'El Regreso', lienzo de Augusto Ferrer-Dalmau que recrea la llegada a Cádiz del convoy capturado.

'El Regreso', lienzo de Augusto Ferrer-Dalmau que recrea la llegada a Cádiz del convoy capturado. Augusto Ferrer-Dalmau Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional

Historia

La mayor (y olvidada) victoria naval de España sobre Gran Bretaña: el audaz golpe que decidió una guerra

Rafael Torres, gran experto en la historia de la Armada del siglo XVIII, reinterpreta la Guerra de Independencia de EEUU a través del duelo de convoyes en el Atlántico.

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Si hay un siglo de moda en la historiografía española ese es el XVIII. En los últimos años multitud de libros, estudios o exposiciones han desvelado los entresijos de la lustrosa época para la Monarquía Hispánica, desde el resurgir alcanzado durante el reinado de Felipe V hasta la edad de oro de la Real Armada y la obra ilustrada de sus marinos. Pero si un tema sobresale por encima del de los demás es la contribución de los Bernardo de Gálvez y compañía a la independencia de Estados Unidos.

La editorial Desperta Ferro, que ya había publicado al respecto una obra de referencia como Hermanos de armas (Larrie D. Ferreiro, 2019), introdujo antes del verano y en forma de novela de aventuras (Una canción de mar, de Juan Luis Gomar), protagonizada por un médico cirujano que huye de un escándalo personal y un rudo grumete que esconde muchos secretos, un episodio sobresaliente pero bastante olvidado: la captura por parte de la Real Armada el 9 de agosto de 1780 de un inmenso convoy de provisiones que enterró las posibilidades de Gran Bretaña de ganar la guerra contra las Trece Colonias.

Esa fascinante historia, que deja a Master and Commander en aventurilla secundaria, la reconstruye ahora en Caza al convoy, también en Desperta Ferro, Rafael Torres Sánchez, el mayor experto en la Real Armada del siglo XVIII. Una obra que ofrece una reinterpretación de la Guerra de Independencia de EEUU a través del duelo de convoyes que protagonizaron España y Gran Bretaña en las aguas del Atlántico, un pulso del que salió triunfante la Monarquía Hispánica y con el que logró el objetivo de Carlos III y su secretario de Estado, el conde de Floridablanca, de abrir un segundo frente en América.

Grabado francés que recoge la captura del convoy británico por la Flota Combinada hispanofrancesa.

Grabado francés que recoge la captura del convoy británico por la Flota Combinada hispanofrancesa. Wikimedia Commons

Torres, catedrático en la Universidad de Navarra, divide el libro en tres partes. La primera, para los devotos de John le Carré y el universo de los servicios secretos, resulta apasionante: reconstruye cómo el Gobierno español fue capaz de tejer una profunda red de espionaje que se introdujo en las principales instituciones británicas, como el Almirantazgo, y que estaba al tanto de todo lo que ocurría en los puertos británicos. Más adelante, cuando la acción conduce a la alta mar, se descubren audaces operaciones de contraespionaje y distracción en la que los españoles fueron unos auténticos maestros.

La segunda parte, quizá la más interesante, la que adquiere tintes de thriller, es la dedicada a radiografiar la organización de un gigantesco convoy, dirigido por el sagaz y calculador José Solano, que debía transportar hasta La Habana un Ejército de Operaciones —20.000 hombres entre soldados y marineros— destinado a combatir en Norteamérica, además de una impresionante cantidad de pertrechos de guerra y embarcaciones de comercio. Una "hazaña logística" culminada en solo seis meses que muestra la eficiencia, la coordinación y la unidad de todos los resortes del Estado.

Los más de 140 barcos, protegidos por un poderoso grupo de buques de combate, incluidos doce navíos, con una potencia de fuego que duplicaba los cañones reunidos en la batalla de Waterloo, zarparon de Cádiz el 28 de abril de 1780 y alcanzaron su objetivo superando numerosas trabas: la escasez de viento, fragmentaciones del convoy, la llegada al avispero del Caribe, la persecución de la escuadra británica del almirante Rodney, resuelta con el "feliz ardid" de Solano —hizo creer al enemigo que navegaba hacia un sitio cuando lo hacía hacia otro, sacrificando a dos mercantes— o las discrepancias con el aliado francés.

En el verano de ese mismo año, Gran Bretaña preparó, acuciada por necesidades estratégicas y retrasos logísticos, un doble convoy hacia América y Asia, donde fantaseaba con asaltar las Filipinas españolas: 63 embarcaciones que cargaban repuestos de arboladura, velamen y jarcia suficiente para equipar 24 buques, 80.000 fusiles tipo Belt, más de 6.000 uniformes completos, 1.800 tiendas de campaña, 553 cañones y 18.839 balas, caballos y mulas, víveres escasos como la harina, herramientas clave para las plantaciones de azúcar —¡y cajas con látigos!— o cientos de pasajeros civiles vinculados a la vida económica colonial.

Portada de 'Caza al convoy'.

Portada de 'Caza al convoy'. Desperta Ferro Ediciones

Si los pertrechos bélicos acabaron siendo utilizados por el Ejército Continental en la famosa batalla de Yorktown, algunos de los prisioneros optaron de forma voluntaria —y sorprendente— por quedarse a vivir en España, incluso enrolarse en la Armada. Rafael Torres narra toda esta odisea en la tercera parte del libro, en la que también descubre cómo el veterano capitán general Luis de Córdova y su segundo en el mando, José de Mazarredo, el mejor táctico naval de su época, lograron aplicar con pericia la estrategia de Floridablanca de reconstruir una Flota Combinada en Cádiz que trasladase el centro de gravedad de la campaña al Atlántico y respondiese a los planes ofensivos del Gobierno de Carlos III.

