Joan-Margarit

Joan-Margarit

Letras

Misteriosamente feliz

12 junio, 2009 02:00

Joan Margarit

Edición bilingüe. Visor, 2009. 183 páginas. 20 €

La declaración del título es clara: estado de felicidad. Algún comentario reclama, sin embargo, ese “misteriosamente”. La expresión se lee en uno de los poemas de asunto trágico y es en su momento final cuando el sujeto dice: “Aquí acabo, cansado, somnoliento/ y misteriosamente feliz, este poema”. Es, pues, llevar a su punto final la escritura lo que otorga al sujeto la felicidad. Ligar ésta a la tarea cumplida es normal, pero más si, como es el caso, el sujeto poético declara su edad avanzada, que incluso se precisa: “A los setenta años”, en lo que es una anotación autobiográfica, pues es la edad de Joan Margarit (Sanahuja, Lérida, 1938), poeta que ha merecido reiterados reconocimientos, entre otros el premio Nacional de Poesía en 2008. Así, ese dato permite entender que el personaje poético es una máscara del poeta, aunque hay que decir que la distancia entre poeta y personaje poético es escasa, como suele suceder en la obra de Margarit.

El personaje en cuestión reitera su avanzada edad y no son pocos los poemas en los que se éstos vuelven sobre sí mismos para decir algo sobre su cierre: “como en un poema, lo más difícil siempre es el final”, aunque no se está hablando sólo de la conclusión del texto, sino de algo más, también del amor, del que se afirma que “es siempre una cuestión/ de las últimas páginas”. Lo que sucede es que los poemas del libro giran en torno a la presunción del fin de una escritura y, más allá de eso, de la conciencia de la proximidad del final del propio personaje. En “Despedirse”, que recuerda un tanto el soneto “Desde mi torre” de Quevedo, se lee: “Nada, ni la esperanza,/ podrá ya perturbar la última muerte”.

Margarit, arquitecto y catedrático, comenzó escribiendo en lengua española y desde 1980 viene haciéndolo en la catalana y él mismo ha sido en ocasiones traductor de sus libros, como sucede ahora, con lo que más que de traducción se podría hablar de reescritura. El lenguaje es sencillo, cercano a lo confesional y resulta efectivo para comunicar las emociones que las experiencias suscitan. Y, si “La alegría de un viejo es el silencio”, la del lector es la de su lectura.