Natalia Hernández, Marina Salas y Francisco Carril en 'El entusiasmo'. Foto: Geraldine Leloutre

Natalia Hernández, Marina Salas y Francisco Carril en 'El entusiasmo'. Foto: Geraldine Leloutre

Teatro

Pablo Remón escenifica la crisis de la mediana edad en 'El entusiasmo'

El director y dramaturgo estrena en el Teatro María Guerrero de Madrid la historia de una pareja, padres de dos hijos, que se replantean cómo han llegado adonde están.

Más información: Pablo Heras-Casado: "Dirigir ópera es un salto al vacío. Hay que ser adicto a la adrenalina y lo desconocido"

Publicada

No es fácil entrar en los 40. Ya lo decía uno de los personajes de Pablo Remón en Vania x Vania: “En la mediana edad hay misterio, hay perplejidad. Es como si hubiéramos tomado un camino equivocado, pero ¿cuándo? Imposible saberlo”.

La cita, que en realidad formaba parte de una entrada de los diarios del escritor norteamericano John Cheever, se le quedó atravesada al director y dramaturgo, de 48 años, mientras realizaba su anterior pieza escénica.

Como si uno no pudiera enredarse en Chéjov sin salir del todo indemne, su nuevo gran proyecto, El entusiasmo, comienza precisamente ahí, donde terminaban sus dos Vanias.

“Pasé mucho tiempo sumergido en su obra, no solo en Tío Vania, y aquello me marcó. En edades distintas, los personajes de Chéjov viven siempre en una especie de niebla, como en una inacción perpetua, en medio de arenas movedizas”, cuenta a El Cultural sobre los orígenes de su última obra, que presentará en el María Guerrero el 7 de noviembre.

“Sin embargo, frente a aquella apatía, estos personajes –ya sea escribiendo una novela u ocultando un posible amante– están en ese momento vital de querer aprovechar la vida, de hacer lo que antes no han podido”.

En El entusiasmo Remón aborda las vidas y conflictos personales de una pareja, Toni y Olivia, padres de dos hijos, que arrastran cierto desgaste vital.

La crisis de la mediana edad es algo muy general que te puede suceder con 38 o con 52. Es un momento que tiene que ver con la adolescencia, cuando uno se empieza a plantear quién es, cómo se relaciona y cómo va a vivir su vida”.

Sus personajes hablan, recuerdan e inventan, mientras atraviesan sus conflictos matrimoniales, paterno-maternales, laborales o, incluso, creativos.

“Todo está entremezclado en ese momento. Son como distintas patas que responden al quién soy ahora, qué me queda, dónde estoy y qué decisiones he tomado hasta llegar aquí”.

Raúl Prieto y Francesco Carril. Foto: Geraldine Leloutre

Raúl Prieto y Francesco Carril. Foto: Geraldine Leloutre

Con una puesta en escena muy minimalista, Remón, que tira de ironía y sentido del humor, juega y enreda, casi hasta retuerce, la narración dentro de la narración, dejando que sean los personajes quienes se cuenten.

“Como casi todas mis propuestas es una obra que se bifurca mucho, tiene muchos papeles secundarios que empiezan a cobrar fuerza bajo la idea de la ficción dentro de la ficción”.

“El 'entusiasmo' no es felicidad ni alegría, es algo muy concreto que todos podemos identificar". Pablo Remón 

Protagonizada por Francesco Carril, Natalia Hernández, Raúl Prieto y Marina Salas, a los dos personajes principales les acompañan otros muchos que “a veces son ficciones suyas, a veces sueños o personajes reales. Siempre con la idea de que unos se van contando a otros”.

Sin grandes distracciones sobre las tablas, el director ha buscado una escenografía “muy sencilla, con muchas posibilidades, pero que no juega demasiado al realismo”, para potenciar el “contraste entre un texto que a veces es muy naturalista, muy concreto”.

Una especie de caja abstracta que te remite casi a un bastidor, a la parte de atrás de un escenario. “Es una obra que va pasando por muchísimos escenarios, tiempos, estilos y situaciones –explica su director–, hasta que consigue que releas lo anterior de una manera distinta”.

Remón, que próximamente estrenará también serie, Matar a un oso –dirigida por los hermanos Sánchez-Cabezudo–, parece recuperar su propio entusiasmo, parafraseando el título, para hablar de esta propuesta, producida por el CDN y el Teatro Kamikaze.

“La verdad es que ha sido una obra muy larga de escribir y de hacer. Se parece a algunos títulos míos, pero también tengo la sensación de estar tocando otros palos completamente nuevos. Por ejemplo, uso cámaras por primera vez”.

En última instancia, El entusiasmo nos remite al concepto del autor, a la necesidad de contarnos y al gusto por narrar historias. ¿Somos nosotros quienes narramos nuestra propia vida o, más bien, nos determina más el azar que nuestras propias decisiones? ¿Estamos condenados a repetir patrones de padres a hijos?

Remón, que trae la filosofía postestructuralista y hegeliana a Sanchinarro o Malasaña, introduce aquí términos como el de la anhedonia (incapacidad de experimentar placer o disfrutar de actividades que antes le resultaban agradables).

“Funciona como antítesis del título. No se refiere a una depresión, es algo más existencial y profundo, donde parece que se ha perdido el sabor de aquellas cosas que te hacen ilusión, que te dan la vida. Como ocurre con los personajes de Chéjov”.

“Dame más de esto, dame más”, implora uno de los personajes de la obra, como si supiera que, en un parpadeo, la imagen que tiene enfrente pasará del brillo al mate sin darse cuenta.

“El entusiasmo –explica su director– no es felicidad ni alegría, es algo muy concreto que todos podemos identificar. Y los personajes quieren volver a sentirlo”.

Surge entonces la duda. “Ellos tienen un recuerdo, una idealización de aquello pero no sabemos exactamente si lo tuvieron alguna vez. Los griegos lo empleaban para referirse a un poeta que estaba poseído por las musas, que estaba inspirado. Esta idea es clave en la obra”. Porque, se pregunta el dramaturgo, ¿qué te posee, si no te posee el entusiasmo?