Librería Sa da Costa, en Lisboa.

Librería Sa da Costa, en Lisboa.

Letras Correspondencias

Cartas desde Europa de cinco autores españoles

Mercedes Cebrián, Juan Gómez Bárcena, Bibiana Candia, José Ángel Mañas y Luna Miguel mandan desde todo el mundo sus misivas a amigos, hijos, cómplices y lectores

6 agosto, 2022 01:16

Quien, como Susan Sontag, siente que no ha estado en todas partes, "pero están en mi lista", sabe que la primera estación de un futuro viaje o una inminente aventura se encuentra en las cartas y portales que trotamundos más afortunados le envían desde cualquier parte del mundo. Como las que hoy escriben cinco jóvenes autores españoles a sus amigos, hijos, cómplices...Y a ti, lector.

A Morandi

Mercedes Cebrián (Bolonia)

Querido Giorgio:

¡He conocido tu casa de Bolonia! Yo iba en busca de tus botellas, tus ubicuas musas pictóricas. Allí estaban, en un armarito, junto a las caracolas y otros objetos anodinos a los que tú otorgaste vida a fuerza de mirarlos desde infinitas perspectivas.

El MAMbo de Bolonia.

El MAMbo de Bolonia.

También visité el museo MAMbo, donde se exponen tus bodegones, y hoy he paseado bajo el calor húmedo boloñés que conocerás bien. Las chicharras están en su apogeo sonoro: quizá su canto sea uno de los motivos por los que Bolonia se considera Ciudad musical de la UNESCO. Hablando de la UNESCO: ¿sabías que en 2022 los pórticos boloñeses se incluyeron en la lista de Patrimonio de la Humanidad? Más bien deberían figurar en la declaración de derechos humanos, porque optar a una sombra en el tórrido verano local es indispensable.

Tengo más ideas para tu ciudad: al igual que contáis con un servicio de bicicletas que, tras usarse, se aparcan en distintas zonas, el Ayuntamiento de Bolonia debería proporcionar puntos limpios en los que cambiarnos de camiseta y dejar la anterior para lavar. Sería un éxito. Me despido con una confesión: no pude con los tortellini in brodo: soy de comer sopas calientes en verano, pero esa pasta contundente en su caldo hirviendo me superó. Mañana vuelvo a casa. Abrazos, Mercedes. 

Keleti

Juan Gómez Bárcena (Budapest)

Querido Javi:

Me preguntas por mi viaje a Budapest, y por esa otra forma de viaje que es la escritura de mi novela. Quieres saber si mi libro húngaro avanza o no avanza. Pero yo quiero hablarte de otra cosa, que tal vez sea la misma: la llegada a Hungría de los refugiados sirios. Te habrás enterado por las noticias. Desde el jueves, la estación de Keleti está abarrotada de miles de personas que se hacinan en tiendas de campaña improvisadas, ante la mirada impasible o abiertamente despectiva de la policía húngara.

Refugiados en Keleti.

Refugiados en Keleti.

En su última intervención, Orban ha asegurado que sólo están ahí para "mantener el orden"; esto es, para impedir a los refugiados abordar los trenes. Así que no pueden continuar su viaje, y mucho menos pueden volver: sólo les queda continuar ahí, esperando. Ayer, yo mismo me dirigí a la estación. Ante la puerta principal, un centenar de húngaros escupían insultos o algo que parecían insultos, con la mano erguida en el saludo nazi. Por suerte, los refugiados no reaccionaron.

Tampoco la policía: por lo visto, ésa no era la clase de orden que debían mantener. Y yo pensé: tengo que recordar esto. La próxima vez que me pregunte si tiene sentido escribir en pleno siglo XXI una novela sobre el Holocausto, tengo que recordar lo que vi en la estación de Keleti. 

¡Cuidado!

Bibiana Candia: LISBOA

Querido lector:

Esta nota escondida entre las páginas del libro que tienes en las manos es una advertencia, léela antes de seguir recorriendo estanterías.

