Image: José Antonio Marina: “La sociedad debe asumir la necesidad constante de aprender”

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Letras

José Antonio Marina: “La sociedad debe asumir la necesidad constante de aprender”

8 noviembre, 2016 01:00

José Antonio Marina

El filósofo y pedagogo plantea en Tratado de filosofía zoom (Ariel) la necesidad de una nueva herramienta conceptual para enfrentarnos a los retos que nos plantean las nuevas tecnologías como sociedad y como especie.

La filosofía es un modo de ver la densidad de la realidad. Platón pensaba que la inteligencia podía ir subiendo desde las cosas más pequeñas hasta el gran mundo de las ideas. De esta tradición bebe este Tratado de filosofía zoom (Ariel), el nuevo libro del filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939), que regresa a la filosofía tras 10 años dedicado a fondo a su proyecto de Universidad de Padres y a la colección de libros sobre educación y aprendizaje. En esta aproximación, Marina plantea un sistema filosófico que va saltando de las cosas pequeñas a las más complejas, a las verdades sistemáticas, igual que las anécdotas se utilizan para explicar sencillamente una realidad compleja. Un lúcido repaso por nuestra concepción del mundo y la creación de nuestra realidad ficcional que guarda una proposición y una demanda. La proposición, "crear una nueva herramienta conceptual, una nueva ficción universal para enfrentarnos a los graves problemas que ya tenemos y que van a empeorar"; y la demanda, "una filosofía de vanguardia para afrontar el mundo de las nuevas tecnologías, que son una revolución humana y cultural tan importante como la invención del lenguaje o la escritura".

Pregunta.- ¿Qué es la filosofía zoom, esta filosofía de las cosas pequeñas?
Respuesta.- La filosofía zoom es la que intenta centrarse en temas aparentemente muy pequeños que después remiten a planteamientos muy grandes, que necesitan ser interpretados más ampliamente para ser entendidos. A los filósofos nos interesa explicar la realidad y la realidad está hecha de cosas concretas. Me pareció que desde el punto de vista intelectual, y también expositivo, era interesante acercarse profundamente a las cosas. Hacer zoom sobre una cosa es focalizarla, y esto me permite abordar cualquier cuestión de dos maneras: extrayendo temas filosóficos de esa cuestión aislada, y también, en sentido contrario, proyectando las ideas de un sistema filosófico sobre esta cosa para ver cómo me la explica.

P.- Comienza explicando nuestro proceso mental de creación de significados. Por ser inherente a nosotros, ¿no somos conscientes de su complejidad?
R.- Cuando se intenta explicar la aparición del ser humano se llega a un punto llamado explosión simbólica en que el hombre comienza a hacer cosas muy raras, que es lo que conocemos como cultura. Al hacer zoom sobre ese momento de ruptura descubrimos que es un proceso pequeñísimo pero fundamental que nos diferencia de los animales. El pensamiento animal se basa en el mecanismo estímulo-respuesta: veo un peligro-huyo, me quemo-me aparto… La percepción animal está muy ajustada a la realidad. Lo que hace distintiva a la inteligencia humana es la creación del signo, que nos separa de ese mecanismo de acción-reacción inmediato y nos permite interpretar y recordar el estímulo. Así nos desanimalizamos. El paso siguiente fue crear el lenguaje, que permite comprender el mundo de otra manera y nos lleva a crear y a poder manejar conceptos que no existen o no están presentes en la realidad. El contacto con la realidad no se da directamente, sino con el intermedio de irrealidades: las ideas, los proyectos, las historias...

P.- Esto nos remite directamente al lema del libro, la frase de Hölderlin: "Poéticamente habita el hombre la tierra". ¿Por qué afirma que vivimos en una irrealidad?
R.- Vivimos en la realidad a través de irrealidades. Nuestra realidad está formada por un montón de irrealidades subjetivas que conformamos, algunas en forma de convención social y otras completamente personales. Vivimos en nuestros mundos personales que inevitablemente confundimos con la realidad cuando son tan solo una construcción. Estamos siempre metidos en un montón de realidades y debemos distinguir cuales son buenas y útiles y cuáles no. Por ejemplo, la historia de la explicación del mundo durante mucho tiempo fue mitológica y ahora es científica. Porque la historia científica es la que mejor responde a la realidad y la otra se desechó.

P.- A lo largo del libro va desgranado todos los ámbitos de nuestra sociedad, a los que cataloga como un conjunto de ficciones, ¿a qué se refiere?
R.- El concepto lo tomé de un elemento presente en el derecho llamado ficciones jurídicas, cosas que el legislador sabe que son falsas, pero que asume como verdaderas pues resuelven problemas de forma justa. Por ejemplo, considerar que un hijo adoptado es un hijo natural. Es mentira, pero al tomarlo como verdad se solventan muchos problemas legales y judiciales. Cuando las sociedades se enfrentan a problemas muy complicados inventan herramientas o ficciones para solucionar esos problemas, convenciones que ordenan el mundo y generan una realidad deseada. Son inventos admirables, porque estos sistemas irreales, estas ficciones, nos permiten manejar mejor la realidad.

