Letras

En jaque

Berta Marsé

16 marzo, 2006 01:00

Anagrama. Barcelona, 2006. 174 páginas, 14 euros

Aunque muchas novedades editoriales apuesten por el escapismo, está claro que no hace falta recurrir a complejas tramas argumentales ni a grandes peripecias para arrastrar al lector a toda una aventura: este libro lo demuestra. Los personajes de los siete cuentos que lo componen son gente normal que habitan un mundo que también es el nuestro pero en cuyas vidas aparece una situación tan imprevisible e incontrolable como verosímil. Una situación que hace tambalear los cimientos en los que creían asentadas sus existencias o sus convicciones y que nace de su propia rutina: el ingenuo dibujo de una tortuga revela una situación de abusos sexuales a una niña, un difícil viaje en piragua termina con las confesiones más inesperadas de una pareja de novios, la nota de una llamada dejada por la asistenta sume en estado de shock a su receptora o el padre de un adolescente confiesa la terrible enfermedad de su hijo a la madre de su novia….

Esta habilidad de la autora para valerse de lo cotidiano y trastocarlo en una bomba de relojería que sobrecoge al lector tanto como a los personajes es uno de los mayores haberes de este debú narrativo de Berta Marsé, la hábil contadora de historias y fotógrafa de la realidad que nos descubre esta colección de cuentos. Los ejes vertebradores de las siete historias están tomados de la intimidad de los personajes, de aquella cara que no muestran en público o que tratan de esconder durante años. Un material sensible y atractivo que estas historias tratan sin piedad, con impudor. Los personajes parecen actores anodinos, grises en su normalidad, pero esconden secretos terribles, como el lector no tardará en descubrir. Para revelarlos, Marsé escoge casi siempre el camino más largo, que suele ser también intrincado y delicioso: el lector disfruta en esos vericuetos donde todas las situaciones parecen permanentemente a punto de estallar, como en las novelas de Iván Turguéniev. La autora sitúa a sus protagonistas en trances familiares inesperados, las tramas viran cuando menos lo esperas y consiguen que el lector las beba de un sorbo y se quede con ganas de más. Abrir el apetito del lector pero no saciarlo: lo mejor que le puede pasar a un debú.