Marinus Van Reymerswale: 'El cambista y su mujer', 1539. Museo del Prado.

Marinus Van Reymerswale: 'El cambista y su mujer', 1539. Museo del Prado.

Historia

Las grandes olvidadas del Siglo de Oro que triunfaron a pesar de la misoginia

La historiadora Carmen Sanz Ayán reivindica en un libro las peripecias de escritoras, empresarias y actrices que destacaron durante los siglos XVI y XVII.

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Sin llegar al extremo de San Agustín, que aseguraba que "las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna", en los siglos XVI y XVII era común creer que la fémina que deseaba estudiar o emanciparse era una loca y una pésima influencia, si no algo peor.

Cruzando la raya estrecha de la aguja y la almohadilla

Carmen Sanz Ayán.

Fundación Banco Santander, 2025. 165 páginas. 20 €

Y, sin embargo, fueron decenas las que vencieron prejuicios y rumores y renunciaron a lo que parecía su inevitable destino —ser obedientes y virtuosas, buenas hijas y esposas y mejores madres—, para convertirse en hábiles mujeres de negocios.

La historiadora Carmen Sanz Ayán (Madrid, 1961) las reivindica con entusiasmo y rigor en Cruzando la raya estrecha de la aguja y la almohadilla: Mujeres emprendedoras (siglos XVI y XVII), publicado por la Fundación Banco Santander. Y lo hace analizando el contexto social, educativo y legal en el que se desenvolvieron, ilustrando cada apartado con semblanzas de unas mujeres asombrosas.

Abre fuego Teresa de Cartagena, considerada la primera escritora en prosa castellana. Nacida entre 1420 y 1435, pertenecía a una familia de la élite letrada castellana. Autora de Arboleda de los enfermos, un año después tuvo que escribir Admiraçión operum Dey (admiración de las obras de Dios) para defenderse de los ataques recibidos por su obra anterior, porque, como explica Sanz Ayán, "al haber sido escrita por una mujer, muchos suponían que la había copiado".

Otra famosa ilustrada fue Olimpia Fulvia Morata (1526-1555), nacida en tierras italianas y que no era ni noble ni rica, pero sí hija de un brillante humanista que la educó. Considerada una niña prodigio, se ganó el respeto de muchos intelectuales por la fluidez alcanzada en los estudios de latín y griego.

Mención especial merece también Beatriz Galindo (1465-1535), hermana de Gaspar de Gricio, secretario de la reina Isabel. Apodada "la Latina", de ella que se suele decir que fue la maestra de latín de Isabel la Católica. Otras destacadas figuras serían Luisa (o Lucía) de Medrano, Juana de Contreras; Florencia Pinar, que participó en justas poéticas cortesanas, Magdalena de Bobadilla y María Pacheco, esposa de Juan Padilla, que "era muy docta en latín, y en griego y matemática".

No fueron las únicas ilustradas famosas. Según Carmen Sanz, en los círculos mercantiles altos y medios se consideró importante alfabetizar a muchas mujeres, ya que el hecho de que supieran leer y escribir podía resultar muy útil.

Apodada "la Latina", de Beatriz Galindo se suele decir que fue la maestra de latín de Isabel La Católica.

Si el padre de familia estaba viajando o había muerto, podían ser tutoras, administradoras y cabezas visibles de los negocios de su casa, para lo que era importante que supieran leer y escribir. Además, desde tiempos de Alfonso X el Sabio, las solteras mayores de edad y las viudas tenían derecho a contratar, dar fianzas, comprar o vender mercancías, pero si el negocio salía mal y acababa en quiebra, las leyes podían liberarlas de cualquier obligación económica contraída, al ser consideradas "inferiores" y necesitadas de protección.

En este área los ejemplos de mujeres de éxito se multiplican y mueven al asombro: Margherita di Domenico Bandini, Caterina Llull, Gracia Nasi, Sebastiana de Paz, María López de Vitoria y Cassandra Grimaldo tuvieron vidas apasionantes y prósperas en el comercio nacional e internacional que la historiadora detalla apoyándose en una documentación exhaustiva y rigurosa.

Anónimo: 'Beatriz Galindo', s. XV. Museo Lázaro Galdiano.

Anónimo: 'Beatriz Galindo', s. XV. Museo Lázaro Galdiano.

Otro caso de éxito, desmedido a veces, fue el protagonizado por algunas actrices que acabaron dirigiendo sus propias compañías. Entre 1540 y 1710, alrededor de un 11 por ciento del total de los profesionales que ejercieron las tareas de dirección y gestión escénica en España fueron mujeres, a pesar de que en gran parte de los siglos XVI y XVII estuvo prohibida su presencia en las tablas, y solo a partir de 1670 y hasta los primeros años del siglo XVIII, las labores de dirección femenina se intensificaron.

También en este ámbito se multiplican los nombres y las gestas, aunque pocas comparables a la de María Bezón, "la Bezona", supuesta hija natural de Francisco de Rojas Zorrilla. Actriz y empresaria, triunfó en la corte de Luis XIV, donde permaneció once años, y a su regreso a España se hizo imprescindible en la corte y en los teatros comerciales. De su inmensa fortuna da cuenta el testamento que se incluye como documento anexo en el libro, un auténtico retrato de la época y sus costumbres.

También el mundo del libro contó con muy notables damas, aunque su trabajo fuera silenciado hasta hace muy poco. De hecho, Sanz Ayán recuerda un estudio de Alejandra Ulla sobre los libros editados en España y en América entre 1472 y 1700 según el cual solo en un 2,7 por ciento de los impresos figura el nombre de una mujer, aunque a menudo se hallan varios sin nombre o con el apelativo "viuda de" o "hija de".

Y, sin embargo, fue una mujer, María de Armenteros, la responsable de la primera edición ilustrada de Don Quijote (1674), pues tenía la novedad de incluir 34 láminas "muy donosas y apropiadas a la materia" y que, además de incluirse en el texto y no exentas, incidían en el aspecto más cómico y humorístico de la obra.

Y es que, como escribió María de Zayas y reproduce Carmen Sanz, en estos campos, "aunque las mujeres no son Homeros con basquiña y enaguas, [...] ni Virgilios con moño, por lo menos tienen el alma, las potencias y los sentidos como los hombres".