Image: Diez voces para Ángel González

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Letras

Diez voces para Ángel González

12 enero, 2018 01:00

Ángel González

En el décimo aniversario de la muerte del poeta, diez autores, amigos y admiradores nos leen sus versos escogidos: José Manuel Caballero Bonald, Nacho Vegas, Luis García Montero, Raquel Lanseros, Benjamín Prado, Felipe Benítez Reyes, Antonio Colinas, Chus Visor, Elvira Sastre y Pablo García Casado.

Luis García Montero

Es un poema de Nada grave (2008), el último libro de Ángel. En pocos versos hay mucho de su poética: el homenaje a otro poeta (Pessoa), la toma de conciencia del papel del lector en el hecho literario, la difícil sencillez en la que se aborda el juego de la ficción, la emoción y la verdad. Pero lo elijo por motivos personales. Recuerdos de una tarde en su casa, leyendo los poemas de un libro duro. Ángel me pidió que me encargase de publicarlo después de su muerte.



La verdad de la mentira

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas
y una voz cariñosa le susurró al oído:
-¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y él respondió:
-Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.


Nacho Vegas

Escogí "Todo amor es efímero" porque en su brevedad condensa una idea inmensa, la del amor como un mecanismo que permite detener el tiempo y hacer que un breve instante se transforme en algo eterno.



Todo amor es efímero

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.


José Manuel Caballero Bonald

El poema elegido pertenece al libro Deixis en fantasma, que a es a mi juicio donde se inicia el tramo de la poesía de Ángel González de más eficiente madurez verbal y reflexiva.



La belleza

La belleza, que tantos días sorprendí
incluso en las axilas más violentas,
¡cuántas veces se oculta hoy a mis ojos
¿O son mis ojos los que no la advierten?
Y ella está ahí, aguardando,
opalescente y ávida,
en sus nidos de siempre
para morder con insidiosa furia
-alacrán venenoso-
mi mano distraída
que ha de reconocer
al fin, y tarde,
su presencia implacable y victoriosa.


Raquel Lanseros

Me gusta especialmente porque el poeta pone de relieve la percepción humana sobre el paso del tiempo, no sólo durante la propia vida, sino anteriormente, señalando con lucidez toda la anchura de existencia que ha sido necesaria para que cada uno de nosotros estemos aquí y ahora. Esa épica del hombre común, esa toma de conciencia de nuestra propia unicidad y del milagro que supone estar vivos convierten al poema en todo un alegato a favor de la intensidad y la verdad desnuda. El aparente fracaso de la vida cotidiana, desprovista de sentido visible, encubre en realidad un inmenso éxito, el más profundo: el de la permanencia y la victoria de la supervivencia.



Para que yo me llame Ángel González

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...


Benjamín Prado

Elijo "Quise", de Otoños y otras luces, el libro que publicó Ángel cuando ya éramos más que amigos, de la familia. El libro iba a titularse "De otoños y otras luces", pero le dije al maestro que ese "de" me sonaba arcaico, y para mi sorpresa, me hizo caso, esa es la anécdota que recuerdo de esos días, junto con su presentación, que se hizo conjuntamente con la de la última novela de Jorge Semprún y en la que los dos hablaron de lo mismo: de Jorge Semprún. Para mí, Ángel es el campeón del amor amargo, como lo es de la ironía, y este breve e inolvidable poema, lo demuestra con creces.



Quise

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.


Elvira Sastre

No me cabe duda. Escojo este. El motivo es sencillo: sus versos me acarician la herida como si fuera una mano astillada por el tiempo. Y eso es, al final, lo que busco en la poesía: daño y consuelo.



Sin título

Otro tiempo vendrá distinto a éste.
Y alguien dirá:
"Hablaste mal. Debiste haber contado
otras historias:
violines estirándose indolentes
en una noche densa de perfumes, bellas palabras calificativas
para expresar amor ilimitado,
amor al fin sobre las cosas
todas".

Pero hoy,
cuando es la luz del alba
como la espuma sucia
de un día anticipadamente inútil,
estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.


Felipe Benítez Reyes

Escojo este poema porque resuena en él el tono propio de los epigramistas latinos, que fue un tono muy querido por Ángel. También porque admite una interpretación bifurcada: puede leerse como una poética (al hilo alegórico del célebre "Vino, primero, pura", de J.R.J.) y también como un poema de amor... O, mejor aún, como las dos cosas al mismo tiempo.



Antonio Colinas

A veces una Poética no es una "teoría", sino simplemente el reflejo de una realidad poética. En este caso, el pelo de una muchacha, su trenza, el despeinarla al viento, es el símbolo que refleja para el poeta toda la realidad, su visión última de la palabra. Luego, el poema lo cierra esa "carcajada", ese término extremadamente realista, que nos prueba que de este poema no es el autor un lírico fácil, al uso, sino Ángel González, para el cual la realidad-realidad cuenta siempre mucho en sus poemas. Esa sencillez seca en la que una sola palabra trastorna el poema de mensaje aparente, engañoso.



A la poesía

Ya se dijeron las cosas más oscuras.
También las más brillantes.
Ya se enlazaron las palabras como
cabellos, seda y oro en una misma trenza
-adorno de tu espalda transparente-.
Ahora,
tan bella como estás,
recién peinada,
quiero tomar de ti lo que más amo.
Quiero tomarte
-aunque soy viejo y pobre-
no el oro ni la seda:
tan sólo el simple, el fresco, el puro
(apasionadamente), el perfumado, el leve (airadamente), el suave pelo. Y sacarte a las calles,
despeinada,
ondulando en el viento
-libre, suelto, a su aire-
tu cabello sombrío
como una larga y negra carcajada.


Pablo García Casado

Este poema, incluido en Tratado de Urbanismo, fue sin duda uno de los alimentos para atreverme a escribir mi primer libro, Las Afueras. No sólo por nombrar el sexo al aire libre, sino también por ese lenguaje exacto y emotivo, donde la única concesión a la retórica es para insistir en la crueldad de una sociedad reprimida y represora que empuja al nihilismo.



Inventario de lugares propicios al amor

Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el "no tocar, peligro de ignominia"
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.


Chus Visor

He elegido el poema "Ayer" del libro Sin esperanza con convencimiento del año 1961, porque es uno de los más significativos del poeta, aunque no sea de los más conocidos. Usando la ironía como herramienta principal del texto pretende disculpar la nostalgia del tiempo pasado y sus tristezas cotidianas, justificar que cualquier tiempo pasado fue aún mejor que el oscuro porvenir que se avecina, que tampoco ha merecido tanto la pena vivir y que lo único que se adivina como porvenir es la nostalgia. Un fiel retrato de la sociedad que le tocó vivir allá en los años 60 del pasado siglo, tan angustiosos como monótonos y con un porvenir incierto.



Ayer

Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis
qué divertido,
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!

La noche vino pronto y se encendieron
amarillos cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y aroma!

Por eso mismo,
porque es como os digo
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.