Rafael Narbona, autor de 'Retrato del reportero adolescente' (PPC). Foto: Inés Urdaci

Rafael Narbona, autor de 'Retrato del reportero adolescente' (PPC). Foto: Inés Urdaci

Letras

Rafael Narbona: “Antes o después, la democracia será una realidad irreversible”

El escritor presenta este lunes en la librería Rafael Alberti 'Retrato del reportero adolescente', un recorrido por la historia del siglo XX a partir de los álbumes de Tintín

20 febrero, 2022 02:43

Es difícil averiguar qué hace Rafael Narbona cuando no está escribiendo. Su ingente producción literaria cristaliza en numerosos y dilatados textos de colaboración para medios como El Cultural, Revista de Libros o Letras Libres. Por si fuera poco, encuentra huecos para publicar en sellos editoriales. ¿A qué dedica el tiempo libre, entonces, si es que le sobrara un minuto? A leer, claro. Y entre la densidad de su biblioteca, que justifica la erudición de sus reportajes y artículos, Narbona regresa sobre el personaje que marcó su vida: Tintín.

Los álbumes del intrépido periodista alumbraron la idea para un nuevo libro. Retrato del reportero adolescente. Un paseo por el siglo XX (PPC) rememora los viajes que Tintín, catapultado a la fama por el ilustrador Georges Remi (Hergé), realizó por todo el mundo, siempre en busca de la noticia más interesante o el acontecimiento más transcendental. Del Tíbet al Congo, de la URSS a la América de los indios y los colonos, los veinticuatro álbumes que componen Las aventuras de Tintín constituyen un fresco más que representativo del convulso siglo XX.

A través del personaje de Niemand, un nonagenario que consume los últimos compases de su vida en una residencia de ancianos en Bruselas, Narbona recupera los hitos del periodista del mechón rojo. Bajo este pretexto, se inmiscuye en las profundidades ideológicas de una etapa apasionante y esgrime la coherencia de su pensamiento en cuestiones políticas, históricas, morales, científicas y filosóficas. “Aunque mi libro no es un ensayo erudito”, aclara el autor, que no se considera “un tintinólogo, sino un tintinófilo”. La última obra de Narbona es, más bien, “un canto a la nostalgia y una rebelión contra el tiempo”, según ha confesado el propio autor.
P. ¿Por qué conserva esa pasión por Tintín?
R. Alejarme de Tintín habría significado alejarme de mi infancia, algo que descarto con determinación. Aunque ensombrecida por la prematura muerte de mi padre, mi niñez fue una etapa prodigiosa. Descubrí a Tintín, Julio Verne, R. L. Stevenson, el padre Brown –el personaje de G. K. Chesterton-, el Capitán Trueno, el western, los vinilos... A los doce años ya escuchaba a los Beatles y disfrutaba con las películas de Alfred Hitchcock y John Ford. Para mí, Tintín representa la felicidad. No he olvidado las tardes leyendo sus álbumes sobre una alfombra, con una taza de Nesquik y la cabeza apoyada en el lomo de mi perro. Aún hoy, esa es mi imagen del edén.
P. ¿Cree que Tintín ha envejecido bien?
R. Tintín está a punto de cumplir un siglo y goza de una excelente salud. Saber que hay lectores de veinte años y tal vez de menos me hace pensar que Tintín vivirá al menos otros cien años. Leerlo nos ayuda a conocer y, sobre todo, comprender mejor el siglo XX. En sus inicios, Tintín albergaba los mismos prejuicios que sus contemporáneos. No se cuestionaba el colonialismo, ni las expediciones arqueológicas que saqueaban el patrimonio de otras culturas, pero enseguida descubre que Europa se ha comportado de manera deleznable en Asia, África y Estados Unidos.

