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Letras

¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?

En este profunda y accesible ensayo el antropólogo James Suzman recurre a la ecología, la genética, la historia de la evolución o la psicología social para abordar el trabajo desde ángulos diversos

14 septiembre, 2021 09:10

Trabajo. Una historia de cómo empleamos el tiempo

James Suzman

Traducción de Marta Valdivieso y Ramón González Férriz. Debate. Barcelona, 2021. 392 páginas. 23,90 €. Ebook: 11,99 €

El asunto del trabajo —su gestión, sus implicaciones, su carencia, sus recompensas, sus excesos— están en el corazón del debate público, académico e intelectual. No en vano, en nuestras sociedades, el trabajo es condición de posibilidad para casi todo y para casi todos. Damos por hecho que hay que trabajar, y que, para conseguir ese trabajo, hay que formarse, y que ese trabajo condicionará lo que podremos hacer y quiénes seremos: el trabajo confiere salario, pero también identidad y estatus. De ahí que las grandes corrientes de pensamiento que han definido el mundo desde hace dos siglos, lo tuvieran en el corazón de sus doctrinas. Y el debate se acrecienta en unos momentos en los que se habla de teletrabajo, de nuevas formas precarias de relación laboral como la de los riders. Los tiempos cambian, pero la necesidad de seguir reflexionando sobre el trabajo sigue ahí.

A ello nos ayuda el ensayo profundo y accesible de James Suzman (1970), en el que este antropólogo sudafricano recurre con tino y buena dosificación a la ecología, la genética, la física, la historia de la evolución o la psicología social para abordar el asunto desde ángulos diversos. Su punto de partida es contundente: “nuestra relación con el trabajo es mucho más interesante y compleja de lo que la mayoría de los economistas tradicionales nos haría creer”.

Existe el convencimiento de que las sociedades primitivas vivían en una lucha constante por los recursos, que el homo sapiens, y antes los neandertales, sufrían un estado de necesidad y conflicto constantes que los tenía ocupados la gran mayoría del tiempo buscando dónde resguardarse y qué comer. Suzman, apoyándose en investigaciones recientes y en disciplinas varias, niega la mayor: “durante el 95 por ciento de la historia de nuestra especie, el trabajo no ocupó en absoluto el lugar sagrado que tiene ahora”. Y para ello hace un viaje doble: al pasado remoto y a los lugares donde aún habitan cazadores-recolectores como los que poblaban el mundo antes de la revolución neolítica y la extensión de la agricultura y la ganadería. “Los cazadores-recolectores no vivían siempre al borde de la inanición”, escribe Suzman, que explica que su “vida económica se organizaba en torno a la presunción de la abundancia, en lugar de a la preocupación por la escasez”.

En esta obra profunda y accesible, su autor recurre a la psicología y la evolución para tratar el tema del trabajo

No es que Suzman proponga una vuelta al neolítico y el desmontaje de la civilización en busca del buen salvaje rousseauniano —aunque a veces parezca que la idea podría llegar a seducirle—. Su mirada al pasado de las sociedades de cazadores-recolectores, así como a otros momentos de la historia en los que el trabajo no ocupó la obsesión central de las mismas, tiene un objetivo más humilde pero necesario: persuadir de que la consideración del trabajo o los modelos laborales no responden a ninguna naturaleza humana de la que estos se derivan de forma lógica e inevitable, sino a una determinada correlación de fuerzas que se fue desplegando a medida que innovaciones como el dominio del fuego generaron nuevos hábitos, jerarquías sociales o intereses. Respecto al fuego y su papel clave, Suzman escribe que “al proporcionar a nuestros antepasados tiempo libre, un lenguaje y una cultura, el fuego también convocó la existencia del detestable contrario del ocio: el concepto de trabajo”.

Frente a la explicación clásica de la economía como la asignación eficiente de recursos escasos, Suzman narra un pasado en el que la opción bien pudo ser la contraria, y propone: “tal vez muchos rasgos y comportamientos animales difíciles de explicar hayan sido determinados por la sobreabundancia estacional de energía más que por la batalla por unos recursos escasos, y que en esto puede residir la clave de por qué nosotros, la especie que más energía derrocha de todas, trabajamos tanto”. Un cambio con implicaciones en la organización social, porque, mientras “los cazadores-recolectores aceptaban las dificultades ocasionales, los agricultores estaban convencidos de que siempre les podía ir mejor si trabajaban un poco más”.

Así, la justificación de este libro reside en la trascendental pregunta que impulsó al autor a investigar y a escribirlo: “¿Por qué, en una época de abundancia sin precedentes, seguimos tan preocupados por la escasez?”.

@MaldonadoAg