
Olga Tokarczuk. Foto: Lukasz Giza
Olga Tokarczuk señala la masculinidad dura y activa en 'Tierra de empusas', su nueva novela
La polaca, Premio Nobel de Literatura, narra una historia de terror popular en un tono engañosamente ligero y cómplice en este relato ágil e inquietante.
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Estamos en 1913, el último año de un viejo orden social europeo que está a punto de inmolarse en la pira de la Primera Guerra Mundial. Mieczyslaw Wojnicz, un estudiante tímido y enfermizo, llega a un balneario en un pueblo de montaña silesio, Görbersdorf, en la actual Polonia. Está allí para curarse de tuberculosis, y su acaudalado padre le ha reservado una habitación en la Pensión para Caballeros, cerca del enorme sanatorio de ladrillo rojo donde será tratado.
La Pensión para Caballeros es un establecimiento respetable pero mediocre, regentado por Opitz, un suizo taciturno. Los demás huéspedes son de procedencia muy diversa y tienen puntos de vista y políticas diferentes: el tradicionalista católico se sienta con el místico teósofo y el humanista socialista.
Poco después de su llegada, Wojnicz regresa al alojamiento y encuentra muerta a una mujer que había supuesto que era una criada de la casa. Opitz explica que la mujer se ha ahorcado y que era su esposa. No parece muy afectado y esa noche se une a sus invitados para la cena, durante la cual tiene lugar una conversación sobre el tamaño más reducido del cerebro femenino y la posibilidad de que las mujeres no sean humanas del todo, "sujeto y objeto al mismo tiempo", meras imitadoras de la comunicación inteligente de los hombres.
La misoginia extrema de los caballeros de la pensión discurre como una veta de veneno por Tierra de empusas, la ágil e inquietante nueva novela de Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962), en la que narra una historia de terror popular en un tono engañosamente ligero y cómplice. Algo no encaja en Görbersdorf. Wojnicz hace un amigo en la pensión, un joven esteta gravemente enfermo que le confía el terrible secreto del lugar.
Cada año, alrededor de la primera luna llena de noviembre, despedazan a un hombre, a veces a dos, en el bosque. Se desconoce el motivo, pero, como descubre Wojnicz, el bosque es un vecino extraño e inquietante, una fuerza de oscuridad y sinrazón que oprime el blanco mundo clínico del sanatorio.
Wojnicz es un observador ingenuo tirando a pasivo, con su facultad de juzgar más que mermada por el Schwärmerei, un misterioso licor que tiene como uno de sus ingredientes setas mágicas recogidas en el bosque. Los hombres de la pensión consumen cantidades prodigiosas de la pócima y, a medida que Wojnicz introduce el bosque en su cuerpo, se acerca cada vez más al horror oculto tras la frágil apariencia de civilización masculina.
Se convierte en un miembro de bajo estatus de una manada, empujado a comer manjares locales morbosamente desagradables, como un plato de fideos hecho a base de gusanos, y obligado a escuchar a sus compañeros pontificar sin cesar sobre la superioridad masculina.
"No hay mujeres en la historia de la literatura", concluyen, "como tampoco las hay en la ciencia". En una Nota del autor, Tokarczuk, Premio Nobel de Literatura en 2018, explica que las opiniones de los hombres de la pensión han sido parafraseadas de una lista de escritores canónicos, que van desde Ovidio hasta Kerouac. Provienen de una tradición.
Tokarczuk conoce su escenario íntimamente. Se crio en la región y vive en un valle que no queda lejos de Sokolowsko, antes Görbersdorf. En contraste con el mundo clínico del sanatorio, la autora lleva a Wojnicz a excursiones por el bosque avivadas por el Schwärmerei, en las que el mundo natural parece trascendentalmente bello, "una iglesia llena de laberintos... un lugar de cambio constante: de agua a vida, y de luz a materia".
En esta novela la naturaleza entra en guerra con el Estado y el mundo social, con un frágil forastero en el centro
Estas tierras fronterizas, que formaron parte del Imperio de los Habsburgo y más tarde de Prusia, también fueron el escenario de Sobre los huesos de los muertos, otra novela de Tokarczuk en la que la naturaleza entra en guerra con el Estado y el mundo social, con un frágil forastero en el centro.
Tierra de empusas toma su nombre de Empusa, una criatura de la antigua mitología griega que tiene el don de cambiar de forma. Los misterios de Görbersdorf giran en torno al género. Wojnicz procede de una cultura que valora la masculinidad dura y activa: "Su padre creía que la culpa de los desastres nacionales la tenía una educación blanda que fomentaba la feminidad, la sensiblería y la pasividad".
La inhibición física y la inexperiencia sexual de Wojnicz –por no hablar de su tuberculosis– le feminizan, y le hacen vulnerable en el mundo de los hombres, acercándole peligrosamente a ser "sujeto y objeto al mismo tiempo", un subhumano del que se puede disponer libremente.
Cualquier novela centroeuropea sobre un sanatorio entra automáticamente en conversación con La montaña mágica, la epopeya de Thomas Mann sobre el tiempo suspendido, en la que Hans Castorp visita a su primo tuberculoso, residente en un sanatorio de los Alpes. Después de que el propio Castorp sea diagnosticado, su estancia de tres semanas pasa a ser de siete años. Desde lo alto de las montañas, se bate metafóricamente con los grandes interrogantes de su época, "la lucha ideológica", como dijo G. Lukacs, "entre la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la reacción y la democracia".
Wojnicz es una sombra o un doble de Castorp, pero en la elegante y genuinamente inquietante novela de Tokarczuk las líneas de batalla son dos. Las posturas políticas de los hombres de la pensión son irrelevantes, pues lo único que cuenta es el conflicto entre el brutal supremacismo masculino y una energía forestal femenina implacable, múltiple, caótica e igual de violenta.
© The New York Times Book Review. Traducción: News Clips