Una escena de 'Las bingueras de Eurípides'. Foto: Susana Martín

Una escena de 'Las bingueras de Eurípides'. Foto: Susana Martín

Teatro

Eurípides y Las Niñas de Cádiz cantan bingo en el teatro entre risas y sangre

La compañía llega al Teatro Quique San Francisco con 'Las bingueras de Eurípides', su particular versión de 'Las bacantes'.

3 abril, 2024 01:36

Tras el éxito de su anterior obra, El viento es salvaje, donde presentaban a unas particulares Fedra y Medea contemporáneas como personajes más bien grises, Las Niñas de Cádiz aterrizan este miércoles en el Teatro Quique San Francisco de Madrid con su última propuesta, Las bingueras de Eurípides.

Nominada a varios premios Max, con este título buscan repetir su anterior hazaña con parecida fórmula. Donde folclore y alta cultura, humor y tragedia se mezclan de nuevo en esta versión libre y gamberra de Las bacantes que les permite seguir hurgando en los resortes de la tragedia griega.

Como la obra del poeta clásico, en la particular interpretación que firma Ana López Segovia (Zaragoza, 1974), Dionisio, aquí una mujer, baja a la Tierra para enfrentarse a la versión contemporánea de Penteo, que en la obra recibe el nombre de El Suarsenaguer, un policía empeñado en cerrar el bingo ilegal donde cada tarde se reúne un grupo de mujeres para evadirse de todo y compartir risas e intimidades.

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La premisa no podría ser más seductora. “Por qué no traer Las bacantes al siglo XXI, a Cádiz, a uno de esos locales de juego sin licencia, y en vez de hablar de la historia de Penteo, hablar de quiénes son estas mujeres, entre salvajes y tiernas, ya un poquito pasadas de rosca, con toda la vida y dolores a cuestas”, plantea la dramaturga a El Cultural.

Mujeres superpunkies

A ellas las conocemos porque las hemos visto antes. Son nuestras madres y vecinas. Mujeres del barrio. “Vienen con una mochila bien cargada, sin apartar sus pequeños ritos diarios –que si el café, el vinito o la pastilla–, siempre a escondidas de los hombres y del patriarcado”. Pero con mucho arrojo.

Las Niñas de Cádiz son 'Las bingueras de Eurípides'. Foto: Susana Martín

Las Niñas de Cádiz son 'Las bingueras de Eurípides'. Foto: Susana Martín

“Son –dice su autora– unas señoras superpunkies” y casi todas rondan los 50. “Es curioso porque somos grandes consumidoras de cultura, pero casi ningún espectáculo, película o libro hablan sobre nosotras. Somos las mujeres silenciadas, las invisibles”, reivindica.

Escrita en verso, género en el que López Segovia se siente cómoda, la obra plantea la eterna lucha entre lo apolíneo, que representa el orden y la autoridad de Penteo, y lo dionisíaco –el placer, la ausencia de normas y la amoralidad–. Y sigue la senda de sus anteriores trabajos entre lo culto y lo popular.

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El verso va siempre a favor de la escritura dramática y apoya mucho el humor. Una cosa dicha entre estrofas tiene más humor que en prosa, por la música, por el ritmo, por el golpe que se suelta en el último verso”.

Hay además en esta pieza flamenco, alboreás gitanas y mucha rumba. “También, claro, hay algo de ese soniquete del Carnaval de Cádiz que nos gusta tanto. Hay verso culto, décimas, sonetos, el espectáculo empieza con una silva”.

"En vez de contar la historia de Penteo, hablamos de estas mujeres, tiernas y salvajes". Ana López Segovia

Algo que además fluctúa en el lenguaje, a veces más elevado, otras más popular. “Usamos mucha simbología de la lírica popular tradicional, que en el fondo, ya ves, se da la vuelta y es súperculta. Nos gusta mucho mezclar los dos mundos. Porque además la cultura popular hunde las raíces en el mito”.

Las bingueras de Eurípides está interpretada por las Niñas de Cádiz –la propia López Segovia, Alejandra López, Teresa Quintero, Rocío Segovia–, con la novedosa incorporación de José Troncoso y Fernando Cueto.

“En casi todos los espectáculos que hacemos nos gusta travestirnos, hacer los personajes masculinos, buscar también el otro punto de vista desde nuestra interpretación –explica la dramaturga–. Pero cuando escribí esta obra, sentí la necesidad de que los dos personajes fueran interpretados por hombres. Me hacía falta una energía masculina real en el escenario. Quedaba más claro este enfrentamiento entre lo dionisíaco y lo apolíneo trasladado a lo femenino y lo masculino”.

Troncoso, que ya había colaborado anteriormente con ellas en la dirección de El viento es salvaje, asume ahora la dirección al completo. “Hemos echado los dientes juntos en el teatro. En lo creativo bebemos de la misma raíz, pero cada uno con su personalidad. Nosotras nos sentimos muy libres y nos adaptamos con facilidad a su propuesta. No se notan las costuras. Está todo muy bien engranado”.

Escenografía sencilla

Precisamente fue el director quien propuso la escenografía. Con un decorado mínimo, que se apoya fundamentalmente en el texto, la interpretación y la dirección, una especie de rombo enorme, rojo sangre, sobre el suelo advierte al espectador de la tragedia que ahí va a suceder, mientras las sillas se desplazan a toda velocidad por el escenario. El uso de tonos rosas y naranjas simboliza el mundo dionisíaco frente al gris de los policías.

“Hay un trabajo muy bonito de iluminación que hace Agustín Maza y poco más. Somos una compañía que trabaja muchísimo. En 2023 creo que hicimos 114 representaciones. Una locura. Así que, tener una escenografía sencilla, fácil de montar y desmontar, traer y llevar, es muy importante. Tiene una función estética pero es también marca de la casa y muestra nuestra voluntad por llegar a todos los espacios posibles”.

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Las bingueras de Eurípides es una fiesta que acaba en tragedia. O viceversa. “El público se ríe, por supuesto, pero hay arañazos también en el corazón. Es casi una cosa un poquito lorquiana si me apuras. Cuando el instinto se reprime todo acaba así. Que es un poco lo que sucede en Las bacantes. La alegría hay que buscarla en lo oscuro dice el personaje que interpreta Troncoso. No podemos ser todo el rato tan perfectos, tan insobornables”.

Pero aunque todo salte por los aires, la sangre y las vísceras, hay también una clara intención de provocar la risa. “Ese espíritu nunca lo perdemos. Lo que hacemos finalmente es una punkarrada y la gente se lo pasa fenomenal, es una fiesta. El público termina aplaudiendo, cantando y bailando. Reivindicamos también un poquito el derecho a la risa frente a tanta tristeza y tanto drama. Así que vamos a reírnos un poquillo”, anima.