Ernesto Arias y David Luque en 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Ernesto Arias y David Luque en 'Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!'. Foto: Lucía Romero

Teatro

Nuevo juicio a Francisco Ferrer Guardia, el anarquista que creó la Escuela Moderna y fue fusilado

El fundador del Teatro de La Abadía, José Luis Gómez, reivindica al pedagogo en una obra protagonizada por Ernesto Arias, Jesús Barranco, David Luque y Lidia Otón.

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Acusado de ser uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, en julio de 1909, Francisco Ferrer Guardia fue condenado por un consejo de guerra y fusilado en Montjuic el 13 de octubre de ese mismo año.

Borrado de la historia oficial, sus ideas sobre una enseñanza laica, libre y crítica marcaron a generaciones de educadores y tuvieron una gran influencia en Europa, hasta el punto de que, tras su asesinato, se realizaron numerosas protestas por todo el continente e hicieron que se levantara un monumento en su honor.

Colocada inicialmente en la iglesia Sainte-Catherine de Bruselas, tras su prohibición por las tropas alemanas, la escultura estuvo apartada hasta que recaló finalmente en la Universidad Libre de la capital belga.

Allí se la encontró un día el actor, director de escena y académico José Luis Gómez (Huelva, 1940). Una imagen que evoca hoy al recuperar la figura del activista político.

“Desde muy joven me incliné por la memoria histórica y es una cosa que llevo en el corazón”, afirma a El Cultural sobre su interés en dirigir Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!, de Jean-Claude Idée.

“Ya muy temprano en mi trayectoria como hombre de teatro hice La velada en Benicarló, a partir del texto de Manuel Azaña. Algo me marcó durante nuestra guerra ‘incivil’, que no civil. Las tapias del Cementerio de la Soledad en Huelva, donde nací, se desmoronaban a causa de las ejecuciones que tenían lugar ante ellas mañana y noche, así que, con ese recuerdo, era algo casi obligado”.

En el trigésimo aniversario de La Abadía, su fundador regresa a la que es aún su casa con esta obra sobre la importancia de la educación que recupera la figura del pedagogo a partir del cuestionable proceso judicial, repleto de irregularidades, que le condenó a muerte.

“Una figura como Ferrer también forma parte de nuestra memoria democrática y debe ser traída al presente.Tengamos en cuenta que la Escuela Moderna se inauguró en 1901 y poco después, en 1911, se erigió en Bruselas una estatua en su honor".

Sin embargo, "aquí en nuestro país y en nuestra época, una figura tan memorable apenas se conoce. Hubo un intento de recuperación en la Segunda República, pero el franquismo se encargó de hacer desaparecer su nombre”.

Hijo de campesinos adinerados, “Ferrer recibió de pequeño una enseñanza muy sombría, donde existían los castigos, donde estudiaba en una especie de establo".

"El haber tenido esa vivencia de pequeño es quizás la causa por la que luego volcó su vida en impartir una enseñanza que hiciese de los seres humanos seres libres”, reflexiona Gómez sobre este librepensador que fue militante del Partido Republicano Progresista, apoyó el pronunciamiento militar del general Villacampa en 1886 y se exilió en París, donde simpatizó con el anarquismo teórico.

“Este texto teatral nos trae de nuevo su figura y su pensamiento. Y, también, lo injusto de los fanatismos. En la obra, Ferrer dice que la educación ‘debe proteger al niño de todo dogma y de toda idea preconcebida".

"Ayudarle a convertirse en una persona instruida, sincera, justa y libre, capaz de entender que no hay deber sin derecho, ni derecho sin deber’. Y es que en nuestro tiempo, sin educación, estamos perdidos”.

"En el texto vemos a un hombre con un sueño muy claro. Una sociedad afectuosa, alegre y justa". José Luis Gómez

Interpretado por Ernesto Arias, el Ferrer que Idée recupera en esta puesta en escena es “un hombre muy íntegro, que no cejó en su empeño y que empleó su vida en defender la Escuela Moderna. Creía en la capacidad de cada uno para ser. No buscaba a los mejores en el aula, sino que todos mejoraran cada día".

"Apostó -añade- por una enseñanza emancipadora, que era la clave para un cambio social. Todas y todos se educaban juntos, pobres con ricos. No había exámenes, se fomentaba la alegría, el pensamiento crítico. En el texto vemos a un hombre con un sueño muy claro. Una sociedad más afectuosa, alegre y justa”.

Ernesto Arias y Lidia Otón en una escena de 'Francisco Ferrer'. Foto: Lucía Romero

Ernesto Arias y Lidia Otón en una escena de 'Francisco Ferrer'. Foto: Lucía Romero

Esta forma de educar, continúa el director, “es un sueño para un exalumno, como yo, de los Salesianos de Utrera de los años cincuenta... Y es que todavía en nuestros días la Iglesia católica tiene el monopolio de la educación. Hay que apostar por una educación laica”, reivindica.

Con un enfoque minimalista, que pone el acento en el actor, Ideé reconstruye el juicio a partir de las diversas entrevistas que Ferrer mantiene con el juez instructor militar (Jesús Barranco, que además interpreta al cura) y el abogado de oficio (David Luque).

Así como de los testimonios de tres mujeres que formaron parte indiscutible de su vida: su exesposa, Teresa Sanmartí, que llegó a dispararle en una ocasión, una de sus discípulas, la señorita Meunier, y su hija menor Sol, todas ellas encarnadas por Lidia Otón.

De maestro a maestro, Gómez vuelve a dirigir, desde hoy hasta el 7 de diciembre en La Abadía, a quienes fueran sus aprendices.

“Son discípulos míos y, como he acostumbrado siempre, para hacer este montaje me he apoyado fundamentalmente en su expertise. Estos cuatro actores tienen la capacidad de estar presentes, poseen una dicción brillante, tienen el cuerpo afinado. Y saben trabajar muy bien con su lengua, con el castellano”.

Arias, Barranco, Luque y Otón, todos ellos forman parte desde los primeros años de esta antigua capilla transformada en teatro.

“Ahora resuenan las palabras de Ferrer en la manera que tenemos en La Abadía de concebir el centro de estudios donde se formaron estos actores. Y es que es fundamental el elenco, el trabajo en equipo”, dice su director, que ha dado, siguiendo la línea de la Escuela Moderna, toda la libertad de creación a sus intérpretes.

“Trabajar después de tantos años con ellos es un regalo. Yo he sido uno de sus maestros, pero me considero también uno de sus discípulos”.