El resultado fue "la victoria más grande de España sobre Inglaterra desde el punto de vista naval", sentencia el historiador en conversación con este periódico. En la introducción de su obra recuerda el drama que supuso para Winston Churchill y el esfuerzo bélico aliado en la II Guerra Mundial la pérdida del convoy PQ17, con 24 de 35 barcos hundidos por los submarinos nazis cerca de las costas noruegas cuando transportaban equipamiento para 50.000 soldados.

La Armada española, en su fulminante golpe de 1780, logró capturar 55, integrando cinco fragatas a su servicio y vendiendo el resto. "El dato más interesante es que el valor de todo lo apresado equivale a construir 37 navíos españoles. España en ese momento tenía 60", subraya el también autor de Historia de un triunfo.

Las fuentes británicas

Uno de los grandes hitos de la narración, que reconstruye los hechos con máximo grado de detalle gracias a las cartas de los protagonistas y está acompañada de un espectacular aparato cartográfico para situar todos los acontecimientos, consiste en el acceso a la documentación inglesa. De esta forma emerge el desconcierto que había en el Almirantazgo y la Royal Navy en torno a los planes de Madrid o la resignación y rabia de Rodney, el héroe y salvador de Gibraltar, con las autoridades de Londres por la ausencia de refuerzos: "¿Qué están haciendo? ¿Están decididos a arruinar su país?", le confesó a su mujer.

"No quería dar por supuestos los mitos. Ni que la Armada inglesa siempre era exitosa ni que la española era un cúmulo de desastres. Lo que puedo hacer es comparar en tiempo real, en el mismo periodo y utilizando las fuentes de uno y de otro, cómo interpretaban el problema", relata el historiador, señalando los errores cometidos por los británicos: una Royal Navy que no prestaba buques para la protección de los convoyes —al apresado solo lo acompañaban un navío y dos fragatas— instituciones que iban por su cuenta y un sistema logístico disperso por toda la costa.

Retrato de José Solano. En l aparte izquierda, la representación del convoy que condujo a La Habana. Autor desconocido.

Retrato de José Solano. En l aparte izquierda, la representación del convoy que condujo a La Habana. Autor desconocido. Wikimedia Commons

"Aquello era como un supermercado. Si querías una presa barata y rápida, había que visitar las costas inglesas", añade. "Si en toda la guerra de Independencia de EEUU pierden 3.400 buques de transporte, 2.200 son capturados por corsarios norteamericanos en las costas de Inglaterra".

La captura del convoy supuso un terremoto en Londres, causando el mayor desastre financiero de todo el siglo XVIII —el cargamento incautado suponía más de tres veces el presupuesto anual de la Real Hacienda española—. Horace Walpole, hijo del célebre premier, llegó a comparar el desastre con la "desolación de Jerusalén" al señalar que "nuestras flotas enteras para las Indias Orientales y Occidentales han sido capturadas por los españoles, como una red".

Hubo una investigación en el Parlamento, el comandante del convoy, John Moutray, fue sometido a un consejo de guerra y declarado culpable y el Almirantazgo destituyó al almirante Francis Geary, al mando de la Channel Fleet, por esquivar el asalto directo a la Flota Combinada de Córdova en aguas portuguesas pese a su clara superioridad numérica. Los resultados de esta guerra obligaron a Gran Bretaña a modificar todo el sistema de convoyes, que sí resultaría exitoso en las guerras napoleónicas y permitiría construir el mito de la Royal Navy invencible.

Retrato de Luis de Córdova.

Retrato de Luis de Córdova. Wikimedia Commons

Al terminar la lectura, uno se pregunta cómo es posible que en tan poco tiempo, en apenas un puñado de años, el eficiente sistema español que había permitido la organización y éxito del convoy, se derrumbase por completo, y la segunda mayor armada del mundo en aquel momento pasase a ser recordada por el desastre de Trafalgar.

"Ahora la moda es Bernardo de Gálvez [no hubiera conquistado Pensacola sin los recursos del convoy], Blas de Lezo... los héroes. Pero necesitaban detrás una sociedad, la infraestructura. Son miles de gaditanos y cientos de instituciones los que hicieron posible que el convoy saliera en tiempo", describe Rafael Torres. "En 1793 se dejan de pagar nóminas, hay una bancarrota del Estado, el país está sin presupuestos y se pierden las conexiones con América. Tienes líderes, marinos y gente muy buena, pero ya no es la misma sociedad, la misma logística, las mismas instituciones que en los años 70-80".

La fortuna

El conocimiento y la intuición de los oficiales de José Solano acerca del peligro de los huracanes salvaron al convoy español. Apenas tres semanas después de su llegada a La Habana se desató el mayor ciclón tropical registrado en los últimos seis siglos, el gran huracán de San Calixto, con más de 22.000 muertos.

Cierto grado de fortuna también fue imprescindible para avistar al convoy inglés en el inmenso Atlántico. Si bien los escrupulosos cálculos de Mazarredo basados en la información de inteligencia habían conducido a la flota a la zona por donde pasarían las naves enemigas, fueron los británicos quienes primero avistaron "velas extrañas". La controvertida decisión de reforzar las órdenes nocturnas con cañonazos fue lo que alertó a la escuadra de Córdova, que navegaba en dirección contraria y tuvo que hacer una difícil maniobra, que aumentaba su peligrosidad a oscuras, para dar inicio a la caza.