Image: Aquello estaba deseando ocurrir

Image: Aquello estaba deseando ocurrir

Letras

Aquello estaba deseando ocurrir

Leonardo Padura

6 marzo, 2015 01:00

Leonardo Padura. Foto: Paco Toledo

Tusquets. Barcelona, 2015. 264 páginas, 18€. Ebook: 121'99€

Apetecía recuperar al Leonardo Padura (La Habana, 1955) que ha ido practicando el oficio de cuentista a lo largo de los años, en paralelo a una novelística que a estas alturas ya está más que consolidada en sus rasgos, referencias y constantes, hasta constituir una de las referencias más recurrentes cuando se habla de literatura cubana. Aquello estaba deseando ocurrir reúne trece relatos de extensión variable que han sido escritos a lo largo de varias décadas: el más antiguo es de 1985 y el más reciente de 2009, pese a lo cual el conjunto resulta muy coherente, tanto en su estilo (que es dúctil, pero no de registros infinitos) como en el tono y en la sustancia moral y vital que recorre sus venas, dándole al libro una energía que se sobrepone a cualquier reparo.

Lo cierto es que el título no sólo es hermoso, también logra cifrar perfectamente lo que Padura va a ofrecernos: para armar cualquiera de sus relatos el autor sólo necesita que algo esté deseando ocurrir, para que luego finalmente no ocurra, o aún peor, ocurra sólo un momento y luego el tiempo se encargue de quebrar la promesa que ese deseo llevaba implícita. Los personajes de Padura están obligados a afrontar sus propias devastaciones, que son casi siempre de una naturaleza menor semejante al de cualquier otra vida discreta; o bien, vuelven la mirada hacia atrás para sentirse helados durante unos instantes mientras especulan con las ramificaciones que pudo tener su vida antes de tomar cierta decisión; o bien, simplemente, se sienten parte de un bolero torpe o excesivo que sin embargo resuena con una particular carga de verdad en sus corazones. La referencia a la poética del bolero es explícita en el relato ‘Nueve noches con Violeta del Río', pero estamos casi siempre ante ese tipo de relatos, y confieso que algunas de sus resonancias han funcionado como un espejo más que exacto para este lector.

Pero si esas son las vísceras de los relatos, su textura no es menos relevante: aunque sean unos cuentos que viajan a Madrid, Angola, Italia o Miami, Cuba es una presencia inesquivable y agridulce en Aquello estaba deseando ocurrir: las balsas, la perspectiva de la huida, las limitaciones económicas y burocráticas frente a la calidez humana que se vincula a la memoria o el amor, la ideología como credo o la posibilidad de comer pollo a diario como termómetro del privilegio: todo eso convoca Padura, a veces con sutileza, como en el exquisito ‘Adelaida y el poeta', otras veces flirteando con el tópico, que va asomando de vez en cuando en situaciones demasiado sabidas o en algún momento en que el autor se desabrocha la faja estilística: solo por citar un detalle, "vorágine de amor y sexo" no es precisamente la forma más imaginativa de aludir a las vorágines de amor y sexo.

Porque es verdad que en algunos momentos me pongo en guardia: si por un lado nos asaltan algunos clichés, por otro hay veces en que el autor se la juega apelando a situaciones y giros que podrían caer en el sentimentalismo: pienso en esos dos amigos reencontrados en el madrileño Café Gijón, en la anciana visitada por un arcángel zumbón o del doble destino que aguarda a un hombre en los trenes italianos. Hablo de un riesgo calculado, y casi siempre bien calculado: "El cazador", por ejemplo, es un relato importante que aborda la homosexualidad bajo el castrismo con una historia y unos colores que en otras manos podrían acabar resultando caricaturescos o melodramáticos. Aquí no solo funcionan, sino que resultan reconfortantes.

Al margen de las alusiones a Hemingway, cuyo estilo utiliza Padura sobre todo cuando se tensa la acción o hace acto de presencia alguna forma de violencia, lo cierto es que Aquello estaba deseando ocurrir es el libro de un narrador de eficacia incuestionable. El volumen gustara necesariamente a quien busque relatos bien contados y sienta curiosidad por la relación que los cubanos (exiliados o no) han mantenido en el pasado reciente con su compleja realidad. Con todo, si antes he mencionado los reparos que voy encontrando al leerlo no ha sido sólo para exhibirme implacable, sino al contrario: lo que debería quedar claro es que al final, en mi lectura, se imponen siempre el respeto con que Padura trata a sus personajes y su intuición un poco chandleriana de las marcas que dejan el tiempo y el desengaño. Aunque mantienen toda su especificidad histórica, salgo de estos relatos sintiéndome acompañado en algunas derrotas que podrían resumir una vida, cualquiera.