Antonio Gala, en una foto distribuida por la Editorial Planeta.

Antonio Gala, en una foto distribuida por la Editorial Planeta.

Letras

Antonio Gala: "No hay ningún dolor terrible en la muerte, es una cosa natural"

Recuperamos esta entrevista de 2005 con el escritor, fallecido a los 92 años, con motivo de la publicación de 'El poema de Tobías desangelado'.

28 mayo, 2023 16:36

Esta entrevista al escritor Antonio Gala, fallecido este domingo a los 92 años, fue realizada en 2005, con motivo de la publicación de El poema de Tobías desangelado. Se publicó originalmente en la revista Romantique & Chic. Javier Siedlecki fue parte de la tercera promoción de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Hoy dirige la consultora Zelwa Storytelling.

***

Antonio Gala nos recibe en su casa de Madrid. Es mediodía y ha pasado la mañana trabajando. Subimos a su estudio por una ancha escalera de madera con las paredes cubiertas de cuadros, dibujos originales dedicados, un ojo de buey en el rellano, la luz de la ciudad que se mete oblicua como indicándonos el camino. El ambiente es cálido: un salón muy amplio y luminoso, mucha madera, ventanales, algunas flores.

Tapiado de libros, su estudio también guarda placas y distinciones, los premios recibidos a lo largo de casi medio siglo de vida literaria, entre los que tienen que estar —pero no los encuentro, entre decenas de otros, quizá centenares— el Calderón de la Barca, el Nacional, el de la Crítica, el Planeta. Es amable como un anfitrión, sonríe y relaja la tensión que uno le conoce, y nos sentimos menos expuestos a su inminente palabra, a la ocurrencia que con sentido del humor pueda darnos en un segundo una alegre bofetada.

Cada instante puede estar cargado como un arma, y él a veces elige guardarse las balas, sonreír, dejarnos vivos. La ironía, el sentido del humor, y hasta la crueldad —en la que ya casi no se deja caer, como quien ha perdido el gusto por entretenimientos vanos— son instrumentos que él usa prodigiosamente para evadir lo que no le interesa, profundizar los temas en los que se siente cómodo, dejar de lado lo que sabe de memoria o darle una nueva vuelta, y llevarnos gozosos a su terreno: la palabra.

El escritor Antonio Gala, en una imagen de archivo de la página web de su fundación.

El escritor Antonio Gala, en una imagen de archivo de la página web de su fundación.

Entre los miles de volúmenes que cubren las paredes del estudio elijo uno al azar y me acerco: como si fuera casualidad leo el nombre de un poeta: Juan Ramón Jiménez. Antonio Gala arrancó su carrera en 1959 con Enemigo íntimo, un poemario que obtuvo un accésit del Premio Adonáis. Ahora vuelve a los orígenes con El poema de Tobías desangelado (Planeta), un largo viaje iniciático, con el que atraviesa prácticamente toda la geografía terrestre para entender el dolor del amor, "a la vez inevitable y exquisito". 

"Cuando he vivido en países extranjeros —dice Gala—, me refugiaba cada noche en mi idioma como quien vuelve a casa; leía en voz alta, en un diálogo con ausentes y muertos, y escribía, como en defensa propia, mi mejor castellano". El resultado es este libro de quien nunca dejó de ser poeta, y que ahora, en su estudio, nos invita a sentarnos "en donde queráis". Dan ganas de quedarse. Y escuchar.

Pregunta. ¿Qué le empuja a escribir poesía, a elegirla en lugar de la novela o el teatro?

Respuesta. Yo siempre he escrito poesía, no me empuja nada. Me parece que la poesía es un género completamente diferente. En la novela o en el teatro nosotros inventamos a los personajes y los vemos haciendo cosas que ni en el libro ni en el escenario van a hacer. Los vemos peleándose con su suegra, cortándose las uñas, discutiendo, haciendo muecas; y luego, en unas circunstancias determinadas que son las de la novela o la comedia, los soltamos y ellos se comportan de una manera ya previsible, salvo que se rebelen, lo cual es también bastante productivo para el autor.

