Norman Manea. Foto: Carmen Parii

Norman Manea. Foto: Carmen Parii

Letras

Norman Manea, un estoico radical: la novela que recrea su supervivencia al Holocausto y su exilio

El autor rumano, que pasó su infancia en un campo nazi en Ucrania, publica 'La sombra exiliada', una reflexión sobre los horrores del siglo XX

31 diciembre, 2022 02:28

Norman Manea (Suceava, 1936) es una de las voces literarias más dotadas de la actual narrativa rumana. Su propia vida corre muy en paralelo a la del “Nómada” y el “Errante” que da nombre a su protagonista.

La sombra exiliada

Norman Manea

Traducción de Marian Ochoa. Galaxia Gutenberg, 2022. 304 páginas, 22,50 €

Siendo niño, el autor, de origen judío, padeció nada menos que la deportación a un campo de concentración en la actual Ucrania, del que sólo salió en 1945 con unos pocos supervivientes de su familia. Allí lo habían enviado las autoridades fascistas rumanas en connivencia con la Alemania nazi. Como el propio alter ego del libro, pasó por la República Federal alemana, asistió a la caída del Muro y se exilió después en los Estados Unidos, donde aún vive y donde desarrolló su carrera académica.

Sobrevivir al Holocausto y posteriormente a la tóxica y corrupta dictadura comunista rumana, ha de dejar a la fuerza profunda huella/“sombra”, aunque el protagonista de esta historia se juzgue con tanta dureza que asuma que, si sigues aquí, es que tampoco sufriste lo suficiente. El estoicismo extremo es una de sus notas distintivas (“Sí, camarada coronel, el cautivo se vuelve indiferente al cautiverio con el paso de los años”).

El Nómada es un solitario, obsesivo, cuya cabeza no para de dar vueltas al daño irreparable padecido por él y por tantos otros en el terrible siglo XX. Le reconforta la amistad, desde joven, con el rumano-alemán Günther y, sobre todo, una llamada “hermana” (Tamara/Agatha) con la que comparte intimidad, amor y erotismo en la distancia y en la cercanía. Ella vive en Norteamérica, en trance de divorciarse, y es precisamente allí donde el personaje principal –tras conseguir penosamente un pasaporte– viaja para el reencuentro, antes de dirigirse a un curioso college Keaton, donde podrá desarrollar sus conocimientos de historiador del arte experto en espectáculo y circo.

El exilio es extrañamiento, espacio fantasmal, y este hombre culto, que lleva en la cabeza la tabla de salvación de la gran literatura occidental, encuentra un gran acompañante imaginario en sus estudios de La maravillosa historia de Peter Schlemihl (el hombre que perdió su sombra) del romántico Adelbert von Chamisso, otro exiliado francoalemán. Schlemihl representa además al judío despistado, desastroso y perdedor al que sin embargo Dios se empeña en amar.

Manea lo llama novela 'collage', pero el conjunto queda desequilibrado si doscientas de trescientas páginas olvidan la peripecia en aras de la erudición

La novela nos habla de una lucha interior, de un fustigarse implacable y despiadado, y plantea el asunto central de si uno puede ya soportarlo todo, una vez que ha sobrevivido al intento de ser aniquilado.

Otro tema importante es hasta qué punto la verdadera raíz es la lengua materna en la que te crías (“Aquí, en el lugar que he sufrido y amado, aprendí a hablar, a escribir y, sobre todo, a leer, aquí vi el mar…”). El espectáculo, el circo, es también la sociedad de consumo y sus hipocresías, “el mundo como representación”, que diría Schopenhauer.

Grandes ingredientes, gran habilidad narrativa… aunque por desgracia, pasado el centenar de páginas, con la llegada del exiliado al college norteamericano, la novela se ralentiza y enfría y deja de ser tal. Se vuelve estática y cobra tintes de ensayo, y casi de tesis doctoral, puesta en boca de rectores y amistades en torno a la exégesis del Peter Schlemihl de Von Chamisso o de los avatares de la condición judía. Primo Levi, Robert Musil, Paul Celan, Vladimir Nabokov, Walter Benjamin, Fernando Pessoa, Bertolt Brecht, los Mann… salen de los labios de unos y otros.

Manea lo llama novela collage, pero el conjunto queda desequilibrado si doscientas de trescientas páginas olvidan la peripecia en aras de la erudición.