Un momento del montaje de 'Tirant lo Blanc' de Eva Zapico.

Un momento del montaje de 'Tirant lo Blanc' de Eva Zapico.

Teatro

'Tirant lo Blanc', en el sexo y en la guerra

El Festival de Almagro presenta una versión del clásico caballeresco valenciano enfocada en sus personajes femeninos

17 julio, 2020 09:27

A falta de país invitado, por mor de la pandemia, Ignacio García, director del Festival de Almagro, se ha sacado de la manga una interesante alternativa. En esta edición, el territorio agasajado y proyectado será una comunidad autónoma, concretamente la valenciana. Y tiene mucho sentido tratándose de una cita consagrada sobre todo al teatro clásico español, pues Levante fue una vía de acceso de las corrientes renacentistas italianas, que tanto calaron en nuestra dramaturgia áurea. En total, serán cinco espectáculos con autores valencianos como protagonistas, de Jaume Roig a Ausiàs March. Pero acaso el plato fuerte de este menú levantino sea el montaje de la monumental novela de caballería Tirant lo Blanc, firmada por Joanot Martorell en el siglo XV, y cuya fama se disparó gracias a la alusión cervantina en El Quijote.

El espectáculo nace de una joint venture entre el Instituto Valenciano de Cultura y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Al frente de la formación mestiza resultante, está la directora Eva Zapico, que reivindica el potencial contemporáneo de esta obra con más de cuatro siglos de vida. “Como todos los grandes clásicos, nos interpela desde diferentes lugares que, aun siendo lejanos en el tiempo, siguen presentes en la modernidad: el amor, el honor y la guerra. También habla de forma muy abierta sobre el deseo sexual, lo cual es sorprendente para la época”. Reconoce que más allá de lo formal, su planteamiento no supone una novedad. Pero es cierto que ella, a partir de la adaptación dramatúrgica obrada por Paula Llorens, ha puesto el foco en un aspecto del texto no tan resaltado tradicionalmente: los personajes femeninos. “Martorell fue un precursor en cuanto a su construcción. Tienen una complejidad psicológica que no era en absoluto habitual en la escritura de la época ni en la de siglos posteriores”, apunta Zapico.

La directora confiesa a El Cultural que ha recibido algunos reproches por ese enfoque. Pero contesta así a sus detractores: “Lo que algunos han considerado una herejía es, en realidad, una traslación de algo que está en la novela: Tirant es un gran estratega y un gran guerrero en el campo de batalla, pero ante los sentimientos está completamente desamparado y se siente absolutamente torpe. En el ámbito de los sentimientos amorosos son los personajes femeninos los que toman las decisiones y hacen que la historia avance. Mientras, Tirant se desmaya cada vez que Carmesina se suelta la melena rubia, llegando incluso a caer varias veces del caballo. La torpeza y el temor de Tirant al amor son parte nuclear en la trama de la novela”.

Su adaptación no abarca, por otro lado, la totalidad del texto de Martorell, lo cual es inviable si se quiere evitar un ‘metraje’ disuasorio. Se ha centrado en la historia de amor, la de Tirant en Constatinopla, que es además la más popular. Ahí se concentran batallas y devaneos amorosos entre el propio Tirant y la mencionada Carmesina, aparte de los de Estefania y Diafebus y los los de Plaerdemavida y la Viuda Reposada. La potencia visual que tiene la novela ha facilitado el trasvase a las tablas. “Es una novela muy ‘cinematográfica’, muy inspiradora en cuanto a la construcción de una puesta en escena imaginativa y con mucho movimiento”, señala Zapico, que elogia el trabajo textual realizado por Llorens: “No sólo rescató todo lo que nos interesaba y lo sintetizó de forma exquisita, sino que mantuvo el valenciano arcaico de forma que es perfectamente entendible, conservando, al mismo tiempo, la belleza del lenguaje medieval”.

El montaje se constituye como una vertiginosa sucesión de escenas muy dinámicas frente a otras de corte íntimo. El vestuario y la escenografía son contemporáneos, aunque no renuncia a su inspiración original en el medievo, de modo que el resultado es una estética atemporal. “Prima el dorado, como referencia a todo lo que sucede dentro del palacio del emperador en Constantinopla, pero el espacio es diáfano y el vestuario minimalista para favorecer todo ese soporte de creación de una dramaturgia de la imagen”, concluye Zapico, feliz de haber podido combinar las huestes del Instituto Valenciano y de la CNTC. “Ojalá estas colaboraciones continúen”.

@albertoojeda77