Yo quería despedirme de Lisboa, es lo último que recuerdo. Bajaba del Chiado para tomarme un café y un pastel de nata en Martinho de Arcada pero, al pasar por la librería Sa da Costa, sentí un deseo irrefrenable de entrar y disfrutar el olor a páginas antiguas.

Librería Sa da Costa.

Librería Sa da Costa.

El verano es así, el calor altera el curso natural de nuestra voluntad volviéndonos más hedonistas y una pequeña concesión puede provocar una catástrofe.

Recorrí mesas de libros acariciando los lomos viejos, atravesé la primera sala, seguí por el pasillo y llegué a una especie de almacén. De pronto, una luciérnaga se posó en un estante a la altura de mis ojos, me acerqué para tocarla sin advertir el peligro y en cuanto la yema de mi dedo se dejó iluminar, la habitación empezó a dar vueltas. Pensé que era un mareo normal fruto del calor pero no, aquella luz se multiplicaba mostrándome todas las palabras, los mitos, las historias, los poemas, todos los mundos posibles e imposibles.

Huye mientras puedas porque este aleph nunca dejará marcharse a quien lo descubra. Tiene pánico a que los turistas se enteren de que ahora vive aquí.

Quadrophenia

José Ángel Mañas (Brighton)

Querido hijo:

Te escribo desde Brighton, donde me he venido a pasar los primeros días de este mes de agosto tan caluroso.

Ya sabes que yo viví aquí siendo estudiante. Entonces me tiré un año Erasmus en el campus de Sussex y me habrás oído decir que cuando bajaba a Brighton siempre esperaba encontrarme rodeado de mods y rockers, como aquellos que se pegaban por la playa durante el verano del 64. Quadrophenia era una peli muy apreciada por mi generación. Lógicamente, nunca sucedió y mi decepción fue enorme.

Los Lanes de Brighton.

Los Lanes de Brighton.

Pues bien, ayer mismo ocurrió algo extraordinario. Andaba yo paseando por los lanes cuando oí follón a mis espaldas, volví la cabeza y vi una fila de auténticos mods con sus parkas –¿te imaginas llevar una con este calor?– montados sobre sus molonas Lambrettas espejudas. Por un momento me sentí Phil Daniels. Fue como si mis ilusiones juveniles se hubieran cumplido, y saludé con alegría al primer mod que pasaba cerca, solo que este me dirigió una mirada desdeñosa y exclamó:

Get out of the way, old fag!

Huelga decir que cuando me volví hacia el pub el tipo que vi reflejado en el espejo era un tipo con medio siglo a sus espaldas, más cerca de la vejez que de la juventud. En fin, solo puedo darte un consejo: no regreses nunca adonde has sido feliz. 

Tocarse en París

Luna Miguel (París)

Querido mío,

He pensado en ti paseando sola por París.

He pensado en tu risa al entrar en una librería cuyo nombre homenajea a Colette. Leyendo a esta sáfica supe que cuando me siento a escribir soy libre de decir cuanto quiera: del afecto a la guarrada, del activismo al chiste inmoral.

He pensado en los hombres que quisieron censurarme después de escribir sobre mi sexo. Sugerían que algún día tú te avergonzarías de mí, o que en el colegio los niños te maltratarían por culpa de mis versos inspirados en la promiscuidad de Monique Wittig.

La estatua de Balzac hecha por Rodin.

La estatua de Balzac hecha por Rodin.

He pensado en cómo serás tú de hombre-grande. ¿Te seguirá gustando París? ¿Te importará algo la literatura?

¿Te acordarás de mamá, que un día te llevó en brazos por estos parques, susurrándote poemas de Renée Vivien?

He pensado en mi dilema al admirar la estatua de Balzac que esculpió Rodin. Una en la que Honoré ejecuta el gesto onanista que él también practicaba antes deescribir.

He pensado en tu futuro libre, en tu deseo libre en tu gozo libre.

Y al imaginarte así de hermoso he creído que mi escritura desvergonzada no es otra cosa que el legado que ansío dejarte: no sientas vergüenza, no dejes que te coarten, sé honesto y empático… Y tócate, hijo, si te da la gana, tócate.