
Mona Martínez en una escena de 'Los nuestros'. Foto: Bárbara Sánchez Palomero
Lucía Carballal estrena 'Los nuestros', una obra sobre el duelo y memoria del pueblo sefardí
La directora y dramaturga presenta su último trabajo en el Teatro Valle-Inclán, una historia sobre la identidad de una familia judeoespañola que se reúne tras la muerte de la matriarca.
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La familia, dice Lucía Carballal (Madrid, 1984), “es el lugar donde heredamos distintas neurosis, una escuela de repetición, pero también el lugar en el que aprendemos a desligarnos de la sensación de destino”. Es, subraya, “nuestro primer espacio de rebeldía”.
Tema universal de la literatura, no es la primera vez que la directora y dramaturga lleva a escena a una familia. Ya lo hizo con las Clarkson en Una vida americana y ahora lo hace con Los nuestros. Sin embargo, si en aquella ocasión emprendía un viaje a Estados Unidos, en esta hace el trayecto a la inversa, de Tánger a España, donde reúne a una familia sefardí por el luto de la matriarca.
La obra, además, coincide con el momento vital de la propia Carballal. “Esta historia se me apareció casi como un reflejo de mi presente. Ya tengo 40 años y siento que con esta edad puedo tener una mirada más panorámica sobre las cosas”. También, y a pesar de que hoy se calcula que unos 40.000 sefardíes viven en España, a la dramaturga siempre le ha llamado la atención “que no hayan formado parte de nuestro imaginario colectivo”.
De este modo, Los nuestros –hata el 6 de abril en el Teatro Valle-Inclán– habla también de nuestra Historia. “Reyes Católicos, Edicto de expulsión...”, resume uno de los miembros de esta díscola familia que hunde sus raíces en los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV.
Reunidos en la casa familiar para cumplir con el Avelut –tradición del luto judío– por el fallecimiento de la matriarca, a lo largo de estos días de encierro sus personajes se cuestionan temas como el peso del pasado y las tradiciones, la identidad y el sentimiento de pertenencia o la discriminación, la vocación y la paternidad.
“En la familia heredamos distintas neurosis, pero también es nuestro primer espacio de rebeldía". Lucía Carballal
“Lo que articula la función es el duelo en torno a esa figura, último vestigio del pasado en Tánger de la familia. No solo es la muerte de una persona querida, sino también el final de una etapa muy larga de la historia familiar. Eso abre la pregunta en torno al legado, a cómo continuar y mirar hacia el futuro”, cuenta su directora a El Cultural sobre esta historia que gira en torno a la relación madre-hijo, fomada por Reina (Mona Martínez) y Pablo (Miki Esparbé), quien, afincado en Londres, aprovecha para anunciar su intención de tener hijos y dejar de escribir teatro.
Justamente fue la familia, en este caso la política –su pareja es de origen sefardí–, la que ayudó a Carballal a la hora de documentarse. “En cualquier caso, también estuve investigando mucho tiempo. Entrevisté a muchas personas en Madrid, Tánger o Tel Aviv y, poco a poco, fui construyendo ese relato y esa identidad que tienen su origen en la expulsión, y que se han forjado en la diáspora y a partir del regreso a una España franquista en los años 50 y 60. A través de todo ello pude comprender mejor las cuestiones de pertenencia de estas comunidades y cómo la familia es un vehículo hacia ella”.

Ana polvorosa y Miki Esparbé durante un ensayo de 'Los nuestros'. Foto: Bárbara Sánchez Palomero
La escritura empezó antes del 7 de octubre de 2023. “Tuve que tomar la decisión de no dejar de escribirla, porque cuando sucedieron los ataques de Hamas y, sobre todo, con la reacción del gobierno israelí y todo lo que se despertó, hubo un momento en que me lo planteé. Pero la historia de esta familia y toda la cuestión sefardí tiene su propio cauce y sentía que dejarlo era plegarme a un equívoco que tiene que ver con el desconocimiento. Hay mucha gente que no puede distinguir qué significa ser una familia judía o sefardí de la realidad política de un país concreto como Israel y de una acción concreta de su gobierno”, defiende.
Fue entonces cuando decidió introducir al personaje de Tamar (Marina Fantini), la prima lejana que viene de vivir en Israel. “Se me hacía muy extraño no reflejar esa realidad que me estaba invadiendo a mí misma y me estaba afectando incluso a nivel personal. Pensé que la solución más honesta, desde un punto de vista dramatúrgico, era introducir este personaje”, que, explica, refleja una verdad. “La mayor parte de las familias judías en el mundo tienen algún familiar que vive en Israel o alguna conexión, aunque sea lejana, con el país, y pensé que podía ser un reflejo de mi propio conflicto con todo lo que estaba pasando”.
Esta peculiar reunión familiar a la que acudirán, además, Esther (Manuela Paso), sus hijos y su pareja Mauro (Gon Ramos), la novia de Pablo, Marina (Ana Polvorosa), y la citada prima Tamar, se realizará en torno a “un gran tótem de casi 6 metros de altura” que ocupa el lugar central en el escenario y que simboliza el uso que le damos a la memoria.
“En la función hay una idea sobre la labor casi arqueológica que hace la familia de conservar el pasado y los recuerdos familiares. No se sabe si es una tarea casi penitenciaria, a la que están abocados por obligación, o si, por el contrario, puede abrir nuevas posibilidades para mirar el futuro con más optimismo”, reflexiona Carballal.
En cualquier caso, asegura, “la puesta en escena tiene como concepto fundamental la idea del limbo, ese espacio intermedio entre lo que todavía no ha terminado y lo que no ha nacido. Y eso afecta a las atmósferas y a una colectividad que se reúne en un espacio de duelo que no deja de ser un tiempo detenido”.