Image: Michael Ignatieff: La divisón entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI

Image: Michael Ignatieff: "La divisón entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI"

Letras

Michael Ignatieff: "La divisón entre cosmopolitas y nacionalistas definirá el siglo XXI"

11 noviembre, 2016 01:00

Michael Ignatieff

La editorial Malpaso reedita el ensayo Sangre y pertenencia, donde el polítologo canadiense advierte del peligro real que continúan suponiendo los nacionalismos en el mundo actual.

Hace poco más de 20 años el politólogo canadiense Michael Ignatieff (Toronto, 1947), descendiente de la nobleza rusa, candidato presidencial de su país y uno de los profesores más reconocidos de Harvard, Oxford y Cambridge; publicaba Sangre y pertenencia, un luminosos ensayo donde desmenuzaba los principales conflictos nacionalistas que asolaban el mundo a principios de la década de los 90 en regiones como Irlanda del Norte, el Kurdistán o los Balcanes, que el propio Ignatieff visitó en aquellos años con un equipo de la BBC. Sangre y pertenencia es una obra necesaria para entender el nacionalismo y sus distintas manifestaciones que alerta de los peligros que se originan cuando esta ideología se convierte en una fuerza excluyente que antepone las raíces a los valores y cuyo objetivo es resaltar las diferencias. Dos décadas después, el autor se ve obligado a recuperar el libro, que Malpaso reedita con un prólogo y un epílogo actualizados, ya que la mayoría de estos conflictos siguen latentes o directamente han estallado de nuevo. Hoy en día el nacionalismo sigue siendo uno de los temas de mayor relevancia política, y este es un libro imprescindible para entender su atractivo y su vigencia.

Pregunta.- Hace 20 años usted ya apuntaba la brecha entre cosmopolitanismo y nacionalismo, ¿en qué punto estamos en la actualidad?
Respuesta.- En la actualidad el cosmopolitanismo es el privilegio de quien tiene un pasaporte de algún país occidental. Creo que a día de hoy el péndulo se está decantando hacia el nacionalismo porque la mayoría de las instituciones transnacionales como la Unión Europea o la ONU están en problemas. El comsmpolitanismo implica que las instituciones supranacionales se preocupen de que olvidemos las fronteras, pero están fracasando, y entonces la gente demanda mayor protección para garantizar su seguridad. Otro aspecto importante es la tecnología, que potencian las dos corrientes. Está potenciando el cosmpolitanismo, un mundo más allá de las fronteras; pero también las políticas nacionalistas, los movimientos populistas, que son tecnológicamente sofisticados, usan facebook, twitter, las redes sociales...

P.- ¿Hoy podríamos traducir esa dicotomía en una lucha entre liberalismo y populismo?
R.- Precisamente esta lucha es la única salvación del nacionalismo, que para ser algo positivo debe centrarse en el aspecto cívico y no en el étnico. La idea de que el liberalismo es hostil al patriotismo es falsa. Dentro del liberalismo encontramos el nacionalismo liberal, o patriotismo, que cree en la libertad constitucional, los derechos a las minorías, la ayuda a los refugiados y el valor de la ciudadanía como elemento cohesionador. Un nacionalismo liberal, un patriotismo liberal, no es agresivo. Por otro lado está el populismo, que entre otras coas fomenta el nacionalismo étnico. El populismo es una fórmula política hostil a los juicios, a la prensa libre, a las instituciones que protegen a las minorías y a la libertad de expresión. Esa es la brecha, el populismo nacionalista quiere crear un enemigo interno y articula su discurso contra él y el nacionalismo liberal pretende que todos se integren en un pacto cívico y que independientemente de sus orígenes sean leales a su país y compartan un vínculo patriótico.

P.- En los últimos tiempos varios países de Europa experimentan un auge de la ultraderecha nacionalista como Francia, Alemania, Hungría o Polonia, ¿cuál es su lectura, la causa y la solución a este problema?
R.- Creo que la causa profunda de esta situación hay que buscarla en los ataques del 11-S que introdujeron el miedo masivo al terrorismo y todavía condicionan nuestras sociedades democráticas. El shock se produjo al comprender que la gente quiere hacernos la guerra es en muchos casos europea y se ha criado en Europa, y que la solución no es algo tan sencillo como expulsarlos. A esto se une la crisis económica de 2008, de la que Europa aún no se ha recuperado y que ha generado un clima social de insolidaridad y miedo a la competencia. Cuando la economía fracasa, como le ha ocurrido a la europea, hay que buscar vías de escape que es lo que hacen estos partidos políticos, cayendo en muchos casos en excesos. Es cierto que ante estas manifestaciones, la democracia debe ser defendida en la calle, a cualquier precio, pero de momento, el populismo está compitiendo por los votos dentro del propio sistema democrático, lo que supone un signo de la salud del propio sistema y no un signo de su debilidad. Debido a esto, en el futuro mi esperanza es que las políticas populistas se harán parlamentarias y democráticas y perderán su radicalismo.

