algo que expresa muchísimo. Él ha encontrado una manera de comunicarse mediante el pincel, el grabado o la escultura. Así ha desarrollado un lenguaje propio por el que se le reconoce. Es un artista profundamente humano.