Hernán Diaz. Foto: Pascal Perich

Hernán Diaz. Foto: Pascal Perich

Letras

El hechizo del dinero: Hernán Díaz desenmascara los secretos de las riquezas en su última novela

'Fortuna', lo nuevo del finalista del Pulitzer en 2017, es una obra intrincada, atrevida y sorprendente ambientada en la Nueva York de finales del XIX 

1 mayo, 2023 01:36

“El secreto de todas las grandes fortunas, cuando no hay nada evidente que las explique, siempre es algún crimen olvidado”. Son palabras de Papá Goriot (1835), la magnífica novela de Honoré de Balzac sobre los misterios de París. Pero, ¿qué es una explicación evidente? ¿Poseer tierras? Es posible que la sociedad de Balzac lo considerara así; hoy en día nos preguntamos cómo se obtuvieron esas tierras. ¿Innovación? Tal vez, pero hay que mirar más de cerca los costes humanos y los recursos naturales necesarios para llevar las ideas al mercado.

Fortuna

Hernán Díaz

Traducción de Javier Calvo. Anagrama, 2023. 440 páginas. 21,90 €

Por supuesto, también debemos tener en cuenta quién habla. Balzac pone esas palabras en boca de un maestro de la delincuencia, y luego añade un sorprendente giro final. El crimen “quedó olvidado, eso sí, porque se manejó como es debido”, los cuerpos fueron limpiamente eliminados y los billetes, blanqueados.

En todo caso, así se espera (o se teme), y ese es el mundo que explora Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973) en su segunda novela, Fortuna, una obra intrincada, atrevida y siempre sorprendente. Su título original, Trust (confianza), hace referencia tanto a una cualidad moral como a un acuerdo financiero, como si virtud y dinero fueran sinónimos. La palabra también tiene que ver con la literatura: ¿podemos confiar en esta historia? ¿Es fiable el narrador?

Díaz divide el libro en cuatro capítulos. El primero, titulado ‘Obligaciones’, posee esa misma ambigüedad, refleja la de toda la obra y se presenta como una novela escrita en tercera persona por alguien llamado Harold Vanner. El lector no sabrá quién es Vanner hasta los últimos capítulos, muchas páginas después de que ‘Obligaciones’ haya terminado. Digamos que es un novelista caído en el olvido cuyo caso no se manejó como es debido.

‘Obligaciones’ tiene además un comienzo cómodo. Su prosa segura es el instrumento adecuado para relatar una vida muy acomodada: “Benjamin Rask había disfrutado de casi todas las ventajas desde su nacimiento, pero uno de los pocos privilegios que le fue negado fue el de un ascenso heroico”. Estamos en el Nueva York de los ricos de toda la vida en los últimos años del siglo XIX, y aunque este mundo recordará a los lectores a Edith Wharton, a Díaz le interesa mucho más cómo funciona ese dinero.

Los industriales han reemplazado a los comerciantes al mando de la ciudad, y a su vez serán sustituidos por los financieros. Rask procede de una familia de comerciantes de tabaco, pero odia “la manera tan primitiva de aspirar y dar caladas” que requiere un buen puro. En cuanto muere su padre, liquida el negocio y empieza a jugar en bolsa, pero no como quien juega al golf, sino como un músico toca un instrumento, acariciando sus cuerdas, presionando ligeramente esta o aquella.

Rask llega a convertirse en un virtuoso del dinero, pero nunca conecta las melodías que interpreta con sus posibles efectos en el mundo exterior. Por el contrario, su visión del capital es la de “un ente vivo aséptico. Se mueve, come, crece, se reproduce, enferma, y puede morir. Pero está limpio... Cuanto mayor era la operación, más alejado estaba de sus detalles concretos”. La propia prosa de Díaz mantiene una distancia aséptica, independientemente del narrador.

