Antonio Ortuño. Foto: FIL / Bernardo De Niz

Antonio Ortuño. Foto: FIL / Bernardo De Niz

Letras

Antonio Ortuño, ni un momento para la piedad

'Esbirros' es un libro no apto para lectores aburguesados cuyos once cuentos sacuden sin previo aviso aprovechándose de nuestra candidez

3 mayo, 2021 09:48

Esbirros

Antonio Ortuño

Páginas de Espuma. Madrid, 2021. 112 páginas. 14 €. Ebook: 5,99 €

La escritura que exhibe Antonio Ortuño (Zapopan, México, 1976) en Esbirros es incómoda y áspera, de las que molestan y hacen brotar un sarpullido en la piel de los más sensibles. El lector lo percibe rápidamente, y ya desde las primeras líneas se ve obligado a abandonar la actitud confiada con la que se acercó a las páginas de este libro breve para ponerse en guardia e incluso para esquivar algún golpe bajo que le alcanzará a poco que se descuide. Porque los cuentos que conforman Esbirros sacuden sin previo aviso, aprovechando la candidez o desprotección, con la que a menudo enfrentamos la literatura.

Esta es una colección de once relatos repartidos en tres secciones tituladas respectivamente Ayer, Hoy y Mañana, que están precedidos por una Nota liminar del autor. En la obra, los paratextos son importantes, y a la Nota hay que sumar dos lemas (uno de Leonard Cohen y otro de Lou Reed) que tratan respectivamente sobre la universalidad de la esclavitud humana y sobre el lado salvaje de la vida, dos temas muy presentes en la obra.

'Esbirros' es un libro no apto para lectores aburguesados cuyos once cuentos sacuden sin previo aviso aprovechándose de nuestra candidez

Además, en la Nota liminar el autor sigue aportando pistas sobre la forma en la que se debe emprender la lectura. Lo hace en un texto basado en una anécdota personal, dos páginas que hay que leer tanto al principio —para prevenirse contra los daños colaterales— como después de haber completado el libro con el fin de comprender (o corroborar) unos finales a veces surrealistas (“Almas blancas”), a veces inciertos (“Tiburón”) y a veces truncados o interrumpidos (“El rastro de la nieve”, “La reina de Inglaterra”). Dos páginas ineludibles que, abordadas a modo de colofón, logran que nos reconciliemos con un autor cínico y descarnado, cuya piedad por sus criaturas es cero. Las tres partes en las que se divide la obra responden, como sus títulos indican, a relatos cuyas historias se ubican en el pasado (dos), en el presente (ocho) y en el fututo (una).

Desde el punto de vista temático, el libro trata sobre el poder y las relaciones que establece entre los individuos; sobre la violencia, tan presente en América Latina; sobre el miedo que imprime esa violencia y que paraliza a las personas; sobre el rencor y el odio, que se acumulan con la repetición de los agravios; o sobre un sexo sucio y procaz. Aquí encontramos gente que desaparece tras haber salido de casa para ir a la fábrica o a un comercio, sujetos que se ausentan no por propia voluntad, sino porque se los llevan en camionetas y no vuelven a ver sus familias.

En estas historias, los narradores se detienen en los aspectos más sórdidos de los personajes. En “Bienaventurados los mansos”, por ejemplo, se escarba en las deficiencias mentales de los protagonistas; en “La reina de Inglaterra” hay un claro deleite en el mal olor corporal; en “El rastro de la nieve en tu sangre” en los efectos de la cocaína, y en “Gusano” en la pérdida de la dignidad tras una borrachera descontrolada. Un libro no apto para lectores aburguesados.