Paloma Sánchez-Garnica con su libro junto al muro de Berlín. Foto: Javier Ocaño

Paloma Sánchez-Garnica con su libro junto al muro de Berlín. Foto: Javier Ocaño

Letras

Tras los pasos de Victoria: dos días con Paloma Sánchez-Garnica en el Berlín de la Guerra Fría

La ganadora del Premio Planeta 2024 recorre la capital alemana para mostrar los escenarios reales que han inspirado su nueva novela, 'Victoria', ambientada en 1946.

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La escritora Paloma Sánchez-Garnica ha guiado a un grupo de periodistas por Berlín para recorrer los espacios que inspiraron Victoria, la novela con la que ha ganado el Premio Planeta 2024. La autora ha querido mostrar el peso de la historia en su escritura y cómo los lugares, aun sin decir palabra, hablan cuando uno camina con la mirada abierta.

Victoria arranca en 1946. Berlín es entonces una ciudad dividida, sometida a la administración de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Las calles están cubiertas de escombros, las estufas escupen más humo que calor y la comida, si se consigue, es demasiado escasa. Victoria Kiesler, la protagonista, canta en un club nocturno para sacar adelante a su hija y a su hermana. Brillante en los estudios, con talento para las matemáticas y la criptografía, vive atrapada entre sus capacidades y la crudeza del contexto.

Cuando un chantaje la obliga a abandonar Alemania rumbo a Estados Unidos, descubrirá que el país que imaginaba libre tampoco es lo que parecía: racismo institucional, vigilancia, amenazas. Allí se enfrentará a un nuevo tipo de violencia.

La primera parada del viaje ha sido el Alliierten Museum, donde se conservan restos y objetos de las fuerzas aliadas en Berlín entre 1945 y 1994. La última caseta de vigilancia del Checkpoint Charlie, micrófonos de espionaje, un avión británico del puente aéreo, imágenes del túnel subterráneo excavado por agentes secretos. "Este es el aire que respiraban mis personajes”, explica Sánchez-Garnica. "Miedo, frío, necesidad. Pero también instinto de seguir adelante”.

La visita ha continuado por el antiguo edificio de la emisora Radio RIAS —hoy Deutschlandfunk Kultur—, donde trabaja la protagonista. La emisora, impulsada por los estadounidenses, fue un instrumento propagandístico durante los primeros años de la posguerra. Para la autora, ese espacio permite hablar de cómo se construyen los relatos de poder: "No se trata solo de sobrevivir al hambre. También hay que aprender a sobrevivir a los discursos que intentan moldearte", declara.

Paloma Sánchez-Garnica ante lo que una vez fue Radio RIAS. Foto: Javier Ocaña

Paloma Sánchez-Garnica ante lo que una vez fue Radio RIAS. Foto: Javier Ocaña

Más tarde, el grupo pasó por el ayuntamiento de Schöneberg, desde cuyo balcón John F. Kennedy pronunció en 1963 su célebre "Ich bin ein Berliner”, y por la iglesia de la Memoria, parcialmente destruida por los bombardeos. Aunque estos lugares no aparecen directamente en la novela, Sánchez-Garnica los considera fundamentales para entender el estado emocional de la ciudad tras la guerra. "Berlín era entonces una ciudad rota por fuera y por dentro. Como sus habitantes”, añade.

La jornada terminó con una cena en el París Bar, un restaurante cargado de historia bohemia, que durante la Guerra Fría fue lugar de encuentro para intelectuales, artistas y periodistas del Berlín occidental. Conversamos hasta altas horas de la noche, pero aun así el rótulo del París Bar seguía parpadeando al irnos.

El segundo día comenzó en Tempelhof, el antiguo aeropuerto que fue clave durante el puente aéreo en 1948. Hoy es un parque público, pero mantiene una zona de exposición y una terraza con vistas panorámicas. Desde allí, el recorrido continuó por la Karl-Marx-Allee, antes conocida como avenida Stalin.

Un bulevar amplio, de estética monumental, rodeado de bloques construidos por el régimen comunista para mostrar una imagen de progreso. A pocos metros, en calles paralelas, aparecen los edificios grises y funcionales levantados con hormigón prefabricado. La tensión entre imagen y realidad es evidente. También en la novela.

La autora en la azotea de Tempelhof, el antiguo aeropuerto que fue clave durante el puente aéreo en 1948. Foto: Javier Ocaño

La autora en la azotea de Tempelhof, el antiguo aeropuerto que fue clave durante el puente aéreo en 1948. Foto: Javier Ocaño

El puente Oberbaumbrücke fue una de las últimas paradas. En la ficción, es el lugar de reencuentro entre varios personajes y sirve como escenario del clímax de la novela (y trilogía). En la realidad, fue un paso fronterizo reservado a peatones durante la existencia del muro. Hoy es solo un puente sobre el río Spree, pero en la historia de Berlín representa una frontera emocional. Con un sol abrasador y la calma de un miércoles por la tarde, resultaba curioso imaginarse tantos desenlaces ocurriendo en ese mismo lugar, en un tiempo no tan lejano.

La última comida tuvo lugar en el restaurante Ständige Vertretung, un espacio cargado de simbolismo político: allí se reunían diplomáticos y periodistas cuando aún no había embajada formal de Alemania Occidental en Berlín Este. En ese entorno, la autora insistió en que sus libros no persiguen la nostalgia ni la épica: "Lo que me interesa es cómo se sobrevive. Las mujeres que sacaban escombros con las manos. La gente que buscaba calor, raíces, algo que comer".

Sánchez-Garnica reconoció que no relee sus libros: "Me estremecería. Una vez acabo uno, mi mente pasa página y se centra en el siguiente". Y que en cada personaje hay algo de ella: lo que es, lo que odia de sí misma, lo que le gustaría ser. Pero no considera que Victoria sea una novela de tesis. Tiene voluntad histórica, pero también melodrama, espionaje, tensión sentimental.

Victoria no es solo una historia sobre la posguerra, el espionaje o la propaganda. Es, como Berlín, una ciudad y una mujer tratando de levantarse entre ruinas. Y Paloma Sánchez-Garnica, con su mirada abierta, lo cuenta como si lo hubiera vivido. La novela ofrece un punto de vista útil para observar un Berlín en ruinas que, décadas después, sigue planteando las mismas preguntas: ¿cómo se reconstruye una ciudad? ¿Y una vida?