Image: Historias mínimas con la Feria al fondo

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Letras

Historias mínimas con la Feria al fondo

Feria del Libro de Madrid

26 mayo, 2005 02:00

Las cinco historias mínimas que acompañan a estos cinco encuentros tienen su diferente historia. Son en realidad cinco versiones distintas de una relación imprescindible: la del escritor con su editor, y viceversa. Con la Feria del Libro al fondo y de pretexto, El Cultural ha emparejado a diez nombres significativos del panorama literario de hoy para recordar los comienzos y el camino recorridos juntos. Cada oveja con la pareja que han querido. Así, vienen a estas páginas el director de Hiperión, Jesús Munárriz, y la poeta Luisa Castro, cuya relación, así que pasen veinte años, está llena de intermitencias y nostalgias. Jorge Herralde y Enrique Vila-Matas son dos históricos del éxito estrepitoso y la literatura bebida y vivida intensamente. El caso de Ofelia Grande, directora de Siruela, y el escritor Jesús Ferrero es bien distinto: su encuentro literario es reciente pero está cimentado sobre la admiración lejana de aquella alumna por su profesor. Lo de la periodista Julia Navarro ha sido llegar y besar el santo, así que la relación con su editor David Trías, de Plaza & Janés es, por el momento, un camino de rosas. Finalmente, hemos reunido a Jaume Vallcorba, director de El Acantilado, y Quim Monzó, con su larga historia de complicidad y pugilato. Breves y gratos los encuentos de los cinco.

Jesús Munárriz y Luisa Castro. Veinte años y un día
Jesús Munárriz y Luisa Castro han cumplido veinte años. Veinte años ya de cuando aquella diosa blanca salió a la palestra poética, con su adolescente y engañosa fragilidad y esa voz suya tan gallega. Con Los versos del eunuco ganó Luisa el primer premio Hiperión de poesía que Munárriz acababa de lanzar al firmamento. Veinte años, sí, de versos e intermitencias. Durante este tiempo, Luisa Castro ha viajado a la novela, a Madrid, al ensayo, a Barcelona, al amor y a Nueva York, pero siempre ha vuelto a Galicia y al verso. Y a Munárriz. éste, en cambio, no ha dejado de editar, traducir y premiar a centenares de poetas. Han pasado veinte años, pero lo recuerdan los dos nítidamente: "Fue el mejor comienzo posible para un premio", dice Munárriz, "Luisa Castro y Almudena Guzmán, ganadora y finalista, voces nuevas las dos, frescas, valientes, rompedoras, de mujer...fue una sorpresa para todos. Y un pequeño acontecimiento que apadrinaron, entre otros, Carmen Martín Gaite y Celaya. Reedité no sé cuantas veces los libros, y mira el juego literario que han dado". No es que no se reconozca, pero a Luisa le sorprenden a estas alturas los versos del eunuco: "estan muy lejos", dice suspirando. Desde entonces le ha pasado la vida por delante, y se le nota. Y han pasado novelas, ensayos y varios libros de poemas que ha ido depositando silenciosamente en Hiperión, reunidos luego en Señales con una sola bandera. Esta misma semana sale en Ediciones del Viento su nuevo libro de relatos, Podría hacerte daño, con el que se presentará en la Feria, y la voz de la poeta que es hoy Luisa Castro la oiremos a la vuelta del verano, cuando publique Amor mi señor. El título es bastante elocuente: la de vida y temblor que ha metido ahí dentro...


Jorge Herralde y Enrique Vila-Matas. Amigos y estrepitosos
La noche, que tantas barreras rompe, ha sido para el editor Jorge Herralde y el escritor Enrique Vila-Matas como ese personaje secundario pero sustancial de las buenas películas en blanco y negro:algo imprescindible en el reparto editorial de ambos. Aunque la protagonista de su película, que comenzó a rodarse hace casi treinta años, ha sido y sigue siendo la sintonía intelectual, literaria e incluso política que hay entre ellos.

El primer libro que Herralde publicó de Vila-Matas fue Impostura, en 1984, pero el escritor ya venía observando al editor en la barra del pub Tusset desde hacía muchos años, desde finales de los sesenta, cuando espiaba a los mayores, Gil de Biedma, Barral y todos esos escritores que construyeron la leyenda de la Gauche Divine, hablar y hablar hasta las tantas más de política que de literatura, mientras se bebían lo imposible. En el 85, Herralde le publicó la Historia abreviada de la literatura portátil, finalista del primer premio de novela de la editorial, que ganó álvaro Pombo, y a partir de entonces todo fue más fácil: se le abrieron las puertas, que siguen de par en par, internacionalmente, y fueron llegando los premios y los lectores de culto. "Ahora el número de contratos y traducciones que hacemos de Vila-Matas es estrepitoso", dice Herralde hueco, huequísimo.

Lejos ya los quince años de copas, la relación hoy entre el editor y el escritor es férrea y al mismo tiempo minuciosa. No hay agentes literarios de por medio. Herralde no quiere saber nada antes de ver el texto definitivo, que lee y relee de arriba a abajo, " y le hago alguna sugerencias, siempre a favor del texto". En fin, los dos siguen encantados de haberse conocido.