»Pero en la poesía no. La poesía es un género de arrodillamiento, de docilidad, de obediencia; el que no crea en la inspiración no puede creer en la poesía. En la poesía prácticamente te sugieren las cosas, se te dicen, tú eres un vehículo, un transmisor, inventas muy poco, te pones en una situación y aceptas lo que se te dice. Yo creo que el novelista y el comediógrafo es más trabajador, y es más él mismo; en la poesía no. No en vano poeta y profeta son dos palabras que tienen la misma raíz. Entonces, el poeta y el profeta tienen que hablar, claro. Hay gente que dice: "Yo la poesía es que no la entiendo". Entonces, es que es mala poesía. O es que usted es tonto, de verdad. Pero si usted es normal, y la poesía es normal, tiene usted que entenderla, porque está hecha para ser entendida. 

"He sido una persona que ha querido meterse dentro del corazón el mundo entero"

P. Cien mil ejemplares para la primera edición, sin embargo, es un horizonte increíble para el género…

R. Sí, es increíble. El otro día he visto un libro que yo cito, que apareció por ahí, y decía: "Primera edición: 300 ejemplares". Y sentí una ternura enorme porque me parecía que era como el librito de un niño. Sí, es verdad, y le dije a la editorial que cien mil ejemplares de primera tirada, me parecían una farolada. Y dijeron: "No, porque con el libro anterior, Poemas de amor, se han vendido un millón cuatrocientos cincuenta mil ejemplares y nos quedamos cortos en la primera edición". Eso les sale más caro a ellos, tener que reeditarlos. 

»De este libro se ha dicho que es un testamento literario. Ni testamento literario ni tonterías, eso es una bobada, es un libro que quería que apareciera porque está mi corazón muy expuesto, y le debo a mis lectores lo que piden porque son los que me quieren. El otro día un periodista me dijo: "Es que no parecen lectores de usted, parecen primos". Y es verdad, me quieren mucho y yo los quiero a ellos, y sería un mal nacido si no dijera que mis lectores son los que me han hecho.

[Antonio Gala, ahora hablarán de ti]

P. Durante un tiempo largo no apareció ningún poemario. 

R. Yo me quejé porque no quería publicar poesía en vida. Quería que lo hiciera la Fundación luego. Lo que sucede es que en un momento determinado las tres Gordas, Planeta, Espasa y Círculo de Lectores, me pidieron un libro de poemas y yo les dije que sí, pero no que daré ningún libro de poemas autónomo. Haré una antología de poemas de amor de todos los libros que he escrito. Entonces hice el Poemas de amor que se sigue vendiendo tanto, en Argentina, por ejemplo.

»A este quería publicarlo como tal libro, entero, aunque es un libro que yo creo que no doy todavía por terminado porque desde el año 85, en que yo me compré un cuaderno blanco, gordo, en Jerusalén, y empecé a escribir, se ha ido escribiendo, es decir, que si sigo viajando sospecho que también seguiré escribiendo. Aunque esté muerto el ángel.
De modo que he escrito un libro de poemas, ensimismado, y lo he publicado porque me parece que era el más sincero de todos, el más amoroso de todos. 

P. ¿Qué le hace ilusión hoy?

R. Me hacen ilusión muchísimas cosas, me hace ilusión la vida. Y escribir, por ejemplo, me hace ilusión. Decía Aristóteles que la vida era movimiento, es decir, quien más anda más vive, y quien más viaja más vive, y quien más ama más vive. Y quien más escribe más vive; un escritor si deja de escribir es como si se hubiese muerto, es decir, me hace ilusión escribir. Cuando lo necesite volveré a escribir, pero ilusión me hace antes.

