Juan Mayorga

Juan Mayorga

Teatro

Mayorga, un magisterio luminoso

El dramaturgo Alberto Conejero ensalza las enseñanzas de su maestro en la Resad, clave para que apostase por la osadía y combatiera a los mercaderes de lo humano

1 junio, 2022 17:00

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Conocí a Juan Mayorga en 1998, en la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Yo estaba en el ecuador de mis estudios de Dirección de Escena y Dramaturgia y Juan, el nuevo profesor —si el recuerdo no me falla—, se había doctorado recientemente con un trabajo sobre Walter Benjamin. Juan atesoraba una amplísima formación teatral gracias al magisterio de figuras como José Sanchis Sinisterra o Marco Antonio de la Parra o su paso por la Royal Court de Londres, algunos celebrados estrenos y también los primeros reconocimientos como el Marqués de Bradomín. Aquel profesor de matemáticas, aquel filósofo, aquel hombre de teatro, después académico de la RAE, aquella suma en fin de experiencias aparentemente diversas pero certeras en su destino común, resultó decisivo para los que participamos de su clases. En mi caso, se convirtió en uno de mis grandes maestros, y el ejemplo más vivo y luminoso de lo que el teatro puede aportar a la ciudadanía.

Desde una afabilidad inquebrantable, enclavijado en la duda fértil, siempre fiscal de sus ideas y siempre abogado defensor de las vocaciones de los otros, con los bolsillos plenos de un sinfín de libretas y papeles, aquel profesor ensanchó nuestra mirada sobre lo escénico, nos hizo comprender aún más el poder del lenguaje, defendió la filosofía como una brújula indispensable e insistió en el compromiso cívico del creador. Nos recordó que lo peor de los fracasos es que estos sucedieran después de propuestas cobardes, que debíamos ser ambiciosos también en el fracaso; nos incitó a ser osados en nuestras apuestas, nos empujó a que intentáramos un teatro del que tuvieran miedo los pusilánimes, los mercaderes de lo humano; nos hizo ver que el teatro es una caja de resonancia de la fragilidad humana, también de sus proezas, que desde sus albores habló siempre de la libertad amenazada, de la dignidad amenazada; nos invitó devolver a este mundo no su ruido sino su poesía y nos recordó que las gentes del teatro somos compañía en tiempos en los que lo común está amenazado.

Otros hablarán de su espléndida producción literaria, de la hondura crítica de su pensamiento como atestiguan sus ensayos, artículos y entrevistas, de su defensa encendida de la filosofía. Permítanme un apunte más personal: Juan, mi maestro, es además un hombre cabal, de aquellos que ha hecho de la bondad su baluarte.

Escribo estas líneas de urgencia nada más anunciarse que se la ha concedido el Premio Princesa de Asturias de las Letras de 2022. Es una alegría inmensa para todos los que admiramos y queremos a Juan, pero también para todo nuestro teatro. Es el tercer dramaturgo que lo recibe tras Francisco Nieva y Arthur Miller. Juan no sólo es el dramaturgo español vivo más representado en el mundo sino un ejemplo de lo que la vocación, el tesón, el rigor, la bondad y la pasión por el teatro pueden generar y el emblema del altísimo vuelo de nuestra literatura dramática actual.

Ojalá este premio sirva también para que en los listados anuales de recomendaciones y reseñas de la prensa y medios audiovisuales, en las ferias de libros, en las estanterías no tan escondidas de las librerías, la literatura dramática ocupe el lugar que merece. Una literatura híbrida, liminar, movediza, sometida muchas veces a la refección y siempre con deseo de escenario, pero siempre literatura, aquella que escogieron autores como Valle-Inclán, Lorca y ahora Juan Mayorga. Una literatura fraguada con acción, poesía, emoción, pensamiento. Tenemos muchísima suerte de contar con él entre los tripulantes del teatro. Enhorabuena, maestro.