Jesús Ferrero y Ofelia Grande. Editar al profesor
Fue su alumna antes que su editora. Ofelia Grande, directora de Siruela, conoció a Jesús Ferrero hace unos doce años en la Escuela de Letras, donde era profesor de estilo literario y confiesa sin el menor rubor que la admiración le viene desde entonces. Era ya Ferrero una celebridad en el pequeño mundo literario. En 1981 había publicado una de las novelas mejor acogidas por la crítica, Belver Yin, y exhibía su sombrero con gran naturalidad por las páginas culturales de los periódicos y otros garitos menos mañaneros. Agua pasada ya.

Estos días, justo cuando el escritor "estaba harto de las grandes editoriales devoradoras en las que nunca quise entrar, y sin embargo entré", Siruela y Jesús Ferrero han sellado una alianza de unos cuantos libros futuros, y los dos están encantados. La editora asegura que "es un autor que me fascinó desde el principio" y el autor le responde que "ha sido una sorpresa amanecer ahora en Siruela". Ofelia Grande tiene claro que la estructura de Siruela aguanta perfectamente a un escritor de culto que venda razonablemente, como Ferrero.

Lo importante ahora es que la próxima novela de Jesús Ferrero, ángeles del abismo, aparecerá en octubre y habla el autor de ella con estusiasmo y gravedad al tiempo: "Siempre quise escribir la historia de un corruptor inteligente y diabólico que conocí en la adolescencia y al que esquivé como pude, pero no así mis amigos". Se calla el escritor y, al fin, se atreve: "En realidad, escribí Belver Yin para poder acabar escribiendo ésta".


Julia Navarro y David Trías. Ni en los mejores sueños
Es lógico que estén atónitos. No creo que haya en el panorama de la edición española reciente una relación tan breve, fructífera e inesperada como la del editor David Trías, de Plaza & Janés, y la periodista Julia Navarro, autora de La Hermandad de la Sábana Santa y la reciente Biblia de barro. La primera se lee ya en veinte países y va por los seiscientos mil ejemplares vendidos, la segunda ha empezado aún mejor que la primera. Fue el bautismo de la autora en el mundo de la ficción y, por otro lado, la decisión más rápida que el editor tuvo que tomar al contratar un libro. Se la jugó en un fin de semana e hizo pleno. Era junio de 2003, es decir, no había aparecido aún El Código da Vinci, con el que nada tiene que ver pero con el que todo el mundo le relaciona, y Julia Navarro entregó ingenuamente a la editorial su novela de aventuras con ribetes históricos y otros ingredientes del clásico best-seller, "muy del estilo de Plaza", dice Trías. La historia había nacido en su magín tras leer en el periódico la controversia en la comunidad científica sobre el último descubrimiento de la Sábana Santa. ¿Y por qué no inventarme una solución para el dilema? Tardó año y medio y el resultado ya lo conocemos. No esperó Julia a ver qué decían los lectores y comenzó a escribir La Biblia de barro, que va sumando adeptos. "Todo está siendo tan mágico, tan milagroso, que ni en mis mejores sueños", confiesa la escritora. Y el editor, imagínense. No, no se lo imaginan.


Quim Monzó y Jaume Vallcorba. Pugilato creativo
Cuento largo el de Jaume Vallcorba y Quim Monzó. Como tantos otros, con comienzo borroso de amigos, noches y copas, allá por los 70. Monzó había publicado un libro en Edicions 62 y se perdía ya en los circuitos literarios, y Vallcorba ejercía de profesor de literatura comparada y de diseñador gráfico en la revista "Els Marges", que él editaba. "Yo creía que Vallcorba era grafista, un tipo muy cercano al arte, vaya", recuerda ahora el escritor. A finales de los 70 -"seguramente en algún bar"-, volvió a a conectar con él, que dirigía ya Quaderns Crema, y surgió el primer libro. Desde entonces, mantienen una relación tan intensa como insegura. O sea, nada matrimonial: "Yo no me siento casado literariamente con Vallcorba. Nunca estoy seguro de que me vaya a editar el próximo libro", dice Monzó, que explica cómo le gusta que su editor le cuestione todo "porque me obliga a reflexionar, lo discutimos todo: comas, adjetivos... Es como un sparring". Vallcorba, tan parecido a esos autores centroeuropeos a los que publica, reconoce que su intervención es casi inexistente,"opino mínimamente en los márgenes de sus originales, a lo sumo subrayo lo que chirría, pero él decide siempre". Cuenta Monzó que le ocurre lo que siempre contaba Monterroso que le ocurría: "Yo no escribo un libro, yo me los encuentro escritos encima de la mesa". Igual le pasa a Monzó: " Voy escribiendo y llenando carpetas y un día me doy cuenta de que una de ellas tiene cara, y ojos, y boca, y alma, y pienso, pues ya está aquí el libro". Y empieza de nuevo el proceso. ¿Me lo publicará Vallcorba? Discuten, discuten, y al final sí. "Eso es un editor, ¿no?", remata Monzó, que está claro que le va la marcha.