Antonio Gala, en su casa durante una entrevista.

Antonio Gala, en su casa durante una entrevista. Archivo Santos Yubero

P. Como lector, ¿relee más que lee ya, o todavía descubre textos que le enamoran?

R. Sigo descubriendo. Releo mucho, pero releo a los mismos siempre. Releo a pocos: a Garcilaso, a Rilke, a San Juan, a Cervantes… Y a Santa Teresa. Pero no releo a todo el mundo. Por ejemplo, el otro día pensé: si tuviera que releer a Tolstoi, ¿releería Guerra y paz? Probablemente no. Si tuviera que leer a Mann, ¿releería Los Buddenbrook? No, probablemente no. A lo mejor releería La montaña mágica, y no estoy seguro. Porque ahora me han pedido que haga yo una "Biblioteca Antonio Gala", que tenga de sesenta a cien libros, y voy a recomendar libros que sean de fácil relectura, porque si no, los libros "gordos" se leen una vez y se aprenden, pero es difícil volver a ellos.

P. En 2002 comenzó sus actividades la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, que cobija cada año a artistas de todas las ramas en un antiguo monasterio de Córdoba, y les ofrece todas las condiciones para que se dediquen, en exclusiva, a trabajar en su obra y a compartir sus experiencias. La cita de Blake que abre el libro ("El que se guarda para sí mismo un gozo destruye el vuelo de la vida"), tiene que ver con el espíritu de su Fundación?

R. Siempre todo tiene que ver con el espíritu de la Fundación, porque la Fundación para mí es el mayor de mis éxitos y el mayor de mis regalos. Es el mayor regalo que a mí me ha dado la vida y el mayor regalo que yo le he dado a la vida. Podría haber habido una cita de Rilke que dijera "todo ángel es terrible", pero me parecía que Rilke no lo había dicho en el sentido ese.  

P. ¿Hay temas inherentes a la juventud?

R. Sí. Hay una cosa muy curiosa: en Bilbao y en Madrid un grupo de parejas de jóvenes, unos por Argüelles y los otros por el paseo de la Ría, los de Madrid hace un tiempo y los de Bilbao hace nada, me dijeron: "¡Antonio, hacemos el amor leyendo tus versos!". Eso es inherente a la juventud. La juventud tiene todos los temas inherentes, me parece que la juventud es para la que se escribe. Yo no escribo para gente mayor, creo. No: la gente mayor, cuando lee, supongo que se aniña, se rejuvenece leyendo, y entonces yo escribo sobre todo para gente joven.

"La poesía es un género de arrodillamiento, de docilidad, de obediencia"

Antonio Gala a veces responde impulsivamente, a veces meditando una vez más sus respuestas, preguntándose si está de acuerdo consigo mismo. Transmite una vitalidad razonada, una lógica de la esperanza. Y sin embargo, más tarde, cuando el fotógrafo pida sonrisas, él dirá: "Es que estoy triste". Pero la cara se le ilumina cuando habla, con pasión, de las cosas que quiere. Hay un verso en el que habla de su corazón, "que tanto se ha excedido". 

P. ¿Cuáles son esos excesos?

R. ¡Todos! Mi corazón se ha excedido siempre. Yo creo que he sido un gran amado, he sido un gran amante, he sido una persona que ha querido meterse dentro del corazón el mundo entero, el cielo, también, y probablemente el infierno será metido. Es decir, es un corazón excesivo, un corazón que no se ha parado de mover, y a pesar de todo parece que me funciona bien, salvo una cierta estenosis mitral que tengo, pero sigue funcionando bien.