En 1931 viaja a América y presencia los abusos que sufren los pueblos nativos, despojados de sus territorios y riquezas. En 1935 se desplaza a Shanghái y se topa con la brutalidad y corrupción de los occidentales, que humillan y maltratan a los chinos. Dos años después está en América del Sur, enfrentándose a las dictaduras militares que pisotean los derechos humanos. En 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, aboga por la monarquía parlamentaria de Syldavia frente al totalitarismo de la República de Borduria. Cuando los nazis invaden Bélgica, decide dejar la política para evitar problemas, pero más adelante recreará la Guerra Fría, los conflictos en Oriente Medio y la inestabilidad de América del Sur.
Tintín ya no justifica las expediciones arqueológicas, sino el derecho de los pueblos a conservar su patrimonio. Ningún personaje de cómic nos ofrece una panorámica similar, que incluye incluso un viaje a la Luna, y, menos aún, nos muestra cómo ha evolucionado la conciencia moral y política de Europa desde el colonialismo hasta la actual exaltación del mestizaje y la diversidad.
P. Sospecho que Niemand, aunque es calcado a Tintín, también está inspirado en otros periodistas icónicos. Por cierto, a Arturo Pérez Reverte, periodista de pasado aventurero, le ha entusiasmado el libro.
R. Sí, le gustó mucho y recomienda su lectura en una frase. En alemán, Niemand significa Nadie. Al igual que Hergé, intenté crear un personaje suficientemente flexible e indefinido para favorecer una identificación amplia. Quería que los lectores pudieran proyectarse en el personaje. Niemand, sosias de Tintín, es uno de esos reporteros del siglo XX que transformaron el periodismo, añadiendo a sus crónicas su perspectiva personal. En cierto sentido, es un precursor del nuevo periodismo creado por Tom Wolfe, Truman Capote o Norman Mailer, pues sus emociones y su forma de interpretar la realidad permea todos sus relatos. De todas formas, Niemand tiene identidad propia, no es un molde hueco. Aguarda la muerte con serenidad, evocando a los amigos perdidos y meditando sobre sus errores. Mi intención era hacerlo creíble y humano.
P. Si hoy Tintín estuviera vivo, ¿qué tipo de periodista sería? ¿Frecuentaría las redes?

"Ahora mismo Tintín estaría en Ucrania, cubriendo los acontecimientos"

R. Es probable, pero sin enredarse en disputas. Su sentido del decoro y su pudor se lo impedirían. Sería un reportero honesto y sin miedo. Ahora mismo estaría en Ucrania, cubriendo los acontecimientos. Aportaría un punto de vista humanista, rehuyendo el sensacionalismo y el amarillismo. Pienso que escribiría artículos de fondo, salpicados de consideraciones éticas. Eso sí, me cuesta trabajo imaginarlo con un ordenador portátil en vez de un bloc de notas y un bolígrafo.
P. Retrato del reportero adolescente es un libro caleidoscópico, en tanto que hibrida la ficción con los hechos históricos reales, sobre los que se arroja una mirada crítica. ¿De qué modo concibió la inserción de géneros que habitualmente desarrolla —la crítica, el artículo o el reportaje literario— y qué importancia tiene cada uno en este libro?
R. Mi vocación no es el periodismo, sino el ensayo y la narración. Soy periodista por accidente. Quizás por eso intento hibridar géneros, pues eso me permite escribir con más libertad y explotar distintos registros. Mi libro puede leerse como una novela que explora temas como la vejez, la nostalgia del pasado, la soledad, las pérdidas. También es un reportaje que recrea el paisaje de Bruselas y la vida en una residencia de la tercera edad. Es un ensayo sobre Tintín, pero también sobre la historia, el arte y la política del siglo XX. Es un cóctel arriesgado, pero no habría sido capaz de escribir el libro ciñéndome a un género canónico.
P. ¿Qué aporta este libro más allá de los propios álbumes de Tintín? ¿Quizás la perspectiva del tiempo era necesaria para hacer una retrospectiva histórica tan panorámica?
R. En España, se han publicado pocos libros sobre Tintín. El de Fernando del Castillo, Tintín-Hergé. Una vida del siglo XX, es estupendo, pero apareció hace muchos años y desde entonces han surgido nuevas perspectivas y nuevos datos. Creo que mi libro debe leerse como una declaración de amor a Tintín y como una oportunidad de reencontrarse con un viejo amigo de papel. Espero que los lectores de mi edad recuperen con su lectura aspectos de su infancia, quizás adormecidos. Me gustaría que mi libro se leyera como literatura, no como un ensayo. De hecho, es una novela que flirtea con la ficción del yo y desdibuja los límites entre realidad y ficción.
P. A propósito, plantea un interesante cuestionamiento al inicio en torno a esa dualidad. El papel que habitualmente desempeña en el plano literario se corresponde con una participación en medios culturales, desde un tono a menudo ensayístico. Sin embargo, a veces ha hecho excursiones hacia lo ficcional…
R.Borges, autor de la Ilíada” no es mi único acercamiento a la ficción. Mi segundo libro, El sueño de Ares, fue un conjunto de relatos y el próximo libro también lo será, a partir de las historias que estoy publicando en Revista de Libros. No tiro la toalla. Afortunadamente, ya se está realizando la primera reimpresión de Retrato del reportero adolescente. He mezclado historia y ficción en distintos textos. En Entreclásicos, mi blog de El Cultural, he realizado entrevistas ficticias a Francisco Umbral, Marilyn Monroe y Bianca Castafiore. También escribí un relato donde escenificaba un encuentro imaginario entre Fernando Aramburu y Jorge Luis Borges.
P. En las primeras páginas se alude a la técnica pictórica de Hergé, basada en una “línea clara” donde “el volumen y la expresión se sacrifican en aras de la sencillez y la transparencia”. Es imposible no relacionarlo con su estilo de escritura. Pese a que son disciplinas distintas, ¿cree que podría haber alguna correspondencia?

