Teatro

Mayorga escribe para Pimenta

Autor y directora dialogan con El Cultural sobre la obra "El chico de la última fila"

12 octubre, 2006 02:00

Juan Mayorga y Helena Pimenta. Foto: Sergio Enríquez

Maestros y discípulos son los protagonistas de El chico de la última fila, lo nuevo de Juan Mayorga, una obra que trata de personas que han visto demasiado y de personas que están aprendiendo a mirar. El dramaturgo, uno de los más escenificados del momento, ha vuelto a contar con su cómplice Helena Pimenta para llevarla a escena. Tras su estreno el 14 de octubre en Fuenlabrada dentro del Festival de Otoño, el montaje recorrerá diversos escenarios madrileños.

En estos tiempos que corren donde abundan las exportaciones de espectáculos prefabricados y la carpintería teatral corre el riesgo de quedar obsoleta, aún quedan creadores en este país capaces de enfrentarse a proyectos arriesgados por mor de conseguir un minuto de verdadero teatro. Y aunque, como dice el dramaturgo francés Bernard Marie Koltés, "el teatro es el lugar donde se dice no a la vida", no cabe la menor duda de que en el verdadero teatro, en el teatro trabajado desde el pilar básico y necesario del encuentro entre personas dispuestas a ponerse en el lugar del otro, ha de latir algo de vida. En el marco del Festival de Otoño, UR Teatro estrena El chico de la última fila, de Juan Mayorga -un autor que se encuentra en plena madurez artística-, bajo la curtida dirección de Helena Pimenta. Se estrena el sábado en Fuenlabrada, luego se exhibirá en San Lorenzo de El Escorial (28 y 29 de octubre) y, finalmente, recalará en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes (3, 4 y 5 de noviembre).

Un inteligente, complejo y noble texto que nos habla sobre maestros y discípulos, sobre personas que ya han visto demasiado y que están aprendiendo a mirar. Es una obra sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y los riesgos de confundir vida y literatura. El Cultural ha tenido la oportunidad de reunir a Mayorga y Pimenta en el cálido salón de un céntrico hotel madrileño y poder charlar con ellos sobre todos estos temas al tiempo que, entre vinos, autor y directora escribieron con sus voces esta pequeña pieza teatral en torno a los que contemplan el mundo sin ser vistos.

(Desde la última fila, Juan Mayorga y Helena Pimenta parecen sentirse cómodos. Hay algo de ternura en Mayorga que le hace posar para el fotógrafo con la ingenuidad con la que lo haría un crío ante su foto de la primera comunión. Mientras, Helena -recién llegada de un ensayo con una energía arrolladora y vitalista- contagia su disfrute por el trabajo de los actores.)

J. Mayorga- Resulta hasta cierto punto milagroso que hayamos llegado aquí con una sólida puesta en escena de la que hace un año no había escrito ni una sola página. Hace ya un año que UR Teatro (Helena Pimenta y José Tomé) me propone escribir un texto para ellos. Les ofrecí cuatro o cinco argumentos de obras que me interesaban trabajar. Uno de ellos es el embrión de El chico de la última fila. Una vez elegido el argumento, tanto Helena como José -y ahora en los ensayos todo el equipo- me asistieron con sus argumentos y sus críticas. Me he sentido muy respaldado. El vínculo ha sido estrecho y Helena ha respirado el texto conmigo desde sus comienzos hasta ahora. Las idea que les ofrecí....

(Y el argumento es el siguiente: Germán, un profesor de bachillerato de Lengua y Literatura, corrige las redacciones escritas por sus alumnos bajo el título "Mi pasado fin de semana". Cada redacción le parece peor que la anterior. Hasta que llega a sus manos la firmada por Claudio, ese chico silencioso que se sienta en la última fila. Germán tendrá que leerla varias veces para convencerse de que sus ojos no le engañan. A partir de esa sorprendente redacción, entre el desencantado profesor y el extraño muchacho se establecerá un vínculo tan intenso como peligroso.)

J. M.- Tanto Helena como yo hemos sido profesores de secundaria y esto, como la orden sacerdotal, imprime cierto carácter...
H. Pimenta- El profesor a la hora de enseñarles a sus alumnos la noción de punto de vista...

