Detalle de la portada del integral de 'Goomer', de Ricardo y Nacho (Norma Editorial)

Detalle de la portada del integral de 'Goomer', de Ricardo y Nacho (Norma Editorial)

Letras

El regreso de 'Goomer', el antihéroe intergaláctico

Casi un año después de la muerte de Nacho Moreno, Norma publica en dos tomos todas las tiras protagonizadas por el popular personaje que creó junto a Ricardo Martínez

25 junio, 2022 03:18

El diario El País creó en 1981 unas páginas para niños bajo el nombre de “Pequeño País”, alentadas por Rosa Montero, Lolo Rico y Gerardo Amechazurra, en las que esporádicamente el lector encontraba colaboraciones interesantes de Eguillor, Vázquez o Romeu, por ejemplo. Pero no fue hasta 1988, merced a los criterios de Ana Bermejo, que esa cabecera alzó majestuosamente el vuelo para convertirse en uno de los mejores suplementos infantiles de la prensa española (en la que ocupan un lugar distinguido el “Gente Menuda” de ABC, antes de la guerra civil, o “Chio”, del diario El Alcázar, y “El Cuco”, del periódico Pueblo, bajo el franquismo).

Goomer
Ricardo y Nacho
Norma, 2022. Dos volúmenes. 1.248 páginas. 66,95 €

Esa etapa del suplemento de Prisa asentaría su calidad en firmas como Eguillor, Asun Balzola, Rafael Ramos, Ricardo, Azpiri, Urberuaga, Max, Mique Beltrán, Vázquez, Daniel Torres o Raúl Arias, entre otros. E iría languideciendo hasta su muerte en 2009.

Para aquel “Pequeño País”, que apostaba por la creación “ex profeso”, Ana Bermejo depositó una gran fe en el guionista Ignacio Moreno (Vitoria, 1957-El Puerto de Santa María Cádiz, 2021), que ya había demostrado su talento en secciones divulgativas, y que creó en aquel 1988 dos de los personajes más populares surgidos de esas páginas: Mot, junto a Alfonso Azpiri, y Goomer, en colaboración con Ricardo, a los que más adelante sumaría su Gus, en equipo con Raúl Arias. Mot y Goomer, junto al Leo Verdura de Rafael Ramos, tribulaciones de un felino vegetariano, fueron, sin duda, las series que alcanzaron una mayor popularidad.

[Muere Nacho Moreno, creador del cómic 'Goomer']

El tándem conformado por Nacho y Ricardo Martínez (Santiago de Chile, 1956) se había gestado en la juventud y había nacido pletórico de sana e ilimitada ambición: conquistar el mercado estadounidense con una tira de humor distribuida por alguno de los grandes sindicatos del gremio, para lo que concibieron las andanzas de un transportista de escasas luces, pero de agudo ingenio para sobrevivir, que iba a parar a un planeta de seres a ratos extraños y a ratos demasiado familiares.

La incipiente alopecia de Goomer ayudaba a identificar al personaje como uno de los nuestros

La incipiente alopecia de Goomer ayudaba a identificar al personaje como "uno de los nuestros"

Nacho dominaba, cosa nada fácil, el tempo con el que se construye un gag hasta provocar la sonrisa en la última viñeta. Tenía maestros en aquellos momentos en los que fijarse, como Johnny Hart o Brant Parker, cuyas series “Antes de Cristo” y “El mago de Iz” había divulgado entre nosotros el especialista Luis Gasca, a través del sello editorial Buru Lan, siguiendo el entusiasmo de los intelectuales europeos por ambas tiras.

Y Ricardo poseía la suficiente versatilidad para hacer una síntesis entre las grandes corrientes gráficas europeas y estadounidenses de cara a facilitar los diversos niveles de lectura que encerraban aquellas entregas, en las que los pequeños quedaban deslumbrados por la variedad de personajes singulares y la riqueza de los detalles y los adultos por las cargas de profundidad irónica que sobre su propia, y a menudo patética condición, dejaba todo aquel elenco a su paso.

Goomer era la antítesis de cualquier gran explorador que se precie: estatura más que media, incipiente alopecia, barriguilla cervecera… lo que ayudaba a que la mayoría de los mortales viéramos en él a uno de los nuestros, mientras nos preguntábamos qué clase de atractivo halló en ese ser la extraterrestre Elma, de tres ojos, volúmenes rotundos, piernas de cefalópodo y peinados imposibles.

El caso es que aquel dúo funcionaba, y funcionó aún mejor cuando la serie, en sucesivas vidas, pasó a habitar las páginas de El Jueves o del diario El Mundo, en el que Ricardo y Nacho se convirtieron en los artífices de una viñeta política diaria.

Primer encuentro entre Goomer y Op

Primer encuentro entre Goomer y Op

Y fue de esa manera porque progresivamente los dos autores comprendieron que, más allá de la gracia que nos proporcionaban los grandes secundarios, como El Ascensor o La Cucaracha, podían prescindir de algunas de las concesiones al público infantil, en las que jugaba un papel importante el factor sorpresa, para centrarse, sin temor a la corrección política que ya asomaba en el horizonte, en primer lugar, en las relaciones conyugales, y luego en las familiares (impagable Neila, la hermana de Elma) y las amistosas, con ese Op, en cuyo trato de camaradería con el tremendo egoísta y perezoso Goomer parecían resonar ecos de la estrecha relación entre dibujante y guionista.

Goomer, reconocido por el gran público, vivió hasta 2013, existencia longeva para la etapa crítica por la que transita la historieta de humor española en las últimas décadas, mientras el cine de animación desperdició su fuerza en las dos ocasiones en que recurrió a él.

Ignacio se desvincularía amistosamente de Ricardo y buscó nuevos rumbos para su ingenio, encarnando aquella parodia de los grandes cocineros que fue Falsarius Chef, con cuyas recetas pudimos sortear algún complicado compromiso.

Ahora, esta gran antología en dos volúmenes nos devuelve a uno de los mayores antihéroes de la picaresca en el que varias generaciones identificaron sus debilidades y aprendieron a aceptarlas, sustituyendo la conmiseración por el humor.