"Tal vez Tintín ha dejado una semilla que ha fructificado en el estilo transparente de mi escritura"

R. Varias personas han señalado que mi forma de escribir podría definirse como de “línea clara”. Tintín no ha influido conscientemente en mi escritura, pero tal vez ha dejado una semilla que ha fructificado en un estilo transparente, con frases cortas y siempre preocupadas por la elegancia. No me desagradan los escritores neobarrocos. Admiro mucho a Lezama Lima y Alejo Carpentier. También me gustan los autores con una prosa sensual y lírica, como Gabriel Miró. Álvaro Delgado-Gal compara mi estilo con el de Azorín, lo cual constituye un gran halago. Pienso que las expresiones artísticas se fecundan mutuamente de una forma espontánea e ininterrumpida.
P. Precisamente, Delgado-Gal alude en el prólogo a una “prosa limpia” que no sucumbe a la hipotaxis o abuso de pronombres. ¿Hay una técnica para lograr esto?
R. Nunca me propuse no abusar de los pronombres. Simplemente, mi escritura fluyó así. No he elaborado una especie de poética para fundamentar mis claves creativas o estilísticas. Mi forma de escribir ha surgido sola. Quizás mi mayor influencia ha sido mi padre, un escritor olvidado que también cultivaba la claridad y la limpieza.
P. Católico, anticomunista, humanista, ecologista, cosmopolita, antibelicista… Esos caracteres son, entre otros, los que proyectan Hergé y Tintín. Me meto que, si no todos, Narbona suscribe la mayoría.

"No me gusta el comunismo, pero entiendo que fue necesario, al menos como crítica del capitalismo"

R. Católico, sí, pero desde una perspectiva crítica, como la de J. B. Metz, un gran teólogo, o Simone Weil, que nunca llegó a bautizarse. Y, por supuesto, un mal católico, como Graham Greene, con una vida poco ejemplar. Yo no soy aficionado a los excesos. Mi rutina se parece mucho a la de un benedictino, pero a veces me dejo llevar por la ira o el despecho y luego me pesa. No me gusta el comunismo, pero entiendo que fue necesario, al menos como crítica del capitalismo. No me gusta el prefijo “anti”. No soy “antinada”. En todo caso, antiviolencia, pero nada más. Como dice, antibelicista. Humanista y ecologista, desde luego. Cosmopolita, sí, pero en el plano teórico. Detesto los nacionalismos, pero siento un gran apego a mi entorno y apenas viajo. En los años anteriores, mis viajes se cuentan con los dedos de la mano. Pienso que Lezama Lima tenía razón cuando afirmaba que el trayecto al baño encierra muchas maravillas, casi siempre desapercibidas. En un pasillo puedes toparte con el infinito. Tengo muchas cosas en común con Tintín, pero yo no salto de un continente a otro y no me considero una persona especialmente valiente. En eso me parezco a Hergé, un hombre que siempre se mantuvo alejado del peligro.
P. La historia del siglo XX está atravesada por la violencia. La revisión de los hechos confirma que esa violencia no aflora siempre desde las comunidades salvajes, sino también de las más civilizadas. A punto de cumplirse el primer cuarto del nuevo siglo, ¿la humanidad ha aprendido algo?
R. La situación crítica de Ucrania parece indicar que no, pero a pesar de eso soy optimista. En Occidente, se ha avanzado en muchos frentes: los derechos sociales, los derechos de la mujer, el Estado del bienestar, la conciencia ecológica, la protección de las minorías o los derechos de los animales. En otras regiones, la resistencia a la modernidad o las dictaduras políticas siguen provocando situaciones de enorme sufrimiento. Sin embargo, hay un anhelo planetario de libertad. Creo que antes o después, la democracia será una realidad irreversible en los cinco continentes. Eso sí, debemos recordar lo que le dice Tintín a Tchang, su joven amigo chino: “los países se conocen mal”. Hay que hacer un esfuerzo para comprender al otro y convivir en paz.