(La noción de punto de vista es esencial en la obra. El punto de vista del autor se nos presenta escindido en múltiples visiones en función de los distintos personajes y, sobre todo, a través de la mirada del joven alumno, Claudio, un auténtico merodeador que necesita colonizar y engullir la realidad del otro para entender su propio mundo.)

H. P.- ...elige algo tan sencillo como escribir una redacción sobre el pasado fin de semana de sus alumnos. Esto me apasiona. Juan ha conseguido partir de elementos muy sencillos para construir una de las obras más complejas y provocadoras que he montado. El punto de vista entronca con dos aspectos fundamentales en mi vida. Uno: el punto de vista es necesario no sólo en la escritura sino en todo el hecho teatral: en cada escena, en cada interpretación... Me asusta la materia anodina en el teatro. Dar tu punto de vista es prestar tu vida en la función. Dos: la noción de punto de vista me ha hecho posicionarme como creadora en cada momento. Y esto indudablemente configura una ideología. Siempre me ha dado miedo quedarme atrapada en lo ya hecho. Y esta obra te exige permanentemente mirar al otro desde la apertura, sin credos inamovibles. Y este mirar lo abarca todo, desde la relación maestro y alumno hasta el amor y la noción de familia.

J. M.- Todo lo que vemos como espectadores de la familia de Rafa -compañero de clase de Claudio- está tamizado por el ojo de Claudio hasta el punto de que a veces asistimos...
H. P.- Entre el drama, el erotismo y el humor...

J. M.- ... a diferentes representaciones de un mismo suceso. El hecho de que se nos presente lo que vemos en la casa de la familia observada como un artificio de la imaginación de Claudio arroja luz sobre la misma artificialidad del hecho escénico que, como espectadores, estamos viendo.

(En "El chico de la última fila" nos encontramos con dos historias que suceden en diferentes espacios y tiempos, y que, a medida que los personajes sucumben a la ficción del joven alumno, se van entretejiendo a través del filtro de su mirada y las coordenadas espacio/tiempo se van difuminando.)

J. M.- El montaje de UR señala estos aspectos de realidad/ficción de una manera fina y detallada, con mucha sutileza y sin ningún prejuicio sobre el mundo espiado y a la vez soñado por Claudio.
H. P.- Sabemos que hablamos de ficción dentro de ficción y esto, es decir el teatro, debe dejar alguna huella. Pero todo ello sin grandes alharacas.

(Germán, el profesor de literatura, enseña a Claudio a mirar de cerca, sin prejuicio, sin condenar a los personajes a priori. Germán enseña todo esto, pero nunca ha sido capaz de llevarlo a cabo. Germán proyecta todos sus prejuicios con la clase media sobre la familia espiada por Claudio. El profesor cuestiona la validez de lo que escribe Claudio al tiempo que insufla ese oscuro deseo de atrapar alguna verdad con la escritura. Germán dota a su alumno -y del mismo modo a los espectadores- de las herramientas necesarias para poner en tela de juicio la escritura. En este punto el texto nos hace pensar si la literatura sirve para algo en nuestras vidas y si la función artística comienza donde termina la pedagógica.)

H. P.- Me cuesta imaginarme a Germán como a un profesor perfecto. La teoría de la enseñanza de Germán tiene mucho que ver con los sentimientos. Pero lo que enseña nunca ha sido capaz de aplicarlo a su vida. Germán enseña al tiempo que trata de apropiarse de la vitalidad del joven. Y como tantas cosas en la vida que exigen responsabilidad, la pedagogía pide cierta renuncia personal.

(Hay algo muy hermoso en el texto que tiene que ver con la verdadera herencia. Con el momento decisivo en el que un ser humano se cuestiona qué hacer con todo lo acumulado y aprendido durante su vida. Y en este sentido, Claudio será el que posiblemente consiga escribir todo lo que Germán no pudo.)

