Luis Mateo Díez, Ana López Segovia (Las niñas de Cádiz) y Miguel Ángel García Argüez en el IX Congreso Internacional de la Lengua Española. Foto: Antonio Montiel

Luis Mateo Díez, Ana López Segovia (Las niñas de Cádiz) y Miguel Ángel García Argüez en el IX Congreso Internacional de la Lengua Española. Foto: Antonio Montiel

Letras

Cádiz, literatura y carnaval: un Congreso Internacional de la Lengua en la calle

Fernando Iwasaki, Ana López Segovia (Las niñas de Cádiz), Miguel Ángel García Argüez y James Iffland examinaron la fiesta señera de la ciudad

31 marzo, 2023 14:22

A lo largo del IX Congreso Internacional de la Lengua Española, se han citado incontables vocablos genuinamente gaditanos. Colgaban de los balcones, presidían los escaparates de los establecimientos, estaban expuestos en los muros exteriores del mercado... Por supuesto, los hemos escuchado furtivamente en conversaciones. Era verdad lo que nos habían anunciado y algunos intuíamos: el vocabulario y las posibilidades expresivas de Cádiz tienen una riqueza descomunal. Pero, a veces, lo que determina una forma de estar en el mundo no es una palabra pintoresca o una expresión graciosa. Es una filosofía del desprendimiento, una ligereza mayúscula, la que te hace decir: "Está to Cadi empapelá con la cumbre esa".

Las fechas en las que ha discurrido el Congreso, del 27 al 30 de marzo, nos situaban en el intervalo temporal que separa el Carnaval de la Semana Santa, las dos tradiciones más arraigadas en la sociedad gaditana. En los callejones de Cardoso (barrio de la Viña), una hermandad apuraba los últimos ensayos de cara a Semana Santa, pero al doblar la esquina en calle Sagasta, la arteria que atraviesa el casco antiguo de la ciudad, un joven reproducía en una cajetilla de tabaco el compás de 3x4 (4x4, en realidad, pero así quedó para siempre) que sirve de base a dos de las piezas más representativas de las agrupaciones carnavalescas: el pasodoble y el cuplé. 

El Carnaval de Cádiz merecía su espacio, por derecho propio, en el Congreso de la Lengua. Más allá de la raíz subversiva, la particularidad de este carnaval sobre el de otras ciudades "es el uso de la palabra, donde se resume toda su esencia", tal y como apuntó Miguel Ángel García Argüez en la mesa de ponencias Carnaval y literatura, presidida por el escritor y académico Luis Mateo Díez y celebrada en la Facultad de Medicina (Universidad de Cádiz) en la jornada del jueves.

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La literatura "nunca necesitó a los libros" porque "es anterior a la escritura", añadió Argüez remitiéndose a la oralidad primigenia. Por tanto, el carnaval es "literatura popular" que se articula en un "acto colectivo", no en una "lectura individual". El poeta, novelista y autor de agrupaciones de carnaval defendió, además, que "el Carnaval de Cádiz es mucho más que el humor". Así, las "pasiones irracionales" que desata un pasodoble de comparsa (la modalidad más solemne de la fiesta) "también tienen algo de carnaval", dijo.

Se refería a los orígenes catárticos del carnaval, tal y como los explicó Mijaíl Bajtín en su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais (1941). Es la referencia que tomó el hispanista James Iffland para su discurso, en el que explicó la naturaleza contestataria y paródica de las prácticas carnavalescas. Siguiendo con la línea literaria, explicó, como ya había adelantado el coordinador de la mesa, Luis Gómez Canseco, la influencia que "lo carnavalesco" tuvo en Cervantes a la hora de escribir el Quijote.

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El escritor Fernando Iwasaki se remontó siglos atrás para explicar que el mundo pagano convivió con el cristiano. Las fiestas saturnales, que promocionaban el alborozo, concidían con la navidad, suponiendo un "conflicto" para la iglesia, que "entre el siglo IV y el XI no se rio". Para solucionar este conflicto, cambiaron el calendario juliano por el gregoriano. De ese modo, los paganos podrían liberar su desenfreno con una fiesta, ahora carnestolendas, que se celebrara justo antes de la cuaresma.

Respecto a Cádiz, Iwasaki quiso reivindicar que fue en la redacción de la Constitución de 1812 (la Pepa) la primera vez que se discutió que los esclavos afroamericanos tuvieran derecho a la ciudadanía. No se logró completamente, recuerda el escritor, pues los mismos que legaron a nuestra cultura tantas costumbres, sonidos y palabras "solo accederían a ella si servían a la patria". Sin embargo, es un episodio que da muestras de la implicación de la ciudad en la lucha por las libertades, sugirió Iwasaki. Y en cuanto al carnaval, consideró que "no debería ser subvencionado" por su propia naturaleza irreverente, cuyas motivaciones siempre parten de un desafío al poder.

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Ana López Segovia, actriz, directora de teatro y autora de la compañía Las niñas de Cádiz, tampoco concibe cantar una copla de carnaval elogiando a un dirigente. En su intervención, defendió la riqueza literaria del Carnaval de Cádiz, que hunde sus raíces en la lírica popular medieval. "Los gaditanos pensamos en octosílabos intuitivamente", aseguró la autora, que se ha bregado durante años en las calles con un romancero, la modalidad que se atiene más estrictamente a la métrica de los romances.

"Los cuplés [piezas breves exclusivamente humorísticas] son pequeños tratados de dramaturgia, sujetos a la estructura aristotélica de introducción, nudo y desenlace: el racatán", dijo López Segovia. Y resaltó "la capacidad de síntesis" que había que tener para llevar a cabo su escritura. No quiso olvidarse, para terminar, de la "sofisticación" del público de Cádiz. "Saben juzgar una copla de manera literaria", aseguró.

En la propia capacidad crítica del gaditano va el talento, por mucho que jamás se suba a un escenario. Cádiz es humilde: la indumentaria de los operarios municipales cuelga de una cuerda de tender en un balcón de la calle Rosario, mientras que en las escaleras de la Facultad de Medicina unas estudiantes se hacen eco del viento de Levante que hace esa tarde de martes, un día después de la inauguración del Congreso. ¡Vaya día pa que la reina tome el sol en la playa!, sugiere una de ellas. Las otras ríen.

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Pero los reyes ya se habían ido. En la Velada de poesía hispanoamericana de la jornada del martes, celebrada en el Edificio de la Constitución 1812, tuvo lugar una irreverencia genial propia de Cádiz. Tras los versos de Gioconda Belli, la chirigota más gamberra del carnaval callejero irrumpió entre la pomposidad que despertaba la erudita presencia de tantos ilustrísimos representantes del Congreso. Eran Los llorones, e interpretaban a unos hosteleros explotadores que, para colmo, siempre andan lamentándose.

Entre bastinazo y bastinazo, cantaron dos letras muy en consonancia con el Congreso de la Lengua: una conversación con un médico gaditano al que el marido de la paciente no entiende porque "el lenguaje es muy científico" y una advertencia: por más talleres que se hagan y más ponencias que se impartan, en Cádiz van a seguir llamando Gorgue a todos los Gorgues [Jorges].

Sin dejar de interpretar al personaje —"haciendo tipo", en el argot carnavalesco—, el alma mater de la agrupación referenció, delante de escritores y académicos, el episodio del Rey tocando el cajón flamenco, ocurrido un día antes. "Menos mal que no cogió la caja, como su padre”, resolvió ante la ovación del público. "Esto na ma que pasa en Cadi", se escuchó entre la gente.

En aquel acto, los representantes de las instituciones organizadoras ya hablaban de "éxito", como no podía ser de otra manera. En la gente había, sin duda, un interés especial. Algunos, muy entusiasmados y conscientes de la precipitación con la que se ha organizado el Congreso, pasaban por alto el hecho de haberse enterado tarde de muchos actos, mientras que otros lamentaban la acentuada simultaneidad de la programación. Pero "hay público pa to" fue una de las frases más recurrentes desde el lunes. Podría haber sido en otro sitio, con la misma premura y el mismo éxito. Pero en Cádiz ha sido más divertido.