P. ¿El desamor enseña mucho más que el amor?

R. Enseña muchísimo más, eso supongo que me lo habrás oído decir, porque a tu edad no se considera eso. El amor es el monte Tabor del deslumbramiento: uno está ahíto de luz y ni tiene tiempo para preguntar ni quiere preguntar nada; sabe todo lo que querría saber. Mientras que todo el descenso hacia el Getsemaní, hacia la soledad y la oscuridad del Getsemaní, está lleno de preguntas, y también de respuestas. El desamor es reflexivo, y el amor es impulsivo

P. Escribe: "No creo que haya ninguna salvación para nosotros. Pero tampoco la necesitamos". ¿Sigue siendo ateo?

R. No se es ateo. El hombre es un ser que inventa a los dioses, eso no es ser ateo. A mí me parece que eso está muy bien: no necesitamos ninguna salvación, nuestra salvación está aquí. Estoy completamente convencido de que aquí nos salvamos o nos condenamos. Ésta es nuestra vida, no tenemos otra, no conocemos otra. Una vida que se desconoce es como si no existiese. "La vida intrauterina".. pues muy bien, pues no la tenemos, no es la nuestra, no la recordamos.

»"Los líquidos amnióticos…" (se ríe) no sabemos lo que son. Sabemos lo que es el aire y la pestilencia de la contaminación, pero no sabemos qué es otra cosa ni otra vida. El hombre siempre se ha empeñado en poner la cuña de su madera en el árbol de la divinidad, y ha hecho bien, ha inventado continuamente vírgenes que paren, y seres normales que son hijos de Dios, y dioses que se encarnan… en todas las religiones los hay, es decir, nuestra religión es la que nosotros inventamos, entonces, ¿cómo va a ser ateo un hombre que inventa a Dios?

[Antonio Gala y el teatro: el relevo de Benavente en la Transición]

P. ¿La idea de la muerte cambia la forma en que la gente vive la vida?

R. No estoy seguro. Yo creo que la gente se olvida de la muerte, la gente se olvida de que tiene que morir, felizmente. No creo que nadie medite en la muerte. Yo he sido cartujo, un año, y probablemente he escrito los poemas más gozosos que he escrito nunca, que los publicó un cartujo además, no se publicaron con mi nombre, porque al entrar en la cartuja se producía la muerte civil.

»Yo creo que la muerte no es ominosa, la muerte no es amenazante, la muerte no es una espada de Damocles a la que miramos: la muerte es algo que sucede, y nada más. Yo he tenido una muerte clínica. Te puedo decir que no es traumática la muerte. Y vi en efecto la luz esa que dicen que se ve, pero era una luz que sonreía, era la luz del gato de Cheshire, de Alicia en el País de las Maravillas, que aparecía primero la sonrisa, y luego el bigote, la boca, la naricilla, la cabeza, el cuerpo, la cola; y desaparecía a la inversa, es decir, que quedaba la sonrisa sola en el aire. Esa luz te da esa sonrisa. 

P. ¿Qué mostraba la luz?

R. Eso de la película en la que suceden las cosas trascendentales de tu vida, no... Yo vi como si fuese un retablo con la vida de un santo, de esos que hacían los flamencos, que eran como estampas, y la grandiosidad de lo que yo veía era mi padre diciéndome "tienes que cerrar los ojos para poder dormir", "tienes que apretar el aire de la nariz para sonarte", yo dándole agua en mis manos a los perrillos de la casa. Eso era lo grandioso de mi vida. Que me hicieran Doctor Honoris Causa de Connecticut, no es una cosa grandísima (se ríe), yo lo agradezco de verdad, pero lo grandioso es esto, lo grandioso es lo que hace la vida.

P. ¿Y cómo fue volver?

R. Fue muy gracioso. Bueno, eso fue sólo gracioso. Porque el que me había operado, que se había casi negado, el doctor Barros, me dijo: "Ahora vas a abrir los ojos y no vas a ver, porque te hemos dado tanta medicación que te hemos secado el líquido ocular". Y yo: "No me importa ya pero lo que me preocupa es que estoy oyendo a Maciel". Soltó una carcajada tremenda y dijo: "¡Es que está en el pasillo!".

