El primer ministro británico Winston Churchill, el presidente Harry S. Truman y el líder soviético Josef Stalin antes de reunirse para la Conferencia de Potsdam en Potsdam, Alemania.  Foto: Wikipedia.

El primer ministro británico Winston Churchill, el presidente Harry S. Truman y el líder soviético Josef Stalin antes de reunirse para la Conferencia de Potsdam en Potsdam, Alemania. Foto: Wikipedia.

Historia

80 años de la conferencia de Potsdam: cuando Churchill, Stalin y Truman diseñaron el mundo de posguerra

Entre julio y agosto de 1945, los vencedores de la II Guerra Mundial empezaron a perfilar el mundo con decisiones cuyas consecuencias todavía perviven.

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En julio de 1945 aún no existía la OTAN, pero ya empezaba a bosquejarse la Guerra Fría, y con unos efectos que perviven hoy.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética exigió que se le concediera parte de Prusia Oriental en el reparto de las cenizas de la Alemania nazi.

Su mira estaba puesta en el puerto de Könisberg y la ventaja clave que ofrecía: al contrario que los puertos rusos más septentrionales, este no se helaba en invierno.

Ese territorio pronto pasaría a llamarse Kaliningrado, en homenaje al político soviético Mijail Kalinin, una denominación que mantiene actualmente.

Lo que nadie imaginaría hace ochenta veranos es que dicho trozo de tierra quedaría separado de Rusia, y menos que la URSS acabaría desintegrándose en 1991.

Limítrofe con Polonia por el sur, y con el mar Báltico al este, Kaliningrado comparte el resto de sus fronteras terrestres con Lituania, independizada tras la caída del gigante soviético.

Esta es la causa de la existencia hoy de un enclave ruso entre dos países miembros de la UE y de la OTAN, y una consecuencia —inesperada— de las decisiones tomadas en la Conferencia de Potsdam, celebrada entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.

Una cita en la que los vencedores del conflicto que arrasó Europa y buena parte del planeta empezaron a dar un nuevo perfil al mundo.

No era la primera vez que los dirigentes de Estados Unidos, Reino Unido y la URSS se veían las caras, pero sí una vez derrotado Hitler.

Ya lo habían hecho a finales de 1943 en Teherán, donde el buen ambiente reinante entre los dirigentes de los Aliados se vio enturbiado por la intención de Stalin de fusilar a 50.000 oficiales alemanes para evitar una nueva guerra.

Ante la indignación de Churchill, el norteamericano Roosevelt medió proponiendo rebajar la cifra a 49.000.

El siguiente encuentro entre los tres protagonistas tendría lugar ya en febrero de 1945, esta vez en territorio soviético: en el balneario de Yalta, en una península de Crimea de la que tampoco podría presagiarse que sería objeto de disputa en el siglo XXI.

Harry S. Truman y Joseph Stalin se reúnen en Potsdam. Foto: Wikipedia.

Harry S. Truman y Joseph Stalin se reúnen en Potsdam. Foto: Wikipedia.

La cumbre de Potsdam estuvo protagonizada por los mismos gobiernos que las anteriores, pero se desarrolló con importantes cambios personales.

La muerte de Roosevelt en abril, pocas semanas antes de la rendición de Alemania, sentó en la Casa Blanca a su otrora vicepresidente, Harry Truman, quien se encargaría de representar los intereses estadounidenses en la conferencia.

Y en medio de las negociaciones llegaría la sorpresa por parte británica. Finalizado el conflicto en Europa, Churchill, que había dirigido un gabinete de coalición durante la contienda, debió aceptar la petición de la oposición laborista de celebrar elecciones. La fecha, el 5 de julio.

Los resultados oficiales, sin embargo, no se anunciaron hasta el 26 del mismo mes, a causa de la dificultad que conllevaba el recuento de votos a lo largo del vasto Imperio británico. Así, el primer ministro saliente debió abandonar la cumbre y ceder su asiento a Clement Attlee, vencedor de los comicios.

Las sesiones de la Conferencia de Potsdam discurrieron en el palacio de Cecilienhof, mandado construir por Guillermo II, el último káiser alemán.

Entre los principales acuerdos adoptados, la división de Alemania y Austria, y sus respectivas capitales, Berlín y Viena, en cuatro zonas de ocupación aliada —ya tratado en Yalta—.

También se decidió el “reasentamiento” de minorías alemanas en Hungría, Checoslovaquia y Polonia dentro de las futuras fronteras de Alemania.

Clement Attlee, Harry S. Truman, Joseph Stalin, y detrás: el almirante William Daniel Leahy, el ministro de Asuntos Exteriores Ernest Bevin, el secretario de Estado James F. Byrnes y el ministro de Asuntos Exteriores Vyacheslav Molotov.

Clement Attlee, Harry S. Truman, Joseph Stalin, y detrás: el almirante William Daniel Leahy, el ministro de Asuntos Exteriores Ernest Bevin, el secretario de Estado James F. Byrnes y el ministro de Asuntos Exteriores Vyacheslav Molotov.

Y esto lleva a uno de los asuntos principales a tratar, el de los nuevos límites fronterizos de Polonia, el país cuya invasión por Alemania en septiembre de 1939 había sido el desencadenante último del conflicto.

Los polacos perderían territorios por el Este, en favor de la URSS, para ganarlos por el Oeste, en detrimento de Alemania. La frontera germano-polaca quedaría fijada por los cursos del río Oder y su afluente el Neisse, un límite que continúa vigente hoy.

Fue también en Potsdam donde se dio un ultimátum a Japón, aliado de Alemania, para que se rindiera a los Aliados, y donde se anunció el inicio de la era nuclear.

Truman informó a Stalin de que EEUU ya disponía del arma que arrojaría sobre la población de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, solo cuatro días después de la clausura de la conferencia.

¿Y la España franquista? Para ninguno de los vencedores del conflicto mundial pasaba desapercibido que la dictadura de Franco había prestado apoyo a los nazis.

Stalin incluso subrayó que el régimen franquista había sido "impuesto por Alemania e Italia" (por su ayuda al bando sublevado en la Guerra Civil).

Sin embargo, la acción de los Aliados respecto al caso español se redujo finalmente a la oposición de EEUU, URSS y Reino Unido al ingreso de España en la recién creada Organización de las Naciones Unidas.

Stalin había llegado a Potsdam en tren, atravesando territorios que sus soldados habían liberado de los nazis. Aunque pronto la palabra liberación se convertiría en un oxímoron.

Así lo prueba la paulatina desaparición de regímenes parlamentarios en los países con presencia de tropas soviéticas —Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria— y su sustitución entre mediados y finales de la década de 1940 por regímenes comunistas al servicio de Moscú.

Potsdam fue, al fin y al cabo, la confirmación del reparto del mundo en áreas de influencia. La puerta de entrada a la Guerra Fría.