Gran parte del placer que proporciona 'Fortuna' deriva de su imprevisibilidad, de las sorpresas formales que se suceden

Su soberbia primera novela, A lo lejos (2017), finalista del Premio Pulitzer, está ambientada en el Oeste americano durante la fiebre del oro, y su lenguaje crea un mundo en el que tanto el espacio físico como el psíquico parecen dilatados. Algunos escritores captan los pensamientos de sus personajes a través de lo que los profesores de escritura creativa llaman tercera persona cercana.

En cambio, Díaz recurre a una tercera persona lejana, y sus frases son a la vez frías, deliberadas y desapasionadas. En ambas novelas informa sobre la vida interior de sus personajes en vez de dramatizarla, y, especialmente en las manos de Vanner, el resultado se parece más a una biografía que a una novela: una narración sin diálogos, en la que la vida de Rask se da a conocer más a menudo en forma de resumen que de escenas.

Es una manera desconcertante pero efectiva de presentar a un personaje que parece carecer casi por completo de una vida interior propia, y cuya existencia consiste únicamente en anticipar el sonsonete de un teletipo de cotizaciones.

Sin embargo, el hombre rico acaba descubriendo que necesita una esposa. Elige a una joven llamada Helen Brevoort, una chica estadounidense de una vieja familia neoyorquina criada en Europa. A la joven le interesan las artes y la filantropía, y también tiene extraños talentos propios, entre ellos una memoria tan impecable que, tras un breve vistazo, es capaz de recitar a la vez dos libros elegidos al azar alternando las frases. Pero ningún talento sale gratis, y el suyo acaba llevándola a un manicomio en Suiza.

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Así que añadan Henry James a Edith Wharton, y también Thomas Mann. El primer libro de Hernán Díaz fue un estudio sobre Jorge Luis Borges, y al igual que el maestro argentino, el autor de Fortuna tiene todo el pasado literario al alcance de la mano. ‘Obligaciones’ fija la melodía a partir de la cual los otros tres capítulos de la novela interpretan sus variaciones. Me he concentrado en él para evitar destripar la historia, ya que gran parte del placer que proporciona la novela deriva de su imprevisibilidad, de las sorpresas formales que se suceden capítulo tras capítulo.

No obstante, puedo decir que la segunda parte se presenta como la autobiografía de otro financiero con las páginas llenas de notas que se supone que se ampliarán más adelante, y llenas también de autoexculpación. El hombre afirma que siempre quiso lo bueno y lo justo para su país, lo cual incluía su intento de vender en corto toda la bolsa antes de la Gran Depresión. La tercera parte del libro es la más larga.

La relata Ida Partenza, una novelista italoamericana nacida en Brooklyn, hija de un impresor anarquista. En la década de 1990 es una mujer anciana que cuenta una historia de su juventud que hará que el lector desconfíe de todo lo narrado en los dos primeros capítulos. Del cuarto capítulo no diré nada salvo que es breve y que también revisa todo lo precedente.

“Imagínese el alivio de descubrir que uno no es la persona que creía que era”. Estas palabras definen tan bien esta estimulante e inteligente novela como al misterioso personaje que las pronuncia, una figura oculta en el centro de la telaraña del dinero.

En conjunto, las cuatro partes de Fortuna la convierten en una obra extrañamente introspectiva: extrañamente porque, a diferencia de algunos ejercicios de metaficción, el libro hace algo más que moverse en círculos. La verdadera circularidad reside aquí en el funcionamiento del capital, en un sistema monetario tan autorreferencial que ha olvidado lo que el propio escritor argentino recuerda.

Y es que esta novela siempre reconoce el mundo que hay fuera de sus páginas. Reconoce los costes humanos de una gran fortuna aunque sus personajes no puedan ver nada más allá de sus propios cálculos; su culpabilidad es mayor cuanto más inocentes, cuanto más hechizados por la abstracción del dinero se muestran.

Hernán Díaz pone una forma extrema de esa fascinación en su personaje más atractivo, que afirma: “Vender a corto es replegar el tiempo. El pasado haciéndose presente en el futuro”, como un autor modernista que escribe sobre el fluir de la conciencia. Quien pronuncia estas palabras no puede imaginar siquiera que esa fortuna pueda esconder un crimen. Pero eso no significa que ese crimen no exista.