»Había mucha gente que había ido a ver cómo iba mi cosa, cómo iba mi muerte. Y luego le dije: "Y también pasa una cosa: no puedo mover las piernas". Entonces, yo no lo vi, pero se debió horrorizar y tiró inmediatamente de la sábana, y es que la cosa había sido tan precipitada, que no me habían bajado del todo los calzoncillos, tenía los calzoncillos puestos todavía, y claro, no podía mover las piernas. Y soltó una carcajada… la segunda carcajada del triunfador sobre la muerte. Es decir, que no hay ningún dolor terrible en la muerte. No lo hay, es una cosa natural.

P. "Nunca creí en mi suerte. Ni aun entonces", escribe.

R. Claro, está muy bien. Porque para el ser que ha sido amado y amante durante la vida, la llegada de un amor tardío es un regalo demasiado grande. La llegada de un amor tardío te hace pensar, tú que has desconfiado siempre de que llegue el amor para quedarse. Hay una catedrática de una universidad de Suecia, muy cerca de Laponia, que está haciendo una tesis sobre mí, y la tesis se titula "El amor sólo llega para decir que no puede quedarse", como un alcalde cualquiera.

»Que llegue el amor para quedarse, y para quedarse tan tarde, yo que nunca he creído en que el amor llegue para quedarse… Me parece que no creí en mi suerte, entonces menos que nunca. Hay que desconfiar del amor, hay que no abrirle la puerta del todo. Si es el amor que entre por la ventana, que es por donde mejor se entra, que te asalte la casa, pero no dar facilidades a los ladrones. Tampoco hay que tener rottweilers en la puerta, pero no hay que dar facilidades. Que se esfuerce.

"Un escritor si deja de escribir es como si se hubiese muerto"

No es difícil envolverse en el discurso de Antonio Gala y olvidarse, como esperando que siga hasta que tenga ganas, hasta que se le acabe la necesidad de contar. Él está sentado, impecable como siempre, erguido como si su serenidad fuera altivez, y el peso de su mirada parece descubrirnos. Entonces hay que reaccionar, él está ahí, habló con ese tono que usa a veces desde hace un tiempo, como de despedida o de mensaje póstumo mezclado con el vitalismo que se desprende de cada palabra, de la risa inesperada y latente, y de una filosofía que quiere llevar hasta el final en un epitafio en el que se lea "Murió vivo"

Hace poco me dijo que "un náufrago ahogándose en el mar es más grande que el mar, porque el náufrago sabe que se ahoga y el mar no sabe que lo mata". Antonio Gala sabe, y siente el deber de comunicar, de compartir su riqueza. Antes de despedirnos, de dejarlo otra vez frente a sí mismo, rodeado de libros y de premios y de obras de arte, y de palabras que se cargan como un arma que prefiere las flores a las balas, me siento privilegiado, pienso en los poetas y en los profetas, sé que puedo hacer la pregunta que quiera, me concedo el capricho: 

P. ¿Dónde está el Edén?

R. En este libro en la Isla de Santa Lucía. Pero el Edén somos nosotros. Yo no creo en edenes a los que se pueda pasar de uno en uno: me dan asco. Un paraíso al que no haya necesariamente que pasar de dos en dos, como mínimo, me parece fatal. No es ningún paraíso. El Edén está aquí. Nosotros somos el Edén, cada uno es su propio Edén. Y por eso no puede de ninguna manera dejar de compartirse, porque el Edén para uno es una porquería. Si tú eres el Edén, y tú eres el único que vive tu Edén, eres un cerdo. Porque estás hecho para ser habitado, como mínimo por dos, y de verdad lo bueno es abrir el Edén y que llegue todo el mundo, y que te invada todo el mundo. El Edén de la Fundación para mí es un Edén compartido. La alegría si no se comparte es nada. Y la pena, si se comparte, es nada. Ése es el Edén: compartir.