J. M.- Recuerdo una frase de Walter Benjamín acerca de la docencia: "La escuela no debe ser el lugar donde una generación domina sobre la otra, sino el lugar en el que dos generaciones se encuentran". El trabajo de profesor es hermoso pero exige heroísmo en cuanto a ¿cómo hacer que el alumno crezca sin tratar de imponer tu visión del mundo? En este sentido, Germán es un profesor imperfecto, pero al mismo tiempo lo bastante generoso como para abrir su biblioteca al alumno. Frente a la visión gozosa del arte de Juana (mujer de Germán, galerista de arte contemporáneo), que es una visión antitrágica, es decir, no hay nada en el arte por lo que desesperarse, la de Germán se sostiene en la existencia de cierta continuidad entre arte y cultura. De algún modo, Germán piensa que si todos leyésemos a Tolstoi seríamos mejores personas.
H. P.- Quizá la literatura no nos haga mejores personas, pero lo que sí me parece cierto es que algunas cosas pueden ser salvadas a través del relato que recoge la experiencia humana.

J. M.- Y uno traiciona su misión como artista cuando trata de imponer su visión del mundo con el simple objetivo de confirmar lo que ya sabe. Sólo si eres capaz de salir al encuentro del otro -y aquí le doy la razón a Germán- el arte puede salvar a la vida.
H. P.- Dar hospitalidad al pensamiento del otro. A la creación del otro.

Y esto es lo que precisamente está haciendo UR Teatro al llevar a escena un texto de un autor contemporáneo. Una vez asentado cierto mercado teatral con sus casi veinte años de trayectoria y sus celebrados montajes de Shakespeare, Pimenta y Tomé -fundadores de la compañía- creen que, frente a la rápida dinámica de producción que exige el mercado teatral, que imposibilita el disfrute del trabajo artesano del teatro, es necesario contar algo radicalmente actual y dramático.

H. P.- Desde el punto de vista de la dirección de actores he tenido que buscar una necesidad vital que justificara la actitud de personajes como Claudio sin caer en el fácil tópico de "lo patológico o anormal". El joven necesita encontrar unas respuestas afectivas y romper el modelo de familia que ha recibido. Su búsqueda de la verdad obedece a una necesidad. Claudio es el joven que, como cada uno de nosotros, es capaz de rebelarse contra lo que sea en su búsqueda de afecto. Y esto es terriblemente humano.

(La mirada de Claudio sobre el mundo que le rodea será la mirada del público. Vital, inquisidora, crítica, lúcida, transgresora, precipitada, centrada en el presente, ofrecerá a los espectadores una visión de la realidad que el mundo adulto, en su pasividad y autocomplacencia, olvida con frecuencia.)

J. M.- El montaje es hiper-teatral en el sentido más radical del término. A diferencia del lenguaje cinematográfico, la puesta en escena de Helena y la escenografía de José Tomé permiten al espectador presenciar en continuidad diferentes espacios y tiempos en permanente diálogo. El espectador puede contemplar todos los espacios sin ninguna confusión. En este sentido hablo de un lenguaje radicalmente teatral: creación y convivencia de diferentes planos en un mismo espacio de representación.
H. P.- La escenografía de Tomé crea desde el comienzo de la función diferentes espacios delimitados por muros y barreras que configuran una poética basada en la convivencia de elementos geométricos inspirados en la arquitectura contemporánea. A medida que transcurre la acción los muros se van difuminando y los espacios se van mezclando. La pregunta fue ¿cómo favorecer un continuo salto de tiempos y espacios de una forma fluida y que al mismo tiempo permita la convivencia de todos ellos? Juan deja muy claro los espacios y los tiempos, pero llega un momento en que éstos se desvanecen en la búsqueda desesperada de sentimientos.
J. M.- Y es que, por muy prosaico que suene, la obra nos habla de una pasión fundamental: a la gente le interesa la gente.

(A medida que la tarde ha ido avanzando, los pensamientos del autor y la directora se han entrelazado de tal manera que ya sólo queda una única voz que habla del amor por el teatro y, en definitiva, por la vida. Mayorga ha escrito una obra sobre maestros y discípulos. Pimenta ha dirigido un montaje sobre padres e hijos, sobre personas que ya han visto demasiado y personas que están aprendiendo a mirar. Mayorga ha escrito sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y sobre los riesgos de confundir la vida con la literatura. Pimenta ha dirigido una obra sobre los que eligen la última fila para contemplar el resto del mundo. Juan Mayorga y Helena Pimenta se levantan de la última fila. Por favor, abran el telón.)