Ishuguro

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Letras

Nocturnos. Cinco historias de música y crepúsculo

9 julio, 2010 02:00

Kazuo Ishiguro

Traducción de A. Prometeo Moya. Anagrama. Barcelona, 2010. 256 páginas, 17 €

El ambiente de este libro recuerda los discos de vinilo, los ritmos melodiosos, el trato pausado entre las personas. Nos introduce en un mundo dulce, reminiscente de ambientes anticuados, con personajes que visten elegantes ropas de ayer, cuando el hombre llevaba smoking blanco, fumaba varonilmente cigarrillos rubios, y una bella mujer con traje largo de espléndido escote lo acompañaba al restaurante con altas luces y espejos, donde camareros con frac les servían delicados manjares .

Hablamos del tiempo ido de los años 50, la gran nostalgia, cuya sede pseudo oficial fue Venecia. Allí, los anglosajones con dinero, particularmente los norteamericanos, llegaban para experimentar Europa y encontrarse consigo mismos. Suena todo a cliché, pero sucede que los tipos literarios permiten a un autor del talento de Ishiguro trabajar evitando la superficie -como a Botero sus figuras gordas- e indagar en los sentimientos de los personajes.

El escritor japonés nacionalizado inglés Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954), famoso novelista y aficionado guitarrista, describe a unos personajes que viven de la música, alejados del mundo del click y la actualidad, para punzar sus deseos y su necesidad de ganarse la vida. Se trata de cinco cuentos largos, de los cuales dos al menos, el primero y el último, resultan de excepcional calidad. Abre el libro “El cantante melancólico”, una auténtica joya, en el que se nos narra cómo un joven guitarrista y Tony Gardner, un célebre cantante a lo Bing Crosby o Frank Sinatra, entablan amistad.

El famoso acaba contratando al principiante para dar una serenata a su esposa desde una góndola, pero la ocasión resulta especialmente triste, pues la estrella se ve obligada a divorciarse ya que el negocio del entretenimiento, el show business, le exige que se empareje con una mujer más joven. A la vez, la madre del joven artista había sido una loca aficionada a las canciones de Gardner, cuya voz conseguía hacerla olvidar una vida esclava de trabajo manual e infelicidad.

En “Nocturno”, un saxofonista talentoso pero espantosamente feo termina por aceptar la cirugía plástica con la esperanza de que su imagen mejorada ayude en su carrera. Tras la operación, conoce a una paciente, una mujer ya madura, que resulta ser la señora Gardner, la esposa descartada en el primer cuento, que se reestablece también de la cirugía en el mismo hotel. La fragilidad del yo de ambos personajes viene escenificado con una enorme, emocionantísima sutileza.

En “Violonchelistas”, un grupo de músicos toca por tercera vez el tema de El Padrino, de Coppola, “a los turistas sentados en una piazza” (pág. 213), cuando pasa por allí el joven violonchelista húngaro Tibor. Los rutinarios músicos le adoptan y le ayudan a conseguir un contrato para tocar en el comedor de un hotel en Ámsterdam. Sin embargo, el muchacho, que había recibido una buena educación musical, se muestra reticente. Su orgullo y ambición se ven además fomentados por una norteamericana de 40 años, Eloise McCormack, que tras una audición le asegura que su talento es extraordinario, ofreciéndose como maestra. Tibor acude desde entonces a su hotel. La frustración y la poderosa ambición de ambos, uno de los temas centrales del libro, muestra cómo el sentimiento, el anhelo, puede engañarnos, y dirigirnos hacia un futuro donde carecemos de posibilidades. Tibor terminará por aceptar el contrato del hotel en Ámsterdam.

El conjunto se presenta construido al detalle: cada cuento desempeña una función en el universo total, incluso el último cuento supone una inversión del primero. En éste Tony Gardner deja a su mujer por una joven, mientras en el último el artista se ve abandonado por la mujer, que huye con un rico anciano de Oregón. El cantante, los músicos, interpretan esos números dulzones, pegadizos, en los cuales se evocan las emociones del ayer, clavadas en un presente doloroso, donde el éxito se perdió ya en la juventud. Nostalgia melosa con saborcillo ácido. Todo vuelve, los vinilos también.

ALGO PERSONAL

Ishiguro supo temprano del éxito. Sus dos primeras novelas, Pálida luz en las colinas (1985) y Un artista del mundo flotante (1986) ganaron sendos premios de prestigio en Reino Unido. Con la tercera, Los restos del día (1989) su carrera explotó. El Booker Prize, la unanimidad de crítica y lectores, su adaptación al cine...; la fortuna sonrió la melancólica peripecia vital de un mayordomo inglés en el otoño de su vida. El desconsolado (1995) y Cuando fuimos huérfanos (2001) son sus últimas novelas.