P.- ¿Este sistema lo podemos aplicar a todos los ámbitos, por ejemplo el político?
R.- A cualquier ámbito de nuestra vida, sí. A nivel político, para resolver los problemas de convivencia se usaron a lo largo de la historia ficciones como el totemismo, la idea de realeza, o el concepto de nación, que han resuelto problemas durante siglos... Con los años se utilizaron herramientas cada vez más sofisticadas que forman parte de sistemas conceptuales, como la idea de soberanía nacional o la creación de los estados, que en la actualidad se han ido quedando desfasados, por ejemplo, en el contexto de la Unión Europea. Lo malo es cuando olvidamos que son ficciones y les damos un valor absoluto. Las religiones, por ejemplo, son ficciones que resuelven una serie de problemas constantes en las sociedades como el más allá, el sentido de la vida... Son ficciones pragmáticas, convenciones que creamos para no ocuparnos de estos temas diariamente. Afirmar esto no es quitarles valor, sino saber realmente lo que son. No es una cuestión de verdad o falsedad, sino de necesidad.

P.- Partiendo de esto, usted aboga por la búsqueda de una ficción universal que pueda ser común al conjunto de la humanidad, ¿es esto posible?
R.- Ese es el siguiente paso en mi evolución filosófica. Voy detrás de una parte importante de la filosofía universal que yo llamo la ciencia de la evolución cultural de la humanidad. Cuando uno ve las diferentes culturas, y cultura es toda creación humana pensada para resolver los problemas, se da cuenta de que los problemas son iguales en todas pero, sin embargo, cada sociedad los ha resuelto a su manera. La diversidad no está en las necesidades sino en las soluciones. Eso permite entender cualquier cultura, porque los problemas son comunes, y permite evaluar las soluciones y elegir la mejor de ellas. Hay que tener presente que antes o después se evolucionará hacia las mejores soluciones. Hablando de política, por ejemplo, a comienzos del siglo XX no pasaban de 10 los regímenes democráticos a nivel mundial, y hoy hay unos 140 que se reconocen democráticos. Por eso creo que hay una parte de la cultura que por el tipo de problemas que resuelve debe ser universal, y otra, la etnografía, el arte, la gastronomía..., en la que hay que aplaudir la diversidad.

P.- Cierra el libro asegurando que el fin último de la filosofía es redefinir la especie humana, ¿en qué sentido?
R.- La especie humana es, desde el punto de vista de la ciencia, un animal inteligente, que crea cultura. Pero esta es una definición puramente descriptiva que no acaba de retratarnos completamente. Por eso hemos creado el concepto de dignidad, una ficción que presupone que por el hecho de ser seres humanos nos apartamos del mundo animal y nos consideramos valiosos hagamos lo que hagamos. Una afirmación tan poderosa que nos redefine como especie. Soy digno debido a mi capacidad de inventar esta idea, que es tan sumamente grandiosa, que el inventarla me eleva de categoría. La filosofía funciona como justificación racional de esa invención y debe aspirar a extraer de ella derechos humanos universales.

P.- Comenta también que en la actualidad la filosofía es más necesaria que nunca, pero estamos viendo lo contrario, cómo pierde peso a nivel social e incluso educativo.
R.- En buena parte es culpa de los filósofos. Hoy en día los propios filósofos estamos desconfiando de la filosofía, no pensamos que dé mucho de sí y creemos que el concepto de verdad es casi fascista, que se acabaron las verdades universales... Eso es una violación de la filosofía, que en este momento debe encargarse de evaluar las herramientas intelectuales con las que estamos pensando el mundo, que hoy por hoy son muy pobres. Ahora se ha puesto de moda el concepto de transhumanismo, que presupone que están ocurriendo cosas que no tenemos herramientas mentales para pensar. Por ejemplo, con todo este lío de pokemon comenzamos a hablar de la realidad ampliada. El problema con esto es, ¿qué pasará cuando se produzca una conexión muy inmediata entre el cerebro humano y sistemas muy potentes de inteligencia artificial? Parece sensato pesar que ante esta realidad ampliada habrá que configurar una inteligencia ampliada.

P.- ¿Y cómo se reconfigura la inteligencia?
R.- Uno de los proyectos donde estoy más implicado, el proyecto Centauro, estudia cómo debemos enfocar la inteligencia humana para que pueda tener como auxiliar gigantescos bancos de información de acceso inmediato. ¿Qué competencias tienen que estar en formato neuronal, en tu memoria, y cuales en formato digital, en forma de datos? Tienes que saber aquello que te permita comprender lo que buscas y realizar las operaciones necesarias para poder utilizar estos sistemas. El punto definitivo es: ¿quién toma las decisiones, el cerebro o la máquina?

P.- Ha sonado fuertemente estos días para Ministro de Educación, si lo fuera, ¿qué medida considera la más urgente?
R.- Necesitamos un pacto educativo, que es mucho más que un pacto escolar. No hemos entrado en la sociedad del conocimiento, sino en la sociedad del aprendizaje: toda sociedad para sobrevivir necesita aprender al menos a la misma velocidad que evoluciona el mundo, cosa que en la actualidad no ocurre. Ya no digamos para progresar. Pero no es algo exclusivo de España, en todos los países se ha producido un estado de emergencia a todos los niveles: educativo, laboral, social... porque estamos estancados. Por eso, hay que crear una amplia conciencia social de la necesidad del aprendizaje constante, en todos los ámbitos de la vida.