P.- Ahondando en esta cuestión, ¿ha sido el miedo a la inmigración la principal causa del Brexit?
R.- No, creo que es algo más complicado. El Brexit puede tener cierto componente de miedo a la inmigración, especialmente a la de Europa del este, pero creo que la causa profunda se debe a una sensación global de pérdida de control, de la economía, de la seguridad, de las fronteras… Creo que el factor determinante, importante en todas las sociedades europeas postcoloniales (Holanda, Francia, Portugal...), es la añoranza de la grandeza imperial, la incapacidad de aceptar el lugar de Europa en la actualidad. La mayor parte de la reacción favorable al Brexit procede de la incapacidad de los británicos para aceptar el papel del Reino Unido en el siglo XXI, la pérdida de la hegemonía. La mayoría de la sociedad ha hecho una transición estupenda, pero hay mucha gente que recuerda esa época. Aunque es positivo, que en las nuevas generaciones este legado ya no genera problemas ni contradicciones.

P.- Hablando sobre su libro Sangre y pertenencia, hemos asistido al fin de conflictos como el de los Balcanes, ¿cómo ve la región, perdurará la paz o es un conflicto dormido?
R.- El conflicto de los Balcanes no tendrá una solución definitiva a menos que los países balcánicos se adhieran a la Unión Europea. El reto para los miembros es que tienen la ampliación encima de la mesa y si esta no se produce, la Guerra de los Balcanes podría, y digo podría, comenzar de nuevo. Además a Europa le interesa esto porque no podemos solucionar la inmigración que fluye desde Oriente Medio a no ser que los países de los Balcanes sean aliados en el control de inmigrantes y refugiados. Y no lo serán a no ser que sea beneficioso para ellos.

P.- En otros territorios persiste la violencia, como en Ucrania, que como usted predijo parece incapaz de librarse del yugo ruso.
R.- El de Ucrania es un conflicto muy vivo que refleja lo que predije en su día, que la parte rusa del este del país nunca aceptará la dominación de la parte occidental. Y Rusia se aprovecha y fomenta esta actitud lo que unido a la pasividad, bastante entendible aunque no justificable, de Europa, hace prever un conflicto difícilmente solucionable.

P.- Otra zona caliente es el Kurdistán, donde ahora se lucha en varios frentes. ¿Cree que si se logra derrotar al ISIS es el momento por fin de crear (reconocer) un estado kurdo?
R.- El asunto kurdo es análogo en ciertos aspectos al caso de Ucrania, pero en este caso es Turquía el país que jamás aceptará la soberanía del Kurdistán. Aunque también Siria, y sobretodo Irak están infelices con los kurdos. La situación geopolítica de todos estos países no permite en la actualidad un cambio en este sentido. Lo que sí ha cambiado es que el Kurdistán de hoy, aún desmembrado entre varios estados, es muchísimo más fuerte que el de hace dos décadas. En el norte de Irak tienen petróleo, la parte turca se ha desarrollado económicamente... No veo una independencia reconocida por la ONU pero sí una independencia de facto que puede llegar su punto álgido próximamente con la toma de Mosul al ISIS. Si los kurdos toman Mosul y se declaran unilateralmente independientes nadie los reconocerá como país, pero tendremos que esperar a ver qué ocurre.

P.- Hablando del ISIS, aquí surge un nuevo tipo de nación creada únicamente con el factor religioso como elemento cohesionador. ¿Qué piensa acerca de este nacionalismo religioso en lugar de étnico?
R.- El nacionalismo religioso tiene cierta importancia en otros conflictos como elemento identitario, en Ucrania mismo, o en el Úlster, pero en este caso es diferente. El componente religioso en el ISIS es doblemente peligroso por dos aspectos que no se pueden dar en un nacionalismo étnico clásico: la creación de una comunidad global, al no estar adscrito a un territorio fijo; y el hecho de trascender lo político hasta erigirse en una razón vital primaria, algo que la política tiene mucho más difícil que la religión.

P.- Más allá de los comentados, ¿cuáles son los movimientos nacionalistas que marcarán los próximos años?
R.- Los analistas solemos equivocarnos en estas preguntas, depende de las buenas políticas, de la prudencia, la moderación... Pero creo que a lo largo del siglo XXI los peligros más acuciantes son tres. El nacionalismo americano, que Donald Trump ha reavivado y convertido en eje de su victoria, será muy peligroso, porque una de las preguntas del futuro es qué ocurrirá con ese brusco giro hacia el nacionalismo populista es un país que siempre ha practicado un nacionalismo liberal. Es un gran reto para la democracia americana del futuro, porque si el nacionalismo americano se apropia de la ideología de la minoría blanca y excluye el concepto de ciudadanía clave een su síntesis nacional será un grave problema para las minorías y para el mundo. Otro nacionalismo alarmante es el ruso, que presenta una trágica combinación de fracaso económico e hipertrofia militarista. Y finalmente está China, donde el poder ha perdido el favor de la gente hacia la causa comunista y fomenta un nacionalismo de corte imperialista y expansionista que generará conflictividades en un futuro.

Empieza a leer aquí el ensayo Sangre y pertenencia, de Michael Ignatieff