Cristóbal Colón retratado por Joaquín Sorolla (1910)

Cristóbal Colón retratado por Joaquín Sorolla (1910)

Historia Libro de la semana

Una nueva biografía de Colón sugiere que el Descubrimiento de América podría ser fruto de un chivatazo

Esteban Mira dibuja a un personaje que ganó la gloria eterna pese a haber cometido uno de los mayores errores de cálculo de todos los tiempos.

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¿Tiene sentido publicar una nueva biografía de Colón, cuando la bibliografía en torno al personaje es inmensa e inabarcable para cualquier lector? Cada época necesita su propio ejercicio de comprensión de la figura colombina, es la respuesta del autor de esta enésima propuesta para desentrañar la trayectoria del navegante. Es decir, cada momento tiene el derecho y el deber de tratar de comprender a este hombre que, como reza el subtítulo del libro, cambió el mundo.

Colón. El converso que cambió el mundo

Esteban Mira Caballos

Vamos a dar una oportunidad a la paz, al diálogo y a la negociación. Si eso fracasara veremos qué hay que hacer.

El historiador Esteban Mira (Carmona, Sevilla, 1966), que ya ha demostrado su capacidad para abordar las de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, parece completar, ahora con el Almirante, la trilogía de los grandes artífices de la construcción de la América hispana.

Con el paso de los siglos, Cristóbal Colón no ha perdido magnetismo, tanto por sus rasgos polémicos como por los enigmas que contiene. Los aspectos conflictivos parecen envolverlo ahora más que nunca, pero el marino siempre estuvo inmerso en discusiones y disputas, debates en torno a su persona y sus proyectos que él mismo alimentó para favorecer sus intereses.

Todas las fuentes coinciden en su peculiar carácter, su evidente ambición de gloria y riquezas, su inconformismo respecto de los saberes establecidos, su tendencia a la temeridad, en definitiva, la posesión de una profunda fe en sí mismo que cruza la línea hacia el más intenso egotismo.

Como Mira escribe en sus páginas, Colón es un hombre de su tiempo, pero es también una personalidad singular que solo sabe vivir actuando contracorriente. Fue un negociador atrevido, como lo demuestran los acuerdos a los cuales llegó con la corona para financiar el proyecto de su viaje y los títulos que arrancó a los Reyes Católicos para gestionar las nuevas tierras que aseguraba serían descubiertas, y manejó grandes dosis de buena suerte, si atendemos a la arriesgada manera de apaciguar los motines de la tripulación que pusieron en grave riesgo la navegación de la flota en el primer viaje.

Provocador, visionario y seductor, el Cristóbal Colón de Esteban Mira es un gran navegante, un hombre arrojado y afortunado

Provocador, visionario y seductor, el Colón que nos dibuja Esteban Mira es un gran navegante, un hombre arrojado y afortunado, cuyo gran mérito no fue realizar el primer viaje con destino a América, pues otros anteriores están registrados desde la Edad Antigua, sino saber cómo retornar de la aventura. El tornaviaje desde el Nuevo Mundo, la ruta de vuelta que por el régimen de vientos y corrientes se desarrolla en latitudes diferentes que el viaje de ida, es sin duda el gran hallazgo colombino.

Y esto último nos coloca frente al otro grupo de elementos que hacen de Colón un fenómeno histórico de inagotable atractivo, el conjunto de los muchos secretos que lo rodean, unos cultivados por él como parte de su estrategia de seducción, otros arrastrados por la historiografía empeñada en saber todo lo relacionado con el Almirante. Sobre Colón pivotan, en primer lugar, enigmas acerca de su lugar de nacimiento, su origen familiar y étnico-religioso o dónde se encuentran sus restos mortales.

Todas estas zonas en sombra han provocado una ingente bibliografía, mucha de ella situada fuera del territorio riguroso y verosímil de la investigación histórica. El autor de la biografía no elude estos asuntos problemáticos y toma la postura propia del historiador, consistente en afirmar solo aquello que la documentación permite sustentar, sin dejarse llevar por aparentes hallazgos sorprendentes.

Así, Mira justifica el origen genovés, generalmente aceptado por los historiadores, y la posterior naturalización castellana de Colón, sin la cual no hubiese podido desempeñar los cargos militares, navales y de gobierno que los Reyes le otorgan en las Capitulaciones de Santa Fe. Igualmente, el autor asegura, siguiendo a otros prestigiosos especialistas y basándose en los últimos análisis realizados sobre sus restos, el origen familiar judeoconverso, al menos del lado materno.

Pero quizá tengan más interés historiográfico los otros secretos del Almirante, los relativos a cómo sabía que era factible la navegación hacia Occidente por mar abierto hasta alcanzar tierra y cómo llegó al conocimiento del itinerario del tornaviaje. Vaya por delante que los cálculos con los que Colón trataba de convencer a sus posibles mecenas de que su viaje era viable eran erróneos. Se ha aludido a todo ello denominándolo el preconocimiento de la ruta, esto es, que el marino genovés tuvo noticia exclusiva, de alguna manera, de los detalles de esta navegación inédita.

Se ha hablado de la posibilidad de que, de modo casual, habría accedido al relato de un piloto que, accidentalmente, llegó a las costas americanas y luego pudo regresar a Europa. Si esto fuera así, se confirmaría la idea del Colón con suerte, que sabe gestionar información secreta valiosísima y logra financiación para un viaje que, con los conocimientos admitidos en ese punto, era una locura abocada al fracaso.

En todo caso, parece que estos secretos, los relativos a cómo consiguió tener éxito en contra de la ciencia establecida en ese momento e, incluso diría yo, en contra del sentido común, quizá nunca lleguen a ser desvelados completamente. Ello contribuye, sin duda, a reforzar el magnético halo de misterio que rodea todo lo colombino. Lo paradójico es que el genovés abrió la puerta al mundo moderno y ganó la gloria eterna para sí mismo pese a haber cometido uno de los mayores errores de cálculo de todos los tiempos.

Otra contradicción añadida: murió sosteniendo que había llegado a Asia, a tierras insulares de Japón y continentales de China, aun cuando era evidente que había encontrado un nuevo mundo e, incluso, cabe pensar que en el fondo fue consciente de este descubrimiento o al menos lo intuyó. Como dice Mira Caballos, sobre Colón lo evidente es lo real, pero las líneas de sombra ligadas al personaje también son reales porque él mismo las cosió a su vida y a su memoria.

Esta biografía de Colón se apoya primero en una interesante reflexión metodológica y en un amplio comentario crítico sobre las fuentes disponibles –incrementadas en las últimas décadas–. Al final, aporta una bibliografía extensa y actualizada, un útil glosario de términos de la época, navales y de otras materias, y termina con un apéndice documental y una cronología. La obra es, por esto y por la narración tejida por el autor, el producto de un historiador que, en medio de la multitud de datos y del ruido que desdibujan al personaje, ha elegido lo verosímil basándose en las pruebas documentales.