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Letras

Fernán Gómez, un prosista seducido por el fracaso

Novelas, guiones, artículos, cuentos, poemas, memorias... Fernán Gómez fue un hombre de letras que arrojó sobre sus páginas una poderosa y fértil veta autobiográfica. Su molde narrativo reactivó y actualizó la picaresca

27 agosto, 2021 16:14

La absorbente y múltiple dedicación al espectáculo de Fernando Fernán Gómez tuvo muchos años en la trastienda su actividad como escritor. El famoso cómico fue desde muy temprano un hombre de letras, que escribía en secreto: teatro, y poemas y cuentos publicados con gran retraso.

También en la literatura trabajó mucho Fernán Gómez. Su versátil escritura se dilata por todos los géneros: los citados y además memorias, guion cinematográfico y articulismo. Sin embargo, la imagen pública de escritor tardó en llegar. Se diría que tuvo escaso interés en ello hasta una edad avanzada, a partir de los años 80. Entonces, entrado en la sesentena, se volcó con ímpetu en su vieja vocación y se arracimaron rescates de textos antiguos y obras nuevas. El copioso articulismo desde finales de siglo muestra el entusiasmo y energía con que acometió el reciente empeño, el cual, en su último trecho, no puede desligarse de un tenso desapego hacia el teatro.

El texto dramático tenía que ser, claro, un foco de la escritura de Fernán Gómez. A una madrugadora farsa no naturalista, Pareja para la eternidad (1947), le siguieron un puñado de piezas convencionales y la destacadísima Las bicicletas son para el verano, una de las comedias españolas fundamentales de la transición. También era inevitable que incidiera en el memorialismo, que cumplió en un emotivo libro de recuerdos, El tiempo amarillo. Y lo era porque, aunque nunca practicó la postmoderna autoficción, una veta autobiográfica, tanto vivencial como anecdótica, atraviesa casi toda su obra.

Andando el tiempo, donde más a gusto se encontró Fernán Gómez fue en la narrativa. Solo había publicado una novela en los años 50, una sátira del mundo del cine, El vendedor de naranjas, pero tres decenios después se va agolpando su prosa de ficción. Es revelador el retardado rescate, en 1999, de viejos cuentos inéditos en La escena, la calle y las nubes. En esta antología se percibe un amplio mundo imaginario y un bloque de intereses bastante compacto, aunque flexible, que fue explayando en diversas tramas anecdóticas. El viaje a ninguna parte abre fuego, en 1985, en el ejercicio de una novelística abundante y de cadencia sostenida.

Con El viaje a ninguna parte, pequeña historia cotidiana de las compañías teatrales ambulantes, arranca un mundo imaginativo en apariencia muy disperso. A veces se traslada Fernán Gómez al pasado remoto: a la Edad Media en El mal amor o al Siglo de Oro en Oro y hambre. En cambio, en ¡Stop! Novela de amor existe internet. Los tonos son igualmente muy distintos. El vendedor… es relato satírico de denuncia en el que un humor jardielesco preside el retrato desenfadado de un aristócrata decadente. Por el contrario, seriedad y amargura impregnan El mar y el tiempo, que aborda el drama del regreso del exilio y los trastornos irreversibles debidos al paso del calendario. Mientras que la intensidad emotiva sella El viaje a ninguna parte. Algo parecido ha de decirse del molde narrativo: encontramos tanto la reactualización de la picaresca como la clásica forma decimonónica.

Con todo, la narrativa de Fernán Gómez sí tiene un fondo unitario, validado por un buen número de constantes y elementos recurrentes. Veamos. Se encuentran reincidencias anecdóticas: las más importantes, el microcosmos de la farándula y las desazones del amor. Se nota en el narrador un soporte vivencial, de experiencias reales del autor, aunque trasmutadas imaginativamente. Varias veces se aborda la incertidumbre barroca de los límites de la realidad con sus variantes: las dudosas apariencias y la escurridiza frontera entre verdad y mentira y entre sueño y vigilia. Lo cual se refuerza con habituales relaciones entre vida y literatura, en particular referidas a las mentiras verdaderas del teatro. Le gustan, por otra parte, los registros del humor, de situaciones o verbal, con que templa la denuncia o el testimonio crítico.

Nada maniqueo, también avala una sustancial homogeneidad de la prosa de Fernán-Gómez un básico sentido de la vida trufado de melancolía y sentimentalidad que abre las puertas al gran motivo de las ilusiones fallidas. Por sus páginas desfilan el trabajo, las ilusiones, la bondad, el espejismo panglossiano, lo real y lo imaginado, el miedo, el amor, la fidelidad, el engaño… En suma, rasgos y comportamientos de lo elemental humano disueltos en el excipiente de unas peripecias cordiales casi siempre, solo en ocasiones ácidas, con su punta de ironía y altas dosis de tristeza.

Este mundo de raigambre moral se manifiesta en un particular diseño de los personajes. Son objeto de sátira cuando revelan malas condiciones del alma, pero Fernán Gómez se fija más en las “pobres gentes” que seducían a Ignacio Aldecoa, suele tener una mirada comprensiva sobre sus criaturas y las observa con piedad, cercana a la fraternidad, cuando sufren y son víctimas de sí mismos o de la vida. No habla de triunfadores: prefiere soñadores o engañados, seres desvalidos. menesterosos en lo espiritual y material; le seduce el fracaso no el triunfo. De ahí que sus narraciones se salden con una visión elegíaca de la precaria existencia, emotiva y cálida, tierna pero no ternurista.

Estos mimbres de una literatura comunicativa hallaron un perfecto trenzado en La Puerta del Sol. Esta rotunda novela colectiva contiene un fresco histórico de España desde 1909 y hasta entrada la posguerra. En la pintura coral sobresalen las vicisitudes de un matrimonio joven y pobre, un traspunte de teatro y su soñadora mujer. La pareja le sirve para recrear el florecimiento del ideal libertario y la esperanza de las clases bajas en alcanzar su redención. Todo será una quimera. Los mismos de siempre retendrán el poder y la riqueza. El escéptico y solidario Fernán Gómez resumió en esta invención galdosiana su pesimista pensamiento acerca del esforzado oficio de vivir, que es de lo que a la postre hablan sus libros.

100 AÑOS PÁGINA A PÁGINA

La puerta del sol. Atrapasueños. Fernán Gómez retrató el Madrid de principios de siglo a través de Mariana Bravo, una joven portera.

El tiempo amarillo. Capitán Swing. Capital. Sus memorias son una de las cumbres de su prosa.

Teatro. Galaxia Gutenberg. Volumen que reúne todas las obras dramáticas y piezas inéditas.

El vendedor de naranjas. Pepitas de Calabaza. Reeditada para el centenario, es su primera novela.

Dos comedias y algo más. Galaxia Gutenberg. En septiembre aparecen reunidas las piezas teatrales Por parte de madre y Estebanillo.

El libro de Fernando Fernán Gómez. Edición de Helena de Llanos y Jorge de Cascante. Blackie Books. Homenaje a través de fotos, cartas, storyboards…

El universo de Fernando Fernán Gómez. Notorious. Más de 30 firmas dedicadas al maestro con prólogo de Emilio Gutiérrez Caba.