José Ortega y Gasset con la Facultad de Filosofía y Letras al fondo, en 1934.

José Ortega y Gasset con la Facultad de Filosofía y Letras al fondo, en 1934. Fundación José Ortega y Gasset

Letras

Radiografía de los intelectuales españoles: ¿ha sido positiva (y necesaria) su existencia?

David Jiménez Torres ofrece en un ensayo un análisis histórico descriptivo sobre uno de los conceptos más importantes para entender la historia reciente de España

16 febrero, 2023 02:34

En las sociedades hipertecnológicas del conocimiento científico profundo queda cada vez menos lugar para el saber general, para aquellos que atesoran una sólida visión de conjunto que les confiere una posición especial desde la que hablar al gran público. Es difícil imaginar en nuestros días un intelectual con la influencia y la gravitas de un Camus, o, por llevarlo a nuestro país, de un Ortega y Gasset. La figura del intelectual parece cosa de otra época, en la que su legitimidad murió fruto de su propio desprestigio histórico: el siglo XX no dejó ningún acontecimiento trágico sin su grupo de intelectuales de apoyo.

La palabra ambigua

David Jiménez Torres

Taurus, 2023. 288 páginas. 19,90 €


A revisar los usos del término ha dedicado el profesor David Jiménez Torres (Madrid, 1986) La palabra ambigua, ensayo que se sirve de la descripción de Ortega de “intelectual”. El autor, que ganó hace dos años el Premio de No Ficción de Libros del Asteroide con El mal dormir, utiliza aquí un registro menos personal y más académico, pero igualmente atractivo y sólido para entender un concepto clave en el debate de ideas de cualquier país. ¿Es la existencia de los intelectuales algo necesario para el desarrollo socioeconómico de un país? ¿Hay alguna descripción unívoca que ayude a identificarlos?

Jiménez Torres comienza su investigación a finales del siglo XIX, momento en el que la palabra intelectual comienza a ser moneda común para describir a un tipo de personaje público con influencia difusa, pero signado por una serie de características comunes. Y es que, “a lo largo del tiempo […] ha habido sorprendentes continuidades en lo que se ha dicho de los intelectuales”, escribe el autor, que pasa a señalar esas constantes en el caso español: que los intelectuales hispanos son inferiores a sus homólogos de otros países y también fue constante la idea, especialmente en sectores conservadores, “de que no apreciaban la historia nacional”.

No es este un juicio que termine en condena, sino un análisis sólido y atractivo que deja un regusto amargo propio de la ambigüedad del término

De ahí que el propio término resulte ambiguo, a decir de Ortega. Sobre el éxito del término, Antonio Machado diría en 1905: “Hoy queremos ser intelectuales, que es algo como no ser nada”. Como resumen de la carga ambigua, cuando no irónicamente peyorativa, valga el pasaje hilarante de la película Amanece, que no es poco, que utiliza el autor como una de las de apertura de su ensayo: “Yo es que he pensado que a mí también me interesaría ser intelectual. Como no tengo nada que perder…”

El libro se divide en seis capítulos que delimitan las distintas etapas por las que ha pasado el término en nuestro país: la de fin de siglo, con la crisis del 98 como momento clave; la de la edad de oro de los intelectuales, desde 1914 hasta la Segunda República; la de la guerra civil, el exilio y la dictadura; la de la Transición hasta la llegada de los socialistas al poder; la de la muerte del intelectual, hasta el comienzo de la crisis de 2008; y, por último, la del papel de los intelectuales en el procés, que el autor examina con una mirada muy crítica ya desde el propio título: “No estaban muertos, estaban traicionando”. Y es que de especial interés es todo lo que se habla en el libro de la intelectualidad catalanista, presa de sus propias contradicciones.

['El mal dormir': una reivindicación del sueño]

No es este un juicio a los intelectuales que termine en condena. Se trata de un análisis histórico descriptivo sobre uno de los conceptos más importantes para entender la historia reciente de nuestro país. Por aquí aparecen personajes conocidos de las generaciones del 98, del 14, del 27, de la Transición…, así como los medios en los que escribieron y les dieron altavoz e influencia.

Se queda un regusto amargo propio de la ambigüedad del término: no tenemos claro que la influencia de los intelectuales haya sido benigna, incluso podemos sospechar lo contrario leyendo este estupendo ensayo. Pero, al mismo tiempo, no hay país que no presuma de sus intelectuales, y que no disponga de un puñado de personalidades capaces de hacernos reflexionar